jajajaja y hablando de chicle, lo mío fue más o menos así. En x salón de clases, donde pegaban el chicle, era en el pupitre, de modo que ese chicle se me pegase en el pantalón.
Undía me pasó eso, y mi mamá claro que no me regañó porque yo no me di cuenta, pero le costó trabajo labarme cada vez el pantalón del uniforme para que se le quitase ese chicle.
Algo que me pasó, aunque de lo peor, es que un compa de séptimo grado estaba metiéndose conmigo, y le dije que me dejara tranquilo.
A la enécima vez, me cansé tanto, y saben lo que hice, le pegué en la mano y le rompí el segundero de su reloj pulcera análogo que cargaba puesto.
Al día siguiente, tuve que hablar con el coordinador del grado para que tomase cartas en el asunto, y más nunca se metieron conmigo.
Otra cosa que me pasó estando en cuatro año de secundaria, un día iba saliendo de clase de psicología, y un compa que se metía conmigo (que supuestamente es homosexual) me jaló el bastón y me lo rompió en las dos partes de arriba, donde está el doblez.
Luego, en la otra clase, pedí ayuda a uno de mismcompas para que me lo acomodase, y resulta que me lo terminó de romper!
Por suerte y gracias a Dios, alcancé a hablar con el coordinador del cole, que estaba entrando al salón.
Le mostré mi bastón y levantó acta a todos los estudiantes, sin excepción alguna.
Al día siguiente, pude hablar con los directores del cole y el coordinador puso como castigo, que todos debían de ir a la escuela donde yo estudiaba, para que viesen cómo es que se trata a las personas como nosotros, y que de lo ontrario pues se llegaba a una expulsión.
Como el bastón no tenía reparación, pues decidí mandarlo a la chingada como dicen.
Tuve que invertir mucho en comprarme un bastón extensible, que son esos bastones que no se dobla, sino que son para acecuarle la medida a tu gusto.
De ahí, nadie más se metió conmigo, hasta que me gradué gracias a DIos y me deshice de todas esas pelotudeces que pasé durante cinco años.
Algo que me pasó hace siete años, que lo conté ayer en mi mesa libre de trabajo, una vez tuve la oportunidad de viajar con la sinfónica de Venezuela a Caracas. Obbio que yo estaba viajando solo.
Cuando llegamos a la ciudad, pues comimos, buscamos maletas, y me apartaron la habitación del hotel donde nos ospedamos por tres días.
El caso es que, ¡el asistente que me asignaron es sordo!
¿Cómo puede un sordo ayudar a un ciego?
Y la verdad, que me fue mal, de lo peor, extrañaba tanto a mis padres, que me dieron ganas de llorar, puesto que no podían acompañarme en el viaje, y lo peor de todo los casos, es que tuve que dormir solo en la habitación.
¿Creen que yo podía orientarme? ¡Pues no!
No sabía dónde estaba la puerta la habitación, tampoco sabía dónde estaba la puerta del baño, tampoco sabía dónde estaba la cama, entre otras cosas.
Y fue tanto así, que ni sabía dónde me ponían mi maleta.
Fue entonces, que más nunca viajé solo, ni me atrevería en hacerlo.
Si quieren saber más profundo sobre mi historia, pues hablen a mi privado o en las mesas libres que suelo armar.
Abrazo para todos