1. kraplatti_lukramingo ,
Hola amigos, luego de planear la cerie, la historieta, así como la nueva radionovela Kalimán, llevará por título la plaga del terror negro. sin más, disfruten el siguiente adelanto de la nueva aventura de Kalimán.
Londres: capital imponente de un gran reino, de una gran nación. Londres: situado a la orilla del río Támesis, el cual ofrece a la hermosa capital su calidez y aquel clima antojado para pasar largos ratos al pie de una arboleda, mientras el sol, esplendoroso y magnífico, parece desplomarse sobre las calles y barrios de la ciudad más imponente y grandiosa de todo el reino unido. ¡Londres!, ciudad global y centro neurálgico en el ámbito de las artes, el comercio, la educación, el entretenimiento, la moda, las finanzas, los medios de comunicación, la investigación, el turismo y el transporte.
Londres: Principal centro financiero, y una de las áreas metropolitanas con mayor PIB en todo el mundo.
Londres: sitio cultural, que muestra sus bellezas al incansable turista, que recorre con energía todos los enormes museos, vetustos edificios, parques imponentes y llenos de diversión, así como las viejas instalaciones de la inmemorial ciudad.
Londres: lugar en donde no existe el aburrimiento, puesto que sobran lugares por visitar, y personas que quieren contemplarlo todo. Zona llena de vigor, en donde abundan las emociones a flor de piel, la aventura, el misterio, la traición, y la muerte.
Londres: eterno amigo de la diversión y perenne aliado del comercio, los parques, las carpas de circo y el enigma.
Londres: perpetuo refugio de los asesinos, los ladrones y los estafadores.
Ciudad multirracial donde conviven gentes de un gran número de culturas que hablan más de trescientos idiomas, más de 2 630 000 cabezas conviviendo en asombroso ajetreo y serenidad.
Sí. Este es el lugar en donde se desarrolla esta singular aventura, en donde, un misterio estaba a punto de desencadenar.
Justo en uno de los barrios bajos de la importante capital de Inglaterra, en las orillas de un obscuro callejón, un hombre de expresión recia y maliciosa, espera al parecer una cita: su aspecto miserable y su diabólica expresión, concuerdan perfectamente con aquel personaje: este, es medio bajito, ojos saltones, dientes amarillentos, cara mofletuda y regordete.
Viste una larga capa de manta, pantalón de mezclilla algo carcomido por el sol, y una ridícula camisola de manga corta, también medio rota y maltratada.
Aquellos penetrantes ojillos saltones, se mueven con agilidad, buscando algo, que al parecer tarda en llegar. Después, al percibir la soledad en la que se hallaba, el torvo personaje vocifera una maldición, y consulta su reloj.
– ¡las 10:30!, veo que comienza a hacerse tarde, ¡han pasado más de 15 minutos y nada!–.
– ¡Buenas noches, señor Duncan!, ¿me esperaba con ansiedad, no es así?–.
Aquella voz, un poco ronca y enigmática, resuena a las espaldas del mencionado señor Duncan, quien reacciona en el acto.
Pronto, los 2 hombres estuvieron frente a frente; debían tratar un asunto con demasiada importancia, pues el escondite era seguro y no había ni una sola alma a la vista.
El recién llegado, avanza interrogante hacia el señor Duncan, el cual espera con impaciencia. Al fin, el enigmático personaje de la voz gruesa y poderosa, exclamó.
– ¡Bien, señor Duncan!, esta mañana recibí su mensaje, espero traiga buenas noticias–.
Se hizo un silencio expectante. Luego, el sujeto de la cara mofletuda, comenzó a rendir su informe.
– ¡supongo esperaba mis noticias!, logro percibir la inquietud que os embarga a través de vuestros ojos, a pesar de la máscara y el sombrero que os cubre el rostro, honorable señor–.
Era cierto. El reciente personaje, era un hombre alto y misterioso, casi o mucho más que su voz, tan profunda y extraña: vestía todo de negro, con una máscara que le cubría inclusive la boca, únicamente asomaban sus ojos. Lleva un sombrero de ala ancha, corbata y guantes, y en una de sus manos, lograba distinguirse algo que brillaba a la luz de la luna: era un anillo con un símbolo grabado con cuidado y esmero, con la forma de una tarántula.
Al escuchar las palabras del señor Dúncan, el extraño personaje no pareció interesarse siquiera en responderlas, sino que se limitó a comentar, esta vez de forma amenazante.
– ¡Basta, señor!, le pido que abreviemos, ¡responda!, ¿encontró usted a la persona que buscamos, sí o no?–.
– ¡Honorable señor, por supuesto!, soy uno de los mejores detectives de la ciudad y le aseguro a usted que no me costó mucho trabajo encontrarlo, a pesar de que Londres es una ciudad enorme. Eso sin considerar…–.
– ¡No me interesan los detalles!, le he dicho que se limite a responder a mis preguntas, no me importan sus relatos, sino únicamente lo que nos trajo aquí, señor Duncan–.
El señor Duncan retrocede adolorido, al sentir en su garganta la presión de una de las manos enguantadas del enmascarado. Después, llevándose la diestra al cuello, el detective, comenta por lo bajo.
– ¡de acuerdo, no se enoje, mi señor!, el hombre que usted busca, está alojado en un elegante hotel cercano al Palacio de Buckingham. Creo que no os resultará difícil hallar su habitación, la suite número 42 en el tercer piso. ¡Allí se encuentra él!–.
Un gesto de duda ensombrece al enmascarado negro. Luego, continúa el interrogatorio.
– ¡descríbalos!, tienen que ser 2, ¡responda!, ¿son 2?–.
– ¡en efecto, señor!, el hombre vestido a la usanza hindú, se hace acompañar de un muchacho de algunos 15 o 16 años. ¡Sus nombres, Kalimán y Solín!–.
Una carcajada brota por detrás de aquella máscara negra, risa que semeja un grito de combate y de desafío en contra de alguien.
¿Era este el inicio de una nueva aventura, peligrosa y emocionante?
El siniestro personaje vestido de negro, continúa riendo hasta que, la voz del señor Duncan vuelve a resonar.
– ¿Supongo que he cumplido con mi parte, cierto?, pues bien; ¡ahora soy yo quien os pide abreviemos y me entregue lo acordado!–.
– ¡de acuerdo, detective Duncan!, ¡la araña negra cumple con lo prometido!, 50 libras a cambio de sus maravillosos servicios. Me parece una fortuna demasiado grande para usted, ¡sencillamente no le veo el suficiente intelecto como para disfrutar de ella!–.
Y diciendo esto, el torvo personaje, descarga un puñetazo cebero sobre la cara mofletuda y regordeta del señor Duncan.
¡Qué tarde comprendía este el significado de aquel anillo!, el mísero detective, yacía en el suelo, retorciéndose de dolor, mientras que su agresor, reía a más y mejor, contemplando como la chispa de vida que quedaba en los ojillos del mismo, se iba apagando con lentitud: la lentitud de la agonía y el sufrimiento.
– ¡Nadie que ve a la araña negra por más de una ocasión tiene derecho a la vida!, ahora, ¡ya lo sabe!–.
Y diciendo esto, la araña negra, o Martín Lucker, se aleja con paso firme de aquel lugar, en donde ya descansaba el cadáver del señor Dúncan.
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