22 de septiembre de 2911, Medellín, Colombia.
Carla Mela rico era una importante ejecutiva dentro de la empresa que dirigía la construcción del nuevo metro bala, y lo era hacía poco tiempo.
El nuevo presidente Gustaf Petrov la había elegido, no por su capacidad para dirigir dichos trabajos, sino por su extrema alineación con los intereses del gobierno.
Fetichista obsesiva de pies, esta mujer a sus 13 años había inventado una nueva droga inyectable muy similar a las anfetaminas, que seguía teniendo mucha popularidad en todo el mundo; dicha droga se componía a partes iguales de marihuana electrónica, LSD digital, ásido clorídrico, fentanilo electrónico y un toque de viagra con jugo de borojó, con el fin de generar efectos afrodisiacos. Diseñadora amateur de Vibradores, se encontraba muy a gusto con su proyecto de grado para su tesis en ingeniería aeroespacial al que le dedicaba todo el tiempo que no gastaba drogándose con su propio invento, participando en orgías interespecie con una raza de extraterrestres con los que recién se había establecido contacto (y que eran famosos porque los machos de dicha especie hacían ostentasión de unas grandes espinas de apareamiento filosas como dagas, con las cuales ensartaban a la embra) cuya sensación al perforar su intimidad nuestra amiga gustaba de sentir, emborrachándose con aguardiente de neutrinos, chicha de maíz transgénico, vino de antimateria, u otras actividades a cada cual más reprochable que la anterior. Feminista, defensora de los derechos humanos del violador, defensora del derecho a la libre prostitución de los alienígenas, era conocida por ser toda una erudita; pero si nembargo nada sabía sobre los trenes bala, y se decía que había obtenido el cargo mostrándole al alcalde ficovsky lo bien que podía perrear en una entrevista en su despacho.
Un día sin embargo mientras sus asistentes a los cuales gustaba de humillar y someter a prácticas innombrables relacionadas al fetichismo extremo de pies no se encontraban, surgió un pequeño inconveniente cuando totalmente drogada, se autocomplacía con una enorme máquina recién comprada en su sex shop favorito y diseñada a tal efecto. La máquina paró de funcionar, y como buena ingeniera que era decidió inspeccionarla; logrando ver así que todos los condensadores de la misma se encontraban descargados como consecuencia de un virus (que probablemente obtuvo mientras se conectaba a Tinder) y que ahora, debía tomar a mano las cargas positivas y negativas dispersas por entre las conexiones, y pasar una positiva y una negativa a cada condensador luego de miniaturizarse, ya que los nanobots reparadores se le habían acabado, a menos que esperara a su asistente que había salido al de uno a comprárselos.
Sin embargo al nunca haberse caracterizado por su paciencia nuestra amiga se dirige al miniaturizador, introduce las coordenadas de la placa de circuitos dañada y tras un destello, gracias a un milagro de la tecnología aparece allí; había sido miniaturizada con éxito y ahora medía menos de un nanómetro, lo que le permitía poder realizar con toda facilidad estas tareas de reparación.
Se fue hacia una de las conexiones, encontró un par de cargas positivas y una negativa en ella y al haber en la otra placa un condensador, las tomó y las puso allí. En otra conexión encontró 3 positivas, y luego de pasar entre conexiones vacías llegó a otro condensador; Todo parecía ir bien, pero entonces algo extraño pasó. Como nuestra amiga se había drogado y emborrachado con compuestos químicos que incluían el ron de materia oscura (que no es materia en si) al miniaturizarse la cantidad de ron tomada no se había adecuado a las proporciones de su pequeño tamaño; es decir en otras palabras, estaba en medio de una borrachera ni la más sapa perra.
Entonces en medio de su borrachera letal y a punto de sufrir un coma etílico, por un descuido dejó caer una carga positiva de mas en el condensador al grito de, somos positivos vida hijueputa!
Esto fue fatal, ya que el condensador explotó con una fuerza que si bien para un ser humano normal no hubiese significado mas que un pequeño corrientazo, a ella al estar miniaturizada la destrozó. Cuando llegaron sus asistentes y no la encontraron tras el cotidiano ritual de oler las sandalias usadas que a tal efecto dejaba frente a su puerta, la buscaron por toda la casa; pero la búsqueda cesó cuando encontraron el miniaturizador encendido, y el enorme juguete para autocomplacerse humeante además de un pequeño punto rojo sobre uno de sus componentes eléctricos internos.
Manera de morir número 76. pequeños placeres fatales.