¡Saludos amigos!
Traemos nuevo capítulo del fic, James Potter, un hermoso bastardo. En este capítulo 11, definitivamente vemos un vínculo mucho más fortalecido entre el líder de los merodiadores y Mary Macdonal. Espero que les guste.
Capítulo 11:
El Regalo de James
Musicalización capítulo: Get It On - T-Rex (1971)
Cuando te aferras a un cambio, este genera todo tipo de efectos secundarios. En Hogwarts esto representaba pasar mucho menos tiempo frente a los libros. Ya no tenía tan dominadas las materias como antes, había olvidado la lección de transformaciones un mal día que McGonagall me preguntó sobre los principios de los conjuros transfigúrativos. Mi silencio le había costado cinco puntos a Gryffindor. Por otra parte, las rutinas de ejercicio por las mañanas estaban modificando mi cuerpo; mis pies comenzaron a ampollarse y estaba desgastando todos los calcetines que tenía disponibles. En contraparte tenía la cintura más acentuada y las piernas más estilizadas, ya no eran dos pajillas a punto de romperse. Desde luego, había ganado altura pues estaba en plena etapa de crecimiento, y mi silueta se semejaba más a la de una mujer que a la de una niña. Noté con orgullo que había llegado a diciembre con la necesidad de cambiar el sostén por una copa más grande.
Cumplí los 15 años a un día de comenzar las vacaciones Navideñas. Marlene y Lily me habían despertado con un pastel de burbujas chispeantes que habían adquirido en Honeydukes. Estaba a mitad del "Happy Magic Birthday" cuando de pronto una serie de picoteos comenzaron a golpear la ventana.
¿Qué hacía una Lechuza fuera de nuestra habitación?, El correo usualmente llegaba a la hora del desayuno y en el gran comedor. Con la preocupación de que la pobre ave no se helara con la nieve decembrina, Lily se apresuró a abrir el portillo.
El animal entró volando con un paquete entre las garras. Lo soltó sobre mi cama y fue a posarse sobre el pomo del dosel. Era una lechuza de un enorme tamaño, que se sacudió la nieve esparciendo gotitas de agua helada sobre la cobija.
—Pobrecilla, la han obligado a volar con este clima, —dijo preocupada Marlene.
Me acerqué al paquete, estaba envuelto en hojas de papel viejo y cordones deshilachados. Amarrado en un nudo había una pequeña nota…
"Ya puedes deshacerte del vejestorio que llamas escoba."
Desenvolví el paquete intuyendo por su figura de lo que se trataba. Una Cometa Platinum. De pedales de plata y ultra ligera. El último modelo en el mercado.
—¡Wow! —Exclamó la rubia, examinando el vehículo con maravilla—. Tienes un amigo bastante generoso.
—¿Quién habrá sido? —Preguntó desconcertada Lily, revisando la nota y posteriormente el envoltorio sin encontrar el remitente.
Sonreí. Sabía perfectamente quién había sido.
Bajé a la sala común aun con el pijama puesto. Y le encontré frente a la chimenea, alistado con sus ropas casuales y su maleta lista para abordar el expreso, y cómo no podía ser de otra manera, charlando con Sirius.
—James, —le llamé desde sus espaldas. Sonreí-. ¡Gracias, gracias, gracias!
Le correspondí con un abrazo entusiasta, como el que sólo le daría a uno de mis hermanos. James también había crecido varios centímetros, los suficientes como para notar que me superaba por una cabeza.
Sabía que ese abrazo no era propio de nosotros. Vi cómo intercambió un par de miradas con Sirius que observaba aquel acercamiento como algo inusitado entre las chicas de Gryffindor y ellos.
—No seas tan efusiva, —me reprendió alejándome de él-. Vas a arrugarme la ropa.
Me mordí el labio interior. Era terreno virgen para ambos. Sabía que no estaba ni remotamente acostumbrado algún contacto físico conmigo y su actitud se debía a que por primera vez yo presentaba una conducta cariñosa… en pijama.
—No te emociones., —Advirtió-. Lo hice por el equipo.
—¿Y Por qué otra cosa sería? —Pregunté, dejando claro que no había razones para echar a volar la mente. Entendía que no quería que aquello se prestara a malos entendidos, y no había necesidad. En ese momento James era sólo un compañero que a momentos odiaba, a momentos disfrutaba y el resto del día prefería tenerle lejos. Además, era más que conocido su interés por Lily, donde yo no pintaba en absoluto-. Ese regalo significa que… pues… que me tomas en cuenta como integrante del equipo.
—Bueno, en enero comenzarán los partidos por la copa, —recordó-. Supuse que te … que nos haría falta, —corrigió.
—Lo comprendo-. Afirmé con total entendimiento-. Solo quería darte las gracias.
Me acomodé un mechón de cabello tras la oreja con un poco de vergüenza, y luego apunté hacia las escaleras.
—Bueno, tengo que ir a alistarme, —le dije, retirándome rumbo a mi habitación junto a las chicas.
—Oye Mcdonald, —habló Sirius, y yo me detuve-. Feliz cumpleaños.
—Gracias Black.
—¿No hay abrazo para mí?.
Volví a sonreír, y rodé los ojos.
—Será para el próximo año-. Le respondí al pie de la escalera-. Tengo que preparar mi valija de viaje.
El regreso a Hogwarts después de las navidades, supuso un compromiso a tiempo completo. Procuré seguir con el hábito de correr pese a la nieve y las altas temperaturas. Mi madre, una fisioterapeuta, me compartió algunos de sus ejercicios para calentamiento y los dolores musculares, demasiado útiles, para los calambres que comenzaron aquejarme.
El entrenamiento psicótico de James estaba dando sus frutos. Comenzaba adelantarme a la aproximación de las bludgers por intuición, sin necesidad de acudir a la vista para saber que una pelota se aproximaba a mí, y lograba evadirlas sin problema con un giro vertical de 360 grados. Con mi nueva escoba era sencillo de lograr aquella maniobra. Los pases de la Quaffle se nos daban con un instinto natural, contaba con un buen tino así que era algo con lo que nunca fallaba y parecía complacer al capitán. Comenzamos a pulirlos como táctica para los partidos.
James comenzó a despedirme con una alentadora palmada en la espalda, cómo lo hacía con los varones del equipo, eso significaba que estaba satisfecho con mis progresos. Al paso de los entrenamientos dejé de incomodarme cada vez que cambiaba sus ropas sudadas por remeras de los Puddlemeres. Llegó el día en que veía con total naturalidad aquel torso sudado y los brotes de los vellos de la adultez.
Comenzamos un debate sobre quién ganaría la liguilla de Quidditch ese año. Él se negaba a conceder las posibilidades a las Arpías de Holyhead, mi equipo preferido, estaba aferrado apoyar a los Puddlemeres United aunque estaban en su peor año. El debate se extendió hasta llegar al gran comedor, dónde por una insólita ocasión, las pandillas femenina y masculina de Gryffindor se unificaron homogéneamente para opinar del tema mientras disfrutábamos la cena. Por un segundo fue como si atendiéramos una preparatoria ordinaria, lo cual era de lo más reconfortante. Por supuesto, sólo James y yo éramos los verdaderos eruditos y apasionados en la materia.
En una ocasión, le pillé bajando por la escalinata de su habitación, camino al campo de entrenamiento. Ya que íbamos para el mismo rumbo, me uní a él. El debate ahora se centraba sobre qué jugadores deberían ser seleccionados para representar al equipo británico durante los mundiales. Entre risas y opiniones, de pronto vi que tomaba un trayecto alterno al convencional para bajar de la torre, se trataba de un atajo casi imperceptible que tanto yo, como la mayoría de los alumnos, desconocía.
—"Pensé que nos dirigíamos al campo de Quidditch", —manifesté cuando entramos a un pasadizo detrás de una gárgola de un ave bicéfala.
—"Créeme, esto te ahorrará veinte minutos".
A la salida del alba, otro día nos encontramos a mitad de mi recorrido entre el lago y parte del bosque.
—Lanzadora, —llamó. Me había pillado despeinada y con la sudadera empapada de sudor—. No sabía que corrías por este rumbo. ¿Te importa si me uno?
—Sólo si me puedes seguir el paso, —contesté con cierto aire de presunción. Por supuesto que lograba seguirme el paso.
Le platiqué que alguna vez había visto un majestuoso ciervo salir del bosque.
—¿Así que "majestuoso”? —Preguntó como si hubiera contado un chiste.
—"Lo era", —afirmé sin encontrar la gracia-. "Quizás un hombre lobo lo hizo salir fuera de su hábitad".
—"Los hombres lobos no comen ciervos", —me informó.
Me encogí de hombros.
—"Bueno, los lobos cazan ciervos. ¿Cómo estás seguro de que no los comerían?
—¿Has visto alguno comiéndose algún ciervo?
—"¿Has visto uno no haciéndolo?", —repliqué, con el mismo matiz bromista.
—He supervisado la dieta de uno, y no… no hay ciervos en su menú, —Afirmó.
Reí, a sabiendas de que estaba alardeando. Me sentí tentada a comentarle que lo había visto salir del bosque prohibido unos meses antes, pero sabía que aquello no era de mi incumbencia.
Marlene comenzó a reprenderme por el bajo rendimiento que estaba teniendo en clase. Decía que el Quidditch estaba distrayéndome demasiado, pensé que estaba algo celosa de que pasara más tiempo entrenando que junto a ella. Lo cierto es que cuando se celebró el primer partido contra Hufflepuff ganamos por más de 200 puntos y esa misma semana había suspendido defensa contra las artes obscuras con un vergonzoso "Desastroso" en la boleta. Lo peor es que tan pronto James me había invitado a escuchar el sorteo de los partidos de la liguilla británica que se anunciarían en vivo por la radio, mis bajas notas habían pasado a segundo término. Nos enteramos que Las Harpías y los Puddlemores se enfrentarían, y nada más importaba ya. Aplaudimos y estrellamos nuestras palmas sin poder contener la emoción. Creo que incluso Sirius sintió algo de celos frente al auténtico sentimiento de entusiasmo y afición que sólo Potter y yo compartíamos por aquel partido.
Recuerdo esa vez que finalizamos un entrenamiento, me había mantenido en un rincón esperando a que los chicos se alistaran para abandonar la carpa. Ya me había acostumbrado a ver sus torsos en cueros y creo, ellos a mi presencia como la única mujer en el equipo; sin embargo, con apenas quince años, era demasiado recatada como para tener el valor de cambiarme frente a ellos. Después de que abandonaron la carpa, yo me sentí con la libertad de despojarme de mis ropas. Estaba en corpiño y calzón cuando James entró descaradamente con el pretexto de evaluar las snitchs disponibles para el próximo entrenamiento.
—¡Por Merlín Potter! —Grité—. ¡Sabías que me estaba cambiando! —Tomé una de las togas de Griffindor y me envolví en ella cómo si de una toalla se tratara.
—Lanzadora, tranquilízate, ni que hubiera gran cosa que ver,—se burló aquél.
—¿Puedes esperar a que me ponga algo de ropa? —Rogué avergonzada y enojada.
—Oye, ¿Cómo crees que se cambian las chicas en los equipos mixtos de otras casas?.
Estaba por responderle aquello, pero mi atención se volcó súbitamente hacia la Snitch que contemplaba en sus manos. Un modelo muy antiguo, su color era oro cobrizo y los ornamentos propios de la moda gótica entre magos en la década de los 40´s.
—¿Qué haces con eso? —Inquirí.
—Sólo examinando para entrenar. Lanzadora, vístete de una buena vez.
— ¿Acaso es… —titubeé, pero a medida que la veía más me convencía—, la Snitch de Keith Newton?.
Keith Newton era el actual buscador de Puddlemere United, el favorito para la selección británica de Quidditch. Se había entrenado y graduado en Hogwarts en 1945. Y podía identificarse porque había sido su primera Snitch, al atraparla le había mallugado una de sus alas, había sido legendaria según cuentan. Vi cómo James la miraba embelesado y después de unos momentos se la echó a la bolsa.
—¡James!...
—Una Snitch como esa merece ser reparada.
—Es material del colegio, —le dije, a pesar de que no necesitaba que se lo recordara. Como ferviente fan de los Puddlemere, sabía lo que aquella snitch significaba para él. Una reliquia digna de un museo.
—Nos vemos en la sala común, —dijo antes de marcharse.
Para el segundo partido, dónde nos enfrentaríamos a Ravenclaw, tenía listo mi propio frasco de Díctamo para auxiliar al equipo en caso de cualquier accidente.
—"Cuidado mis águilas”, —rugía Lovegood en el megáfono-. "Esa Lanzadora va por esa Quaffle".
Había que llevar a cabo una de las jugadas que tanto habíamos practicado. Pero James, incapaz de cederle la atención del público a nadie, se apresuró a rebasarme con la escoba, rozando conmigo y provocando que pierda el control. Me vi forzada a frenar. Aquél, haciendo gala de sus dotes gimnásticas, le arrebató la Quaffle al jugador de Ravenclaw, acaparando el balón para sí, hasta anotar el gol. La gente aclamó el movimiento como si de un show de talento se tratara, y Potter se perfilará como el irremediable ganador de la contienda. A continuación, siendo fiel a su naturaleza, festejó aquello con una reverencia, dejándose venerar por el aplauso de las gradas.
—Lo habíamos practicado millones de veces, —le reproché a James una vez terminamos el partido. Estaba anudando mis zapatos con más fuerza de la requerida—. ¿Es necesario que siempre tengas que lucirte frente a todos? Somos un equipo ¿sabes?
—¿Quién intenta lucirse? —Exclamó con burla-. ¡Ibas a paso de tortuga!, los Ravenclaw ya tenían la Snitch sobre la mira, tuve que improvisar. —Protestó aquél.
—Ho sí, claro. —Exclamé en un evidente tono sarcástico-. Tenías tanta prisa de ir tras ese punto que te tomaste la molestia de hacer un par de acrobacias antes de tirar.
—Si dominaras tan bien la escoba como yo, también las harías… todo el que puede las hace, —se defendió.
—No eres más que un engreído.
—Lo sé, gracias, —reconoció con cinismo, pasándose la mano por la cabellera. Comenzaba a burlarse de nuevo. Suspiré con exasperación y abandoné la carpa.
Pero Potter contaba con sus propios medios para no permitir que las personas pasaran mucho tiempo enojadas con él. Ese mismo domingo, cuando entré a la sala común, estaba sintonizando por la radio el partido en vivo de los Chudley Cannons contra los Falmouth Falcons. Los cuatro chicos se encontraban acomodados frente a la radio, entre cervezas de mantequilla y bocadillos salados, había banderas de los Chudleys, cuyos colores representativos hacían una combinación perfecta con la sala común.
—Lanzadora, únete, —propuso señalando uno de los muebles libres-. Tenemos cervezas de mantequilla extra.
—Mary, mañana tenemos examen, tienes que estudiar, —advirtió Marlene a mi lado, sonaba peor que una maestra solterona.
—Puedo estudiar mientras escucho el partido, —mentí despreocupada.
Mi amiga negó con su rostro, pero tampoco podía obligarme a nada.
Me uní a los chicos. Era mucho más tentador pasar el domingo entre cervezas de mantequilla, risas y un partido de Quidditch en la radio, que estudiando historia de la magia. Recuerdo que fue una noche de lo más memorable y divertida. Cuando los Chudleys atraparon la Snitch sentí que su brazo me rodeó fraternalmente y me invitó a tomar otra ronda más, como si fuera un compañero de la habitación de los chicos. Me sentía completamente afanada a ese círculo, pero James tenía ese don por hacerte sentir "incluido". Supongo que era porque disfrutaba discutir sobre Quidditch y conmigo podía sumirse a una apasionada charla del tema.
—"Señorita Mcdonald, que desilusión", —lamentó el profesor Binns cuando pasó flotando por mi butaca y me entregó el examen con un "insatisfactorio". Me hubiera importado si no fuera por la endiablada resaca que me aquejaba.
Durante el entrenamiento de esa misma semana, estaba buscando a James por todos lados. Llevábamos diez minutos esperándole y supuse que estaría alistándose en la sala común. No era nada propio de él llegar tarde, menos cuando dedicaba tanto esfuerzo y dedicación al Quidditch. Lo pillé a mitad del corredor, un tumulto de alumnos se había acomodado alrededor y reían frente al espectáculo que estaba dando. James estaba usando el "Levicorpus" contra Snape, éste tenía la toga agolpada sobre sus brazos y, a diferencia de Sirius, perdía toda la dignidad forcejeando por (inútilmente) liberarse.
—Quejicus, ¿los mismos calzoncillos otra vez? —Decía cruelmente. Los alumnos se descojonaron, particularmente las risas de Peter y Black se alzaban.
—¡James! —Exclamé exasperada—. Tenemos entrenamiento".
—"¡Ho!, es verdad, —recordó de pronto. Su faceta de brabucón se vio opacada por la de un capitán con deberes por atender-. Sirius, lo dejo en tus manos, —pidió en tono eventual, como si de un objeto cualquiera se tratara y aquello formara parte de la cotidianeidad.
—"Oye James, te estás pasando”, —le reprendí mientras íbamos hacia el campo-. —El hecho de que Lily haya empleado ese maleficio no significa que esté bien usarlo".
—Todo el mundo lo usa, todo el tiempo, —expresó indiferente-. Además es inofensivo. A Snape le resbala todo esto, creme.
El maleficio en sí era inocente, y bajo ese mismo principio se había puesto de moda. Sin embargo, lo que realmente lo convertía en algo malicioso, era la manera que James lo utilizaba para humillar al Slytherin.
Aquel día nos dedicamos por completo a la práctica de tiro. Fue una hora de forzar los músculos de hombros y brazos para mejorar la fuerza del disparo de la Quaffle. James terminó con espasmos fuertes a lo largo de su extremidad derecha.
Cerca de la hora de ir a la cama, James se encontraba en una vacía sala común, sentado en el sillón más amplio. Acomodado frente a la reconfortante chimenea que proporcionaba luz y calor, dejaba volar la Snitch que había robado para enseguida capturarla con un movimiento rápido. Había conseguido reparar su ala metálica. Pero algo parecía aquejarle cuando, en la última atrapada que había logrado, se oprimió el bíceps mientras doblaba y desdoblaba la extremidad como si la articulación estuviera falseando.
—¿No te quedará más poción vigorizante? —Preguntó el de gafas apenas me vio.
—No. Tendré que pasar mañana a la enfermería para que Pomfrey me regale otro tanto, —respondí.
Como antigua asistente me había mantenido atenta a los remedios esenciales para auxiliar todo tipo de padecimientos propios de los deportistas. La enfermera me había facilitado un poco de su boticario: Díctamo para heridas sangrantes, pócima de heridas para limpiar cortaduras, Poción vigorizante para padecimientos musculares y esguinces, La pasta anti quemaduras para las llagas de piel ante las fricciones con la madera de la escoba o el cuero de los protectores. Pero mi arsenal ya estaba vacío.
Pensé un poco antes de envalentonarme a recurrir a los rústicos remedios muggles.
—Trae aquí, —pedí. Me senté a lado de él y tomé su brazo afectado. Comencé a propinarle una serie de apretones a lo largo del músculo y luego cedí pequeños movimientos circulares con ambos pulgares.
—Auch… Lanzadora…duele. ¿Qué haces?, —preguntó muy confundido, mirándome azarado, como si estuviera por intentar algo poco apropiado.
—Se llama "Masaje muscular”, —expliqué-. Es el remedio al que recurren los atletas muggles en casos como el tuyo.
—Au… ¿y acaso los muggles no sienten dolor?… o ¿Son así de… auch… primitivos?, —comentó entre queja y queja.
—Tranquilo, ahora pasará el dolor. —Prometí-. Mi madre lo hace todo el tiempo. Aunque admito que yo también prefiero a la practicidad de una poción.
Al cabo de unos instantes sentí como había relajado el brazo.
—¿Ya está mejor? —Pregunté.
—Si… ya está cediendo el dolor, —reconoció-. Pero continúa, es muy relajante.
—No sé cómo le haces, —le dije, mientras seguía frotando con las manos-. Tus notas están intactas a pesar de todo el tiempo que inviertes al quidditch, incluso tienes tiempo para reparar esa snitch.
—No descuides las materias, lanzadora, —aconsejó con voz cansada. Veía su rostro fijo en mí con los párpados a media asta.
—En cuanto pase la temporada de Quidditch me pondré al día con todo, ya no puedo ser la razón de que Griffindor pierda puntos…
Cuando volví la vista hacia él me di cuenta que estaba profundamente dormido, con una respiración rítmica y un rostro pacífico que le dotaba de cierto encanto inocente. Tenía su mansa y asequible mano entre las mías, era grande, delgada y áspera, como la de cualquier atleta. Una mano que sabía que más de una chica se moría por tomar… Le contemplé un largo momento sin moverme del sillón, bañada por la placentera atmosfera, quieta y cálida, de la estancia. Por primera vez reconocí que comenzaba a encariñarme con él. Si era un pesado engreído, pero tenía buen corazón, era divertido y poseía ese carisma tan atrayente. ¿Quién lo diría? Me agradaba estar con James, quizá demasiado.
Le quité las gafas del rostro para posarlas sobre la mesa.
Este es el final del capítulo 11. Mary y James cada vez commparten más situaciones, y crean un vínculo de camaradería cercano. Veremos cómo continúa desarrollándose la historia mañana.