RAMONA Y ESPERANZA
El viejo y Nereo continuaron trabajando, hasta que el joven decidió seguir su aventura de correcaminos; pidió al anciano el pago por su trabajo y se quedó pasmado cuando éste le entregó dos cargas de oro. -iSeñor, esto no puede ser para mí!. -Si que lo es hijo mío, respondió. -Tómalo porque voy a pedirte un favor, pero antes debo mostrarte algo, dijo tomándolo de una mano, lo condujo a una pieza muy bien asegurada por un enorme candado, abrió la puerta y le mostró una cantidad de esqueletos humanos que guardaba allí.
El joven Nereo llevaba varios días de camino y andaba hambriento cuando llegó a un inmenso platanal. -Bueno, pensó -creo que debe haber una casa cerca y continuó caminando a lo largo del platanal, este se alarga más y más, una, dos, tres horas y nada que terminaba el plantío, Nereo ya miraba chispas por el hambre y para provocación suya, bellos y amarillos racimos de plátanos se mostraban a su paso. Pero el joven que había sido levantado con una esmerada educación por su padre, se resistía a tomar algo ajeno sin pedirle antes al dueño que se lo vendiera. -¡El recuerdo del padre arrancó un sollozo de su pecho, el anciano no soportó el fallecimiento de su buena y santa esposa y días después de quedar viudo, también emprendió camino a la eternidad. Fue así como Nereo se vio solitario ya que no tenía hermanos y se decidió a emprender caminos y más caminos para saber que tan grande era el mundo; lo dicho por mi amiga Paulina, es cierto: los jóvenes de aquellas épocas antiguas si que eran pateperros, andariegos como ellos solos y amigos de meterse en aventuras fantásticas. Es así como dentro de Nereo se traba una lucha, respeto por lo ajeno y estómago hambriento y, ganó el estómago. -¡Dios! ¿Qué he hecho? Se preguntó al quedar con la barriga hinchada después de empacarse la gaja de un racimo. -Lo buscaré para pagarle, dijo empeñado en encontrar al dueño.
Después de mucho andar, se topó con un viejo que estaba desyerbando el plantío. -¿Cómo está Señor? -Bien, buen hijo, respondió el anciano deteniéndose en su labor. Nereo le preguntó por el dueño del platanal. -Yo soy el dueño, respondió. -Señor, dijo Nereo, he tomado una gaja de plátano de su siembra sin su permiso, no porque tenga la costumbre de hacer esto, sino porque tenía mucha hambre, pero deseo pagarle, usted dirá, cuánto le debo. No se preocupe buen joven, no me debe nada. Y como Nereo insistió en pagarle, el viejo le dijo: Que voy a cobrarle por algo que se está perdiendo, más bien si quiere ayudarme, le puedo pagar lo que quiera, pues estoy solo con todo este trabajo. Nereo aceptó gustoso.
Más tarde el anciano le mandó que fuera hasta la casa y le dijera a sus dos hijas que se llamaban Ramona y Esperanza, que prepararan la comida y que pusieran un plato más en la mesa. Nereo corrió a cumplir con el encargo; entró en la casa diciendo: -Buenas tardes, nadie respondió. -Buenas, repitió y buscó por toda la casa, no encontrando a otros seres vivientes que una perra muy bonita de color rosado, y una mica de brazos largos y de color pardusco. La perra lo observó detenidamente, el joven creyó que se le iba a lanzar, pero en ese momento la mica saltó sobre una mesa dando chillidos, como si amenazara a la perra, luego ambas se quedaron quietas y terminaron por dormirse pacíficamente.
Cuando llegó el anciano y le preguntó si sus hijas tenían la comida preparada, el joven respondió que no las había visto, que solo estaban en casa una perra y una mica, el viejo gritó furioso: -¡Esperanza y Ramona!, ¿por qué no han hecho la comida?
El anciano hizo chasquear un látigo en el aire y la perra y la mica saltaron y se perdieron en un santiamén. La sorpresa de Nereo no tuvo límite cuando el anciano le dijo, -Ellas son Esperanza y Ramona, ellas son mis hijas; pero el joven como era tan discreto, nada preguntó, tampoco demostró curiosidad, ni tampoco asombro cuando entró al comedor y vio a la mica sirviendo la comida, como si se tratara de una dama, el joven se inclinó para agradecerle el servicio. Esto pareció desconcertar al viejo que pujó mientras se proporcionaba una buena porción de alimento en un plato.
El viejo y Nereo continuaron trabajando, hasta que el joven decidió seguir su aventura de correcaminos; pidió al anciano el pago por su trabajo y se quedó pasmado cuando éste le entregó dos cargas de oro. -iSeñor, esto no puede ser para mí!. -Si que lo es hijo mío, respondió. -Tómalo porque voy a pedirte un favor, pero antes debo mostrarte algo, dijo tomándolo de una mano, lo condujo a una pieza muy bien asegurada por un enorme candado, abrió la puerta y le mostró una cantidad de esqueletos humanos que guardaba allí.
Nereo se sintió horrorizado, pero nada dijo, nada preguntó. Nuevamente el anciano quedó desconcertado. -¿No me va a preguntar nada?, díjole. Nereo respondió: -No Señor, mi padre me enseñó que no se debe preguntar las cosas que no nos atañen, mucho menos ser curioso, alguna razón tendrá usted para mostrarme esto. -Si que la tengo hijo mío y desde este momento te pertenecen Ramona y Esperanza. Ambos guardaron silencio, el viejo esperaba que el joven dijera algo, pero Nereo nada dijo. -Bueno hijo, dijo el viejo. Veo que ni siquiera me vas a preguntar por qué mis dos hijas son una perra rosada y una mica de color pardo. -No señor, respondió Nereo, son secretos suyos y si usted no me los dice por su propia voluntad, no tengo yo porque preguntárselos.
Después de un largo silencio el anciano lo hizo sentarse frente a él. -Oye hijo mío lo que voy a rebelarte y no por mi propia voluntad, sino porque eres el único merecedor de este secreto, porque has sido el único hombre discreto en muchos años que ha venido a este lugar, los demás murieron a causa de su curiosidad, yo los asesiné, son esos esqueletos que te he mostrado. Debo decirte, continuó el anciano, que Ramona y Esperanza son hermanas gemelas y que al nacer ellas, murió. mi esposa y que la partera quien era una bruja perversa y mi propia suegra, las odió tanto al ver a su hija sin vida, que las hechizó convirtiéndolas en lo que son, una perra y una mica, y me dijo: -Vivirán así todas sus vidas, a menos que cuando sean grandes, un hombre las libere del hechizo.
Esto sucederá cuando aquel hombre las acepte como son, que no pregunte por qué son así y que se haga cargo de ellas sin protestar. Es usted ese hombre del que hablara la bruja; así querido joven, que ellas le pertenecen, por eso le doy suficiente dinero para que lass mantenga. Nereo dio las gracias al anciano y se marchó con Ramona y Esperanza y con una mula cargada de oro; así que el joven se vió precisado a caminar más despacio, a hacer altos porque Esperanza sacaba tamaña lengua sofocada por el sol. Ramona saltaba endiabladamente y a cada momento quería acaballársele a Esperanza, era así que formaban tremendas furruscas entre las dos. Nereo tenía la suficiente paciencia para entenderlas, las dejaba descansar, les proporcionaba comida y agua y contenía la risa ante las miquerías de Ramona.
Dándose cuenta el joven que era imposible continuar con sus andanzas, decidió detenerse en un pueblo y allí compró una casa. Ramona y Esperanza se mostraron felices. Como Ramona era la que mejor podía hacer las cosas, se ocupó de los quehaceres. Esperanza se encargaba de los mandados, Ramona escribía una lista y envolvía el dinero con esta, luego la colocaba entre un canasto que Esperanza llevaba en la boca e iba al mercado. Allí para hacerse entender descargaba el canasto y levantaba las paticas delanteras, mostrándoles la lista y el dinero. Nereo las dejaba en entera libertad para hacer lo que desearan. Pero esto despertó la curiosidad de la vecindad, en poco tiempo, Esperanza tuvo que actuar como una perrita común y corriente para complacer a los curiosos, convirtiéndose en la inteligente perrita que hacía mandados.
Nereo había aprendido a amar a sus dos compañeras, les traía regalos especiales, para Esperanza jabones de buenas fragancias, la bañaba y le cepillaba el pelo, para Ramona además del cepillo y el jabón, le compró espejo, polvos faciales, colorete, diadema, pulsera y perfumes. Un día miró en el mercado del pueblo, unos trajes árabes, eran tan bellos que no resistió el deseo de comprarlos. Por si algún día se rompe el hechizo, dijo colgando los trajes en un perchero.
Cierta esplendorosa mañana un ave de vistoso plumaje se detuvo y se posó en un árbol, pareció mirarlo con mucha firmeza y cantó con un gorjeo que parecía decir: -¡Escoge una, escoge una, escoge una...! Nereo se dijo, -Es como si me dijera que escoja una. ¿A qué se estará refiriendo? En ese momento llegó Ramona y le entregó una camisa suya que había tirado porque estaba rota. El joven recibió la prenda y reparó que la mica la había zurcido tan bien y tan delicadamente que apenas si se notaba donde había estado rota. Nereo le sonrió agradecido y le dijo una lisonja: Con una miquita así de hacendosa estaría dispuesto a casarme. Ramona saltó como una danzarina y corrió dando chillidos llamando a su hermana.
Horas después de aquel incidente, Ramona y Esperanza no se volvieron a ver por toda la casa. Nereo se extrañó y empezó a llamarlas, de pronto escucho una voz que respondió en la alcoba donde dormían Ramona y Esperanza. -¿Quién está ahí? -Yo. -¿Quién es yo?
-Ramona. -¿Ramona?, ¿puedes hablar? -Si. -Entonces ven para mirarte. -Espera que me estoy vistiendo. -Nereo se echó a reír, ¿quién ha visto una mica vestida? -Muy pronto la verás, repuso la voz. Como se demoraba en salir, el joven volvió a llamarla. -Apúrate Ramona. -Espera que me estoy maquillando. -¿Quién ha visto una mona maquillada? Luego después de otro largo rato de espera el joven le dijo: ¿Por qué demoras tanto? -Me estoy peinando y así continuaron, a cada llamado de Nereo, la mica respondía: me estoy poniendo la diadema, me estoy empolvando la nariz, me estoy pintando los labios, hasta que el joven gritó desesperado. ¿Quién ha visto una mona con diadema, pintándose los labios y empolvándose la nariz? ¡Tú, grandísimo tonto, dijo la voz. De pronto aparecieron en el umbral de la puerta dos hermosísimas muchachas. Nereo se quedó boquiabierto ante la presencia de las dos hermosuras. -Nosotras somos Ramona y Esperanza, dijeron al tiempo y como hoy te me declaraste amorosamente, se ha roto el hechizo, yo soy Ramona, dijo una de ellas, somos muy parecidas, pero yo tengo un lunar en el hombro derecho que Esperanza no tiene.
Y aquí termina la historia porque Ramona y Nereo se casaron y fueron muy felices y Esperanza también se casó más tarde con un apuesto joven de la región .