Yo... bueno les cuento mi historia.
En la primaria tuve una maestra que era una cuchilla hasta más no poder. Ella era la maestra de ciegos y otros discapacitados en la escuela común a la que iba.
Para que entiendan mejor, la escuela a la que iba, digamos que tenía sus sectores por así decirlo, y en el primero, junto a los de inicial, o sea los niños pequeños que iban a empezar primero de primaria, estábamos nosotros en un salón que era nuestro. De ciegos y chicos con otras discapacidades (no incluíamos sordos)
Sigo con la historia. La maestra era digamos muy especial. ella empezó cuando yo estaba comenzando cuarto año de primaria ya que antes que ella estaba una mejor, que según me contaron hace un tiempo esa maestra es mi tía, aunque nunca lo asumió como tal, ni decía tener alguna relación consanguínea con mi padre. Esa fue la mejor maestra que tuve, me enseñó a escribir y leer en braille y otras cosas en esa escuela.
Pero pasemos a cuando empecé cuarto grado. Carla se llama, fue la segunda maestra que tuvimos en esa clase, pero las maestras asistentes cada año cambiaban. En fin, Carla hacía las cosas... digamos, algo mal, al menos conmigo. No sé como era con los otros chicos del grupo, pero al menos a mí, si yo me portaba mal por ejemplo escribía un texto sin puntos y comas, me mandaba a copiar otro texto de otra hoja, no sé cuántas veces pasó pero fueron varias.
Si derramaba, volcaba o llenaba de migas la mesa con comida, me ataba con cinturón en la silla de un compañero que necesitaba una silla especial por alguna dificultad motriz más grave (yo tengo pero es muy leve y casi ni se nota) y así pasaba atada en esa cosa como por 10 minutos y ella ponía una alarma que luego de pasados esos 10 minutos, si seguía haciendo berrinches, me quedaba sin recreo. Si cambiaba mi comportamiento en ese rato y me calmaba, me sacaba de esa silla y me dejaba salir con los demás.
O a veces, como tenía la rara costumbre de que si tenía una silla con una de esas mesitas pequeñas, sabrán ustedes cuales son, tenía la costumbre de hamacar la mesita arrastrándola hacia los costados, adelante y atrás, como si fuera un juguete de esos con ruedas. Esas veces eran, digamos, pocas. Pero cuando sucedían, siempre me decía que no lo haga más (no era en horario cuando estaba dando la clase) pero si lo volvía a hacer, me obligaba con autoridad a alejarme de la mesa. O sea con la silla, pero lejos de la mesita hasta que empezara el momento de hacer alguna actividad, como escribir o leer.
Leer no es algo que se me dé muy bien a mí, aunque mi familia y amigos dicen que lo hago bien, pero a mi parecer leo como si estuviera en primero o segundo de primaria, no sé. ya habiendo pasado a sexto de secundaria o tercero de bachillerato.
En fin, que cierta vez, la maestra no me dejaba ir a la clase común. quería que fuera solamente 2 horas a la clase de discapacitados, con ella y que me pasaba, "JUGANDO", con los chicos. Y gracias a eso, tuve que repetir el año escolar, cuarto año. Fue solo un año repetido, así que no fue nada del otro mundo.
Al año siguiente, en el cuarto grado repetido, la maestra Carla, dijo que iba a empezar turno completo. Siempre fui en la tarde, y la clase común era en la tarde.
No sé por qué razón nunca estuve en la lista de la clase común, así que. pero en este momento eso de la lista me da igual, ya que no es algo de suma importancia. Decían que por estar en la clase de discapacitados, pero a eso no le veo ni la pizca de cierto.
Las mañanas (de 11 a 12) la pasaba en la clase de ciegos. La tarde, de 13 a 15 en la clase común. Y de 15 y 30 a 17, todo hora de Uruguay xd, la pasaba en el salón de discapacitados igual que la mañana, aunque había excepciones, ejemplo si había una charla, algún trabajo en equipo sin terminar o quedaban con un tema trabajado durante la jornada anterior del mediodía y no me quería perder el resto. Claro, como estudiosa que era, le pedía a Carla y a la maestra asistente permiso para ir, y siempre me 'permitían.
Una vez de esas, luego de la clase en ese cuarto grado, volví del recreo a la salita (así le llamábamos nosotros al salón) y me puse a hacer, bueno intentar resolver un problema matemático (Nunca se me dieron bien las matemáticas) Y como estuvo algo errónea la solución, me retó y casi me deja sin hacer nada por una hora.
Casi, porque fue un momento en que, si mal no me acuerdo, todos los ciegos de ese salón, todos los discapacitados si no me equivoco, habían faltado. Éramos pocos en el grupo, y si faltaban todos e iba solo yo, era por mera casualidad, coincidencia o como lo quieran llamar, o por días de lluvia.
Fue un momento en que hablando con ellas les comentaba una
bien
mentira, la cual consistía en decirles a las maestras que en casa me pegaban con varas (o palos que estaban en el pasto) y que llegaba a casa y me quedaba por varias horas sentada en un tronco fuera del portón de entrada.
Luego de esa mentira, Carla dejó de tratarme mal con respecto a atarme en esa silla y así, pero tenía sus restricciones. También dejó de hacerme copiar textos de otras hojas y retarme si salían mal, pero sí siguieron dándome, entre ella y la asistente, ejercicios matemáticos fáciles para resolver.
Hasta el día de hoy tengo contacto con las dos maestras y de igual manera con una de quinto que fue muy especial para mí.
Ahora en la secundaria tengo varios profesores buena onda. En el liceo donde estudié desde primero siclo básico hasta primero de bachillerato y también en el que estudio ahora.