Ana y Pablo eran dos enamorados que decidieron pasar su viaje de novios en Japón. Se hospedaron en un tradicional ryokan japonés, rodeados de un hermoso paisaje montañoso. Cada día, disfrutaban de todas las delicias que el país ofrecía a sus visitantes, desde la increíble comida japonesa, hasta la música tradicional.
Pablo era policía, y se sentía orgulloso de haber sido capaz de cuidar de Ana. Sin embargo, Ana era la que estaba a cargo de la diversión. Ella tocaba el piano y también era una excelente cocinera. Por las tardes, Pablo y Ana se sentaban juntos en el jardín para ver el atardecer, y disfrutar de la suave brisa. La música de piano de Ana se mezclaba con el sonido de los pájaros cantando.
Por las noches, Pablo y Ana se encontraban en la habitación para disfrutar de los placeres del amor. Pablo la abrazaba y le susurraba al oído que la amaba, mientras ella le acariciaba la cara. Los dos se entregaban el uno al otro, uniendo sus cuerpos como si fueran uno solo.
Poco a poco, el tiempo pasaba y el viaje de novios llegaba a su fin. Después de una despedida llena de lágrimas, Ana y Pablo regresaron a sus respectivas casas. Aunque estaban separados por miles de kilómetros, su amor era tan fuerte que les hacía sentir como si estuvieran juntos. La magia de Japón los había unido para siempre.
Ana estaba sentada tocando el piano. Sus dedos se movían con rapidez, creando una melodía que le recordaba a su viaje de novios. Ella recordaba los momentos pasados con Pablo, el abrazo cálido que siempre le daba antes de dormir, la forma en que sus labios se encontraban cuando se besaban.
Ana se detuvo de tocar y cerró los ojos. Ella podía sentir a Pablo ahí con ella, susurrándole al oído, contándole una historia de amor eterno. Sus manos volvieron a moverse sobre el piano, ahora con más fuerza, una melodía que decía todo lo que Pablo significaba para ella. La música se movía como el viento, llevando con ella los recuerdos del amor que habían compartido.
Tiempo después, Pablo la invitó a un viaje sorpresa a Repúbluica Dominicana.
Pablo y Ana se encontraron en una pequeña plaza cerca de la playa. Los dos se miraron a los ojos y no pudieron resistirse. Se abrazaron fuertemente, como si no se hubieran visto en años. Se besaron apasionadamente, como si quisieran decirse todo lo que habían sentido durante la separación.
Después de un tiempo, Pablo tomó la mano de Ana y la llevó a una casita en la playa. Estaba decorada con todos los elementos que recordaban a República Dominicana y la pareja se enamoró de inmediato.
Una vez dentro, Pablo le dijo a Ana que tenían toda la noche para disfrutar el uno del otro. Se tumbaron sobre la cama y comenzaron a besarse con pasión, cada movimiento más intenso que el anterior. Sus cuerpos desnudos se mezclaban con el calor de la noche y los dos se entregaron al deseo.
Ana se sentía más viva que nunca, como si estuviera viviendo un sueño. Pablo la besaba con ternura mientras sus cuerpos se fundían en un abrazo. Se acariciaban suavemente, explorando cada centímetro de la piel del otro. Sus besos se hicieron más intensos y sus cuerpos se movían al ritmo de la música de la noche.
Finalmente, llegó el momento de explotar de placer. Sus cuerpos se entregaron al éxtasis más intenso, uno que los llevó a ambos a un lugar donde no había límites ni fronteras. Su amor los abrazó y los dos supieron que nada los separaría jamás.
Pablo y Ana llegaron a un restaurante de comida extranjera. El lugar estaba lleno de aromas y sabores que los dos no habían experimentado antes. Se sentaron a una mesa y comenzaron a probar los diferentes platos.
Ana probó una sopa con un sabor a limón que le encantó. Pablo probó una ensalada con un toque picante que lo hizo estremecer. Luego, probaron unos platos a base de pollo con una salsa de tomate que los dejó sin palabras.
Finalmente, probaron un postre a base de fruta que era simplemente delicioso. Comieron hasta saciarse y luego se fueron con una sonrisa de satisfacción. Habían descubierto un mundo de sabores que jamás habían imaginado.
Y me cansé :S