2401. Maximo ,
estoi transmitiendo Harry potter en castellano con audex para quen quera pasar a darse una vuelta por mimesa ...
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¡Saludos amigos!
Esstoy por aquí nuevamente para seguir actualizando el fic, James Potter, un hermoso bastardo. Hoy con la entrega número 23 de esta historia, un capítulo que tiene un dato curioso xd. Se puede decir que es el capítulo que le da nombre a el fic, pues el título que le puso la autora es la misma frase que nombra el fic, pero invertida, ya la verán. Mary Macdonal despierta a la dura realidad, y lo hace de forma dolorosa. Veamos cómo vivió nuestra protagonista descubrir los verdaderos sentimientos de su "chico de gafas", como ella le llama.
Capítulo 23:
Eres un Bastardo James Potter
Musicalización de Capítulo: Buzzcocks- Ever Fallen in Love With Someone You Shouldn't've (1978)
La clave de alimentar una ilusión es la negación, negar las vertientes incómodas, negar la realidad, y lo más importante, negar que negamos. Vemos lo que queremos ver y creemos lo que creemos creer, y funciona. Nos mentimos a nosotros mismos tanto que con el tiempo nos creemos nuestras mentiras. Negamos tantas cosas que ya no reconocemos la verdad.
"Algo elegante, sensual sin ser vulgar, de buen gusto y moderno". Así escribía yo sobre la superficie de un pergamino con la pluma de halieto. Remojé la punta con tinta negra para añadir: "Es mi primera cita con un chico y me gustaría lucir perfecta en esa fiesta.".
— ¿A quién escribes? —Preguntó Lily mientras reacomodaba sus libros en el baúl al pie de su cama.
—A mi abuela, —sonreí-. Quiero pedirle algo lindo para estrenar en la fiesta de eminencias.
Curiosa y quizá aburrida, Lily se asomó sobre mi cabeza, fisgoneando en lo que había escrito.
—Así que "Elegante, sensual y de buen gusto", —leyó canturreando con soplo burlón.
—Oye, a menos que pueda acudir con vaqueros y jerséis, no tengo nada que ponerme. —Me justifiqué ruborizada.
—Tranquila, —hizo un ademán flojo mientras apoyó las caderas en la mesa dónde yo escribía-. Yo también pienso estrenar algo lindo que lucir.
—¿No considerarás la túnica de gala?
—… honestamente, esos estilos mágicos son… bueno… ¿Arcaicos? —Opinó la pelirroja.
—Horrendos, —corregí.
Ella arrugó la nariz y asintió conviniendo con mi criterio. Cruzó los brazos — Entonces.
-Puedo entender que ya tienes pareja, —adivinó.
Abrí la boca tras unos balbuceos torpes.
—Tengo a unos cuantos prospectos en mente, —me limité a inventar.
No pensaba decirle a Evans respecto a James por el momento. No sabría cómo reaccionaría y hasta en ese entonces me di cuenta que yo tampoco había considerado el embrollo que resultaría juntar a estos dos en ese baile.
—Sabes, creo que deberías pedirle a Remus Lupin que te acompañe, —opinó de repente. La sugerencia había sido tan inopinada que me sacudió un tanto la cabeza.
—¿Qué? —Apreté el rostro y me volví hacia ella.
Se relamió los labios.
—Es buen chico, —consideró.
—¿Por qué invitaría a Remus? —Cuestioné mosqueada.
—Porque se lo debes, —arguyó—. Él te ayudó con tus timos de Defensa, ¿O no? Y también ayudó a que McKinnon y tú se reconciliaran.
Me eché a reír.
— Es muy frágil. ¿Qué pasaría si le da una recaída a mitad de un baile? —Imaginé.
—Bueno pues, le ayudas y listo, tú quieres ser sanadora, ¿No es así?
Solté una risa floja.
—Lo considerare, —respondí dándole un tanto por su lado para disipar su insistencia-. Y tu señorita Evans, ¿Irás con Aubrey?
—Si. —Respondió esbozando una sonrisa—. Se lo comenté hace unos días, y accedió.
Tras una segunda contemplación pensé que no podía resultar de mejor manera que James se encontrara con Lily asistiendo con Aubrey, ese chico tan correcto y cortés que tan lejos estaba de parecerse a James. Sería la colisión de ese castillo de naipes en el que se sostenían los anhelos de Potter por conseguir la atención de Lily. La mejor manera en que sopesara en mí, que estaría más que determinada en ser esa compañera radiante, atenta y divertida que necesitaría para levantarle el ánimo. Por un instante pensé en que las cosas eran perfectas, estaban en su lugar y no habría forma en que estas se readaptaran para operar de manera distinta. Cuan equivocada estaba.
Alguien dijo alguna vez que lo más bello que podemos experimentar es el lado misterioso del destino… Apuesto que ese alguien nunca sufrió de un amor no correspondido.
—…Helga Hufflepuff, —discutía Marlene-. Debía utilizar la copa para beber pociones, como un cáliz.
—No tiene sentido, el pocionista debió haber sido Salazar, —objetó Christy—. La copa pudo haber simbolizado un trofeo.
—¿Y si Salazar era el especialista en artes oscuras? —Intervine-. Godric era el guerrero, por la espada; Helena la sabia, por la diadema; Helga la pocionista por su relación con las plantas y la cocina; Salazar… pudo haber sido el especialista en las artes oscuras, ya saben, la mazmorra.
—¿Y qué me dices de la relación con el agua? —Inquirió Christy.
— ¿Que tiene que ver el agua?
—Cada casa simboliza un elemento, Gryffindor fuego, Ravenclaw aire, Hufflepuff tierra, Slytherin agua. No por nada tiene vista al lago.
—Te puedo apostar que en Gryffindor no tenemos vista al fuego, —refutó la rubia.
"PUM". Paramos en seco y guardamos silencio.
Escuchamos el estruendo de un estallido lo suficientemente potente como para hacer temblar los muros y levantar el polvo del piso.
"¿Qué carajos había sido aquello?". Provenía de la explanada dónde se juntaba el club de Gobstones. Las personas de los retratos se habían tapado los oídos y muchos de ellos se mudaban a al siguiente lienzo intentando alejarse cuanto pudieran de la zona de impacto.
A los pocos segundos del estallido vimos como salían disparados a toda velocidad, frente a nosotras, justo cruzando el pasillo que interceptaba, dos esbeltos muchachos, altos y de cabellera azabache. Uno de ellos usaba gafas.
—¿James? —Reconocí enseguida
—¡Y Black! —Agregó Marlene en un graznido.
Detrás de estos una quintilla de chicos corrían hacia la misma dirección. Se les veía el vestigio del impacto de la bomba en sus caras, su cabello y sus ropas. Por la peste que despedían y las manchas que tenían, había deducido que el estallido lo había provocado una muy potente bomba fétida.
—Alto, ¡Potter!, ¡Sé que esto fue obra tuya! —Escuchamos gritar a Bertram, cuya corbata azul ahora se había entintado de un verde reseco.
—HA, ¡NO SEÑOR! DE ESTA NO Se ESCAPAN, —Decidió Marlene furiosa. Se remangó la túnica y se unió a la quintilla de muchachos que intentaban alcanzar a los artífices de la broma.
Abbott y yo nos miramos por un momento, y tras un suspiro supimos que debíamos sumarnos también a la persecución.
Corrimos aunándonos a los chicos víctimas de la broma. Despedían un fétido aroma de aguas negras y dejaban tras de sí un rastro de líquido espeso verduzco. Al cabo de unos instantes Christy y yo, al ser buenas corredoras pudimos fácilmente pasarlos.
Delante de nosotras estaba Bertram que tenía que reconocer, contaba con una excelente condición, seguía la zancada consistente al par de Gryffindors a pesar de estar lidiando con la tintura verde goteando de su rostro.
—¡POTTER, BLACK! YA VERÁN CUANDO LOS ALCANCE, —advirtió furioso.
Los Gryffindors soltaron una carcajada, viraron directo a otro pasillo más obscuro y estrecho, seguramente con la intención de perderse de vista. Abbott, cual gacela, apretó el paso y tomó un camino alterno perdiéndose del rumbo.
—¡James Potter!, ¡Sirius Black! Deténganse ahora, —ordenó amenazante Marlene McKinnon, unas ancadas tras de mí, con una furiosa voz de prefecta.
—Joder, ya se les unió McKinnon, —escuché que se carcajeó Sirius.
Una vez que salieron de la boca de ese pasillo estrecho y obscuro los chicos tomaron caminos opuestos. James giró a la derecha, Black a la izquierda.
Entonces Aubrey, apunto de cruzar el umbral, se enfrentó a la decisión de elegir a cuál de los dos agresores atrapar. Black era más lento, porque no poseía la trabajada resistencia del entrenamiento. Por otro lado, James había sido, muy seguramente, el arquitecto de la broma. Así que optó por el segundo. Viró entonces a la derecha.
Con lo que no contaba Bertram es que aquello se trataba de una trampa. James y Sirius de hecho no habían corrido. Se habían ocultado a los costados de la salida para pillar desprevenido al pobre muchacho, quién antes de darse cuenta las dos varitas de aquellos bromistas le apuntaban desde la espalda. Dos fulgores purpurinos fueron a estrellarse justo en su cabeza.
Pronto la cavidad craneal del apuesto muchacho de Ravenclaw comenzó grotescamente a crecer, de tal manera que su cuerpo no pudo mantenerse de pie.
Entonces los dos Gryffindors se echaron a reír, chocaron sus palmas celebrando la victoria y corrieron para perderse por el mismo rumbo. Para cuando Marlene y yo salimos de la boca del pasillo con la intención de alcanzarlos, vimos con sorpresa que pasos más adelante Christy Abbott les había interceptado. Se encontraba frente a ellos con la amenazante varita en alto.
Marlene jadeaba frenando el paso.
-¡Les atrapamos! —Clamó triunfal. Era evidente que no había corrido así desde hacía mucho tiempo.
Sirius se recuperó de su risa.
—Si, nos han acorralado chicas, —reconoció, aún cínico y divertido.
—¿Por qué lo han hecho? —Cuestionó McKinnon furiosa, esta vez recordándome más a una madre represiva que a una prefecta de Hogwarts.
—Ha sido un accidente, —se excusó James, con mucha desfachatez.
—Yo te diré por qué, —objetó el amorfo Aubrey-. Potter no soporta la idea de que Lily me haya invitado a mí y no a él a la fiesta de Slughorn, —declaró el ravenclaw, quien incapaz de sostener su cabeza acudió a sus compañeros del equipo de Gobstones para mantenerse de pie
—¿Es verdad? —Pregunté en un hilo de voz, evidentemente dolida.
Fue como si hubiera recibido una potente y sonora bofetada. Una fuerza invisible me había anudado las cuerdas vocales.
—Ya te lo había advertido, Bertram, —Se carcajeó James esbozando esa sonrisa orgullosa y maquiavélica.
—Hilarante, ¿Verdad Potter? —Reprendió Marlene apretando los labios con furia-. Espero que resulte igual de divertida la carta que haré que McGonagall envíe a tus padres por utilizar una maldición ilegal, y la doble retención en la que van a estar tú y Black sometidos.
"prrrff", -James resopló-. Dos días haraganeando en retención, Rubia, en realidad me encanta la idea.
—¿Te parece poco? —Cuestionó desafiada-. Bien, entonces me parece apropiado que también asees el salón de Gobstones. Sin ayuda de magia por supuesto.
—Me parece razonable, —opinó James sin rastro de objeción—. Black y yo nos hemos vuelto un equipazo en la limpieza de aulas, —James dijo complacido-. ¿O no Canuto?
—Después de aquella broma del pantano en la sala de trofeos yo diría que una bomba fétida sería pan comido, —secundó Sirius encogiendo despreocupadamente los hombros.
—¡Oh! No me mal entiendas Potter, —Marlene rio sardónica-. Black no está invitado, lo vas a tener que hacer por tu cuenta, y claro… confiscaré tu varita para garantizar que respetes los términos de tu castigo.
-¡Disculpa! —James exclamó exagerando las vocales-. ¿Confiscarme la varita? —Soltó una risa muy fingida—. No tienes la autoridad de hacer eso, rubia.
—Me parece, Señor Potter, que se la otorgaré.
La voz dulce pero amedrante del director intervino de pronto. Todos giramos el cuello y los gestos divertidos y descarados de los dos Gryffindors se desbarataron.
Dumbledore se aproximaba con ese paso sereno y esa expresión calmada e inalterable hacia nosotros.
—¡Oh! Oye, yo también participe, —objetó Sirius-. Creo que lo justo es que comparta el castigo.
—¿Qué opina señorita McKinnon? —Preguntó Dumbledore alzando las canosas cejas mientras se encaminaba a un lado de mi amiga—. Usted es la prefecta, así que lo dejaré a su sabia consideración.
Marlene sonrió satisfecha.
—Me parece que por esta ocasión Black será advertido con la retención por efectuar el maleficio a Bertram. Potter, por otro lado, va a tener que agendar por el resto de las siguientes semanas tres horas después de la cena para consumar su castigo. —Se volvió al de gafas—. Te garantizaré que tu varita estará bien cuidada durante ese periodo.
—Me parece muy justo señorita McKinnon, —opinó Dumbledore con una amigable sonrisa-. Yo desde luego me tengo que ver forzado a descontarle 200 puntos a Gryffindor por tan lamentable uso de una maldición.
—director. —Protestó James—. Me temo que no puedo apartar tres horas después de la cena, el viernes asistiré al baile, ¿No es así Lanzadora?
Me miró recurriendo a mí por ayuda. Era obvio que la idea de que le confisquen la varita, aunque sea por unas horas al día, no le había hecho la menor gracia.
Al encontrarme con sus ojos suplicantes, solicitando mi apoyo, solo sentí como se agravaba el nudo punzante en mi garganta que continuaba apretándose. Seguía dolida, enojada y desilusionada pero no con él, sino conmigo misma. Ni siquiera había contemplado mis sentimientos al admitir que aquella broma se debía a que Bertram asistiría con Lily
¿En verdad James ni siquiera intuyó que todo aquello me golpeaba el orgullo?. Después de todo yo era su pareja, Me hacía sentir menospreciada, ignorada. ¿Tan poca cosa significaba para él que ni siquiera era digna de un tanto de sutileza o disimulo?.
¿Pero era justo culparle cuando siempre tuve claro quién era James? Fui testigo de cómo fue hostil y apático con Aubrey por tener la atención de Lily. Sabía que James había accedido a ir conmigo sin rastro alguno de emoción. ¿En verdad esperaba menos de él? Algo en mí se había fracturado cuando me di de tope con la realidad. Ahora que me estallaba esto en la cara no sabía cómo actuar al respecto.
—Señor Dumbledore, —me dirigí al director con una voz algo débil—. Creo que Aubrey Bertram debería acudir a la enfermería, —propuse, pasando olímpicamente de James.
—Desde luego señorita Mcdonald. —Me sonrió asintiendo apaciblemente su gesto-. No se preocupe señor Bertram, Madame Pomfrey regresará su cabeza a la normalidad.
Bueno. Era oficial, ya no tenía pareja, ni cita para la fiesta de las eminencias, pero si tenía resuelta mi duda. James no se sentía atraído por mí y ni siquiera atisbaba lo que yo sentía, creo que ni siquiera le preocupaba. Había sido tan cínico, tan sincero, tan indiferente.
El mundo de los autoengaños es una jaula. Negar algo no cambia la realidad, antes o después tenemos que enfrentarnos al mundo cara a cara con todas nuestras armas; cuando el dique revienta te espera un océano enorme, ¿pero cómo logras no ahogarte?.
Hasta aquí llega el capítulo de hoy. Duro golpe para las aspiraciones de Mary Macdonal. Próximamente esperen el siguiente capítulo.
Score: +2
la verdad sii me recuerda un poco a lo de la fiesta de navidad de la generación de harri por lo qe sufrió Hermione por lo de ron y la vender
Score: +0
Pero bueno, en ese caso no era que la chica no era correspondida, solo es que andaban haciendo el tonto, en particular el personaje al que represento xd.
Score: +0
Posteo.
Score: +0
¡Saludos amigos!
Ya volvimos por acá con la actualización de este fic, James Potter, un hermoso bastardo. Entrega número 24 toca hoy, un capítulo en el cual la protagonista buscará otras variantes de compañero para la fiesta a la que tiene que asistir, tras el estrepitoso fracaso de su intento de cita con el bastardo. Nuestro amigo licántropo sufrirá una desagradable experiencia que en la saga original me tocó padecer a mi, y se los adelanto porque bueno, esto queda claro desde que leemos el título del capítulo. Sin más demora, aquí lo tienen.
Capítulo 24:
Lupin, Chocolates y filtros de Amor
Musicalización de Capítulo: American Pie, de Don McLean (1971)
Examinaba, aburrida y perezosa, una gragea entre mis dedos. Verde, ¿podría ser limón o podría ser Moco?. Tan solo considerar lo segundo me produjo asco así que la coloqué fuera de la caja. Escarbé de nuevo entre el montón. Amarillo ocre, ¿Podría ser caramelo?, ¿Cerilla?, la olfateé para descartar algo desagradable, no identifiqué el aroma, pero por precaución la coloqué con la anterior. Saqué otra, esta vez coloreada de un siena tostado, entre el borgoña y el púrpura. ¿Qué diantres podría ser esa cosa?.
El hueco del retrato se abrió. Eran cerca de la una de la madrugada, sólo una persona podía llegar a esa hora.
—Apestas, —le saludé sin gran ánimo.
—Lanzadora, —sonrió desvaído y cansado.
Se sentó a un lado de mí con el cuerpo pesado, se quitó las gafas y aflojó su nuca sobre el amueblado. Tenía la camisa descolocada manchada de verdes deslavados y un trapo humedecido en cloro sobre su hombro. Soltaba un hedor a jabones revueltos con ácidos quita manchas y por supuesto, fétidos de la bomba que un par de días atrás había hecho reventar en el salón de Gobstones.
—¿Qué haces a esta hora despierta? —Me preguntó con la nariz apuntando al techo y los párpados cerrados.
—Esperándote, —le respondí-. Para devolverte "esto", —dije tendiéndole un palo de caoba de 28 centímetros.
Entreabrió los ojos solo para echar un vistazo a su varita.
—Gracias, —susurró, pero no la tomó. La posé entonces a un lado de él.
—Descansa Potter, —dije antes de incorporarme del mueble lista para ir a dormir.
Sentí que tiró de mi mano frenándome el paso.
—Quédate un momento, —pidió-. Cuéntame por qué has estado tan rara últimamente.
—¿Rara? —Espeté.
—Haz estado muy callada, —manifestó-. Corrijo. Haz estado muy callada conmigo.
Era increíble cómo podía ser uno de los alumnos más brillantes de Hogwarts, pero incapaz de atar un par de cabos para darse cuenta de lo que me sucedía.
—He tenido mucha tarea, —excusé con sequedad.
—Ho, es eso, —suspiró aliviado-. Por un momento pensé que se trataba de Bertram. Sirius tiene esa teoría de que te gusta.
Negué con el rostro y solté un bufido, dejándole la tarea a James de determinar si aquello era mi respuesta ante la disparatada conclusión de Sirius, o una clara señal de disgusto hacia él.
Se quitó de encima el trapo y reacomodó su cabeza sobre mi regazo con ese descaro que solía tomarse siempre que me quería utilizar de almohadín.
—James, apestas, —increpé, no muy entusiasta de impregnarme de la tufarada de jabones y lejía.
—Cortesía de tu amiga McKinnon, dale mis gratificaciones, —ironizó mientras acomodaba su cabeza en mis muslos, poco considerado ante mi comentario-. ¿Sabías que hoy anunciaron los partidos de la liguilla? —Comentó entonces alentándome a charlar.
—No lo sabía, —contesté escueta. Desvié la mirada a cualquier parte y comencé a frotarme la nuca. Una mala maña que tenía cuando estaba muy incómoda.
—Quise invitarte a que escucháramos la transmisión, pero nunca te encontré, —sonrió-. No es lo mismo sin ti, —confesó.
—¿Enserio? —A pesar de mí misma, aquello me había alagado.
Sentí el asentimiento de su cabeza sobre los muslos. James se le veía muy distinto sin las gafas. Su rostro adquiría un aspecto mucho más común, pero guapo en su tipo. Ojos redondos y vivaces, en perfecta conjunción con sus cejas de ángulo suave y sus mejillas rectas.
— A Canuto no le interesa un carajo, Lunático no lo acaba de entender y Colagusano solo repite monótonamente lo que yo opino. Sólo tú añades esa auténtica pasión y discordia que lo hace emocionante.
Intenté aparentar una satisfacción natural en lugar de aquella delirante que me bullía. Entonces lamenté haberme empeñado tanto en evitarlo a lo lardo de ese día. Yo también estaba convencida que el Quidditch no era lo mismo sin él, después de todo, era lo que nos había conectado desde un principio.
"¿Qué tan justa estaba siendo con esto?", me pregunté. Él no compartía mis sentimientos, ¿Debía condenarlo por ello? Había aceptado ir al baile conmigo a pesar de que hubiera deseado ir con Lily. Comprendí que estaba siendo muy irracional. Seguíamos siendo amigos y eso no era algo que debía arruinar.
Estiré el brazo hacia la mesa dónde había apartado las grajeas de dudoso color y tomé la que más me intrigaba.
Levanté un pómulo en un gesto reconciliador.
—¿Qué opinas? —Pregunté a James-. ¿Será pescado o berenjena?
El muchacho examinó la pequeña golosina de color indescifrable entre mis dedos. Su ceguera lo obligaba a entrecerrar los ojos y analizarlo tomándose más tiempo de lo normal.
—Te gustan las emociones fuertes, verdad, —exclamó sospechando lo peor.
Con ayuda de mis dedos partí la grajea en dos partes. Le tendí una de las mitades.
—El primero que la escupa le debe una cerveza de mantequilla al otro, —propuse en tono juguetón. El chico rio aceptando el reto.
Nos metimos la grajea a la boca al mismo tiempo. Masticamos para llevarnos la sorpresa de que era un sabor dulce, agradable y perfumado a higo fresco.
—De hecho es bueno-, —opiné mientras lo saboreaba.
—Después de las branquialgas creo que cualquier cosa es un manjar.
Reí un tanto avergonzada al recordar aquel día tan perfectamente catastrófico.
—¿Ya has encontrado un remplazo para el baile? —Cuestionó.
—Creo que no iré, —confesé.
Había perdido todo interés en asistir a esa fiesta. Estaba a dos días de esa noche y no tenía pareja, ni que vestir, y si era muy sincera, prefería quedarme la noche leyendo el apartado de relaciones rotas de la revista corazón de bruja.
—Debes asistir, —opinó aquél cómo si no hacerlo fuera la peor decisión-. Aprovecha la noche en mi honor. Yo estaré intentando sacarle brillo a un piso mugriento, para que un montón de capullos jueguen esa ñoñería de Gobstones.
—No lo sé, —dije con indecisión-. Conseguir pareja a dos días de la fiesta…
—¿Por qué no le pides a uno de los chicos que te acompañe? —Propuso.
—¿Te refieres a los muchachos de Quidditch? —Consideré un instante-. Me parece que todos tienen novia.
—Me refiero a uno de los chicos de mi manada, —se explicó.
—¿Uno de tus inseparables? —Sopesé.
—¿Inseparables? —Repitió la palabra con curiosidad, como si fuera la primera vez que escuchara el término.
—… sería algo extraño, —consideré tras un momento de meditación.
No era que me desagradaran, era el hecho de invitarles a un pestañeo de la fiesta. Y no dejaba de ser raro que después de seis años de conocerlos y sin tener ese tipo de confianza amistosa, de pronto, debía pedirles ser mi pareja de baile.
—A Remus le agradas, —comentó-. Deberías preguntarle.
Nuevamente esa insistencia con Remus Lupin. ¿Por qué el chico de la enfermería?. Se materializó por mi mente una curiosa hipótesis. ¿Y si Lily y James estaban al tanto de algo que yo no sabía?. ¿Y si le gustaba a Remus?... ¿Habría sido Lupin quién había escrito esa nota anónima?: "Encantadora con uniforme de Quidditch". No era descabellado, pero era posible que nuevamente estuviera siendo presa de delirios mentales.
—Es tarde, —manifesté con un suspiro—. Creo que debemos ir a dormir.
Le pude haber confesado a James en ese momento que Remus no me interesaba. Reconocía que era un chico agradable y no me molestaba asistir con aquél, pero Remus no era James. En ningún sentido era James. Y considerar que Remus, o bien cualquiera, sintiera algo por mí solo me generaba indiferencia o, en el mejor de los casos, tibieza. Pero lo que realmente me había mermado los ánimos era que comprendí la postura de James Potter hacia ese desinterés por mí.
Levanté una pierna dándole a entender a James que debía moverse.
—Descansa Potter, —dije por segunda ocasión. Y me había sorprendido que una vez más había imitado, sin proponérmelo, el tono distante y pensativo.
—Espera, —pidió. Enseguida hizo algo que provocó despertar en mi instintos primarios, elevando mi ritmo cardiaco al límite. Me jaló hacia su pecho con fuerza y me estrujó juguetonamente entre sus brazos, embarrándome con propósito en su remera pestífera.
Le empujé tras unos segundos.
—¡James! —Reprendí elevando las octavas de mi voz. Mi rostro se había ruborizado a tal grado que ni la más colorada de las grajeas de todos los sabores, competía con el color de mis mejillas. Aquél soltó una carcajada aflautada y traviesa.
—Descansa Lanzadora, —dijo recolocándose las gafas. Se guardó la varita en el bolso trasero del pantalón y, hundiendo las manos en los bolsillos, me guiñó el ojo y redobló la marcha hacia las escaleras que conducían a la habitación de chicos.
Durante el desayuno de la mañana siguiente el gran comedor fue presa de una inusual concurrencia de lechuzas llevando paquetes más grandes de lo habitual.
Frente a Lily Evans cayó un saco con una amalgama de ropa, cosméticos y accesorios dentro. A Diane de Hufflepuff le había llegado un frasco de perfume junto con una bombonera muy elegante; Marlene recibió su ejemplar matinal del Profeta, y finalmente una lechuza portando una insignia en su pata que anunciaba ser propiedad del caldero chorreante, fue a posar una caja delante de mí.
—¡Merlín! —Exclamó Lily—. Mi madre se ha emocionado. Me ha mandado incluso tubos para acomodarme el cabello. —Comentó a medida que sacaba los objetos que contenía su saco.
—¿Un perfume? —Exclamó Abbott examinando el frasco que le había llegado a Diane. Se había tomado la libertad de abrir el corcho para olfatear-. Es parecido al que usa Marlene.
Diane rápidamente se lo arrebató de las manos y celosamente lo recolocó en su caja.
—Es un frasco muy costoso… no es para que lo abras así a la ligera.
Yo desanudé y desempaqué mi correspondiente envío. Sobre una capa de papel delgado, había una nota.
"A tu madre y a mí nos entusiasma que tengas tu primera salida, no podemos estar más felices y emocionadas. Casi lloramos de la emoción cuando leímos tu carta. Nos morimos por conocer al afortunado. Tan pronto como puedas envíanos fotografías con los recuerdos de tu cita.
Elegimos este vestido que tan bien luce en chicas de tu edad. Era el más solicitado de la tienda y por tanto uno de los más costosos. No te angusties por el dinero, tu madre y yo nos las arreglaremos para costearlo. Mientras tú te sientas perfecta esa noche valdrá cada centavo.
Te amamos, Mary."
Di un vistazo a lo que había debajo del papel. El vestido era plateado y de lentejuela, corto… muy corto… todo daba a entender que mi madre pensaba que aún tenía las proporciones de una niña de trece años. Y por si fuera poco, para mi madre "las chicas de mi edad" se habían quedado varadas en la década de los sesentas. Me llevé la mano a la frente sólo al pensar lo que McGonagal me diría cuando me viera enseñando las piernas con ese vestidito.
—Lily, ¿Cómo sigue Bertram? —Preguntó Marlene tras pagar el Knut a la lechuza por el servicio de envío.
—Su cabeza regresó a la normalidad, pero su cara sigue sin desteñirse de verde, —lamentó.
—¿Crees que se recupere para asistir a la fiesta de Slughorn? —Preguntó Diane Bludd.
—No lo sé, en realidad creo que ya no tiene muchos ánimos de ir, —lamentó la pelirroja.
—¿Y a quién llevarás entonces?
—Puede que no lleve a nadie, —respondió lacónica y sin darle más importancia. Marlene pareció satisfecha ante esa respuesta, y yo por un segundo pensé en sumarme a la moción. ¿Qué más daba asistir sola?, estaría con Lily Evans, Marlene McKinnon y probablemente, si es que Marlene se atrevía, Abbott.
Sin embargo releyendo las palabras de ilusión de mi madre y mi abuela por verme con un chico, pensé que podrían decepcionarse. ¿Cómo les iba a decir que al final me había quedado sin pareja?. Reconsiderando un tanto la situación, pensé que llevar a Remus sería una buena idea, de hecho la opción más sensata. El prefecto de Gryffindor era el único de "la manada de James" que tenía un buen trato con las tres. Además me gustaba charlar con aquél. ¿Qué podía perder con preguntarle?.
Los chicos de Gryffindor se habían vuelto un tanto más sedentarios al tener que desistir de James durante las horas posteriores a la cena. Una vez que Marlene McKinnon interceptó al de gafas para confiscar su varita antes de continuar su labor de limpieza, como dictaba el castigo, los chicos se habían dedicado a holgazanear en la sala común con snacks, sumo de calabaza, revistas y libros.
Me uní a Remus que estaba repasando el folleto de las lecciones de aparición. En el sillón individual se encontraba Sirius leyendo un catálogo de motocicletas muggles y al otro lado Peter Pettigrew absorto en un cómic mágico que contaba las aventuras del Mago Rasputín en la corte de los Romanov. ¿Cómo se supone que iba invitarlo con estos dos pegados a él?.
—Lupin, —saludé. El chico se apartó de la lectura para volver el rostro hacia mí-. Veo que estás estudiando la aparición. ¿Te importaría si me uno? —Pregunté un tanto torpe e intrusiva.
—Mary, —sonrió-. En absoluto.
Se acomodó permitiéndome un espacio para que me sentara a un lado de él. Al echar un vistazo al folleto me embargó la impotencia de ser la alumna menor, con diferencia, de la generación. Cuando la mayoría ya estaban por cumplir la edad mínima requerida, diecisiete, para poder acceder al curso de desaparición y aparición, yo apenas estaba por cumplir los dieciséis y tendría que verme obligada a tomar las clases especiales de Wilkie Twycross hasta el siguiente año.
—Pensé que las clases de desaparición no comenzarían hasta febrero, —curiosié.
—Ho sí, es sólo que al flaco "este", —señaló Sirius respondiéndome por Remus—, le gusta adelantarse a las lecciones.
—Bueno, no pensé que lograría costearme el curso, —se excusó Remus-. Pero James insistió en hacerse cargo de los gastos.
Detestaba que me dieran más motivos para arrancarme un suspiro por James.
—"Las tres D”, —Leí en el folleto. —"Destino, Determinación y Decisión".
A medida que leía sobre las ventajas de la Desaparición, Sirius había decidido abrir otra tanda de bocadillos. Esta vez se inclinó por una caja bien envuelta en cuya etiqueta se rotulaba con una linda caligrafía: "Para Sirius".
—Puaj…chocolates envinados… —Manifestó el de ojos grises con desagrado tras echar un vistazo al contenido de la misma. —¿Por qué las chicas siempre regalan chocolates?.
Un breve vistazo a la caja que Sirius tenía enfrente me hizo reconocer enseguida la bombonera que Diane Bludd había recibido esa mañana vía lechuza. "Así que era un regalo para Sirius". Me enternecí un tanto al ver que Diane hacía sus intentos infructuosos por conquistarlo.
—No seas tan malo Sirius, Diane se empeñó en elegir chocolates de alta categoría, —le comenté recordando el comentario respecto al perfume. Además me sentí obligada a abogar un tanto por mi amiga de Hufflepuff, sabiendo cuan enamorada estaba de aquél.
—Dile a la tal Diane que no me gusta el chocolate, —pidió indiferente. Extendió la caja intacta hacia la mesa del centro, —cómanlos ustedes.
Remus fue el primero en estirar un brazo para tomar uno de la caja. Reconocía que tenían excelente aspecto y de no ser porque tampoco era fanática de las golosinas envinadas, hubiera tomado uno.
—"Los riesgos de la despartición"—Continué leyendo. —"Despartición o escisión es un fenómeno de separación involuntaria. Ocurre cuando la concentración no es suficiente y el Mago o bruja desaparece dejando atrás algún miembro del cuerpo."
—Mary, —susurró Lupin con sutileza—. ¿Conoces a Diane? —Musitó con un aliento demasiado cálido.
—Si, es maja y divertida, —dije con intención de que Sirius tomara nota de ello.
—¿Crees que, podrías presentármela? —Me pidió en un rumor descompuesto por pensamientos.
Lentamente me volví a Remus. En sus ojos se dibujó un brillo peculiar, podía notar un ligero temblor fuera de control en sus manos y los músculos de su delgado cuello se contraían a medida que respiraba con dificultad.
Tras notar ese comportamiento y su gesto implorante, intuí que conocer a Diane habría sido algo que debía haber anhelado desde hacía tiempo. Y quizá, ese preciso momento, no lo soportó más y sencillamente me lo había pedido. "Así que a Remus le gustaba la tejona".
—Claro, —le respondí esbozando una sonrisa.
Había encontrado la primera similitud entre Lily Evans y James Potter, ambos eran unos muy ineficientes celestinos. No pude ocultar la gracia que aquello me causaba.
—¿Crees que podrías hacerlo ahora? —Suplicó Remus tomándome de la muñeca y apretando con brusquedad. Era la primera vez que veía esa faceta en él, comenzó a asustarme un tanto.
—¿Ahora? —Exclamé con desconcierto. Negué con el rostro—. Estará en su sala común, —imaginé.
Sirius bajó lentamente el catálogo de motocicletas para escrutar a Remus, y enseguida buscó una explicación en la mirada de Peter, que también había dejado de lado su cómic para prestar atención al castaño enamorado.
—Es que, ¡Merlín! —Exhaló una bocanada de aire como si el sólo pensamiento le flagelara las entrañas-. No lo soporto. Siento que la amo, —confesó con una inusitada pasión entre los dientes. Se había colocado las palmas sobre sus sienes enterrando sus delgados dedos sobre su espeso cabello castaño.
—Tranquilo casanova, —sugirió Sirius con un gesto sorprendido.
—¿Qué bicho te ha picado Lunático? —Exclamó Peter con su vocecilla chillona.
—Olvídenlo, —suspiró exasperado, recomponiéndose y apartando las manos de su cabello-. Yo mismo tendré que ir a buscarla, —decidió, posando con determinación el folleto de aparición sobre la mesa, para luego incorporarse y marcharse con paso firme hacia el hueco de salida de la sala.
—Remus, —llamé un tanto extrañada por esa urgencia-. ¿Por qué no esperas a que te la presente en una mejor circunstancia?. —Propuse-. ¿Qué te parece en las tres escobas?, solemos ir a pasar el tiempo ahí los fines de semana.
—No puedo esperar, —decretó sin mirarme, y sin más cruzó el hueco del retrato para salir de la sala.
Un fugaz silencio se hizo presente cuando el chico se marchó. Pensé que aquellos, al ser sus amigos, podrían entender mejor lo que ocurría, pero por sus expresiones noté que estaban tan desubicados y confundidos como yo.
—WOW…. Que chico más intenso, —exclamé tras parpadear un par de veces-. Y pensar que le creía el más tranquilo de ustedes, —les confesé.
Sirius tosió.
—Creo que iré a averiguar qué diantres le sucede… y de paso recordarle que a esta hora no pueden verle vagando por ahí, —dijo levantándose y desperezándose de su asiento-. ¿Bienes colagusano? —Le pidió al hombrecillo del cómic.
Pettigrew anunció con un ademán que no pretendía moverse de su lugar, y retomó la página de su historieta. Sirius se encogió de hombros y se perfiló a la salida.
Estaba claro que se habían truncado mis planes de llevar a Remus al baile. Pensé que podría sobrevivir perfectamente si me resignaba a asistir sola, pero ¿Y si hacía un intento más?. No estaba completamente convencida, pero no veía nada de malo si hacia un último esfuerzo.
Entonces decidí, tras un impulso que apenas medité, salir del retrato para alcanzar a Sirius Black.
—Eeeh, Black, espera, —le retuve antes que tuviese la oportunidad de iniciar su descenso por la escalera hacia el sexto piso. El muchacho se giró y yo me encaminé hacia él-. Oye. Mañana tengo ese baile navideño que organizó Slughorn. Había invitado a James pero no podrá asistir, en fin, —me encogí de hombros—, ¿Te gustaría acompañarme?
Sirius levantó una ceja poco convencido.
—Tranquilo, no pienso enviarte chocolates, ni pretendo sumarme a tu club de admiradoras, —le aclaré-. Será como amigos, o como compañeros.
—¿Como amigos? —Meditó un instante indeciso.
—Sabes, —desistí cansada y con un bufido. ¿Por qué estaba empeñándome tanto en esto? Era una boba fiesta a la que un día antes ni siquiera quería asistir-. Olvídalo, Black. Ya se lo preguntaré a otro.
—Lo pensaré Mcdonald, —respondió desganado.
—… mejor olvídalo, —reconsideré. En determinado caso era catedráticamente mejor asistir sola que a llevar a un niño petulante que además no tenía interés en ir conmigo.
—Dije que lo pensaré, —repitió.
—Buenas noches Black, —me despedí regresando a la sala común.
Y hasta aquí llega el capítulo. Les adelanto que el siguiente será muy distinto a lo que hemos visto hasta ahora, pues para empezar será contado desde el punto de vista de otro personaje. Ya verán qué cambio más drástico xd. Ahí se las dejo, próximamente el capítulo 25.
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gracias ron,me levantaste mi ánimo por qe estaba por los suelos gracias y esto se pone mas interesante!otra similitud con el canon con los chocolates y el filtro amoroso!
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¡Arriba hilo!
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¡Saludos amigos!
Aprovechando que resientemente han rescatado el hilo de las profundidades del foro, paso por aquí para traerles, después de un tiempo algo prolongado, la siguiente entrega del fic, James Potter, un hermoso bastardo.
Se trata del capítulo 25, el cual, como ya les adelanté, es contado desde el punto de vista de otro personaje. Es un capítulo distinto a todo lo anterior en el fic, pues este personaje tiene un lenguaje particular, y digamos que es un adolescente en pura esfervesencia. Sin más dilación, con ustedes el capítulo 25.
Capítulo 25:
Especial Sirius
Musicalización de Capítulo: Blondie vs The Doors - RAPTURE RIDERS
Quema, nena, Quema. Sirius Inferno
¿Que si conocí a Mary Mcdonald? Bueno, mentiría si me limitara a decir que "Recuerdo a la pava". Porqué desde luego que la conocí, en un principio como la muchacha del curso, de acento metropolitano de Mánchester, espigada y de buen moreno. Una mocosa arisca que era difícil de entender pero sencilla de querer. Le gustaba a la gente, por lo menos a mi gente. Mantenía una hermética afinidad con James que me ponía los pelos de punta y me provocaba despreciarla. Pero era la mejor amiga de mi colega favorito, así que la cláusula me forzaba a saludarla y concederle una cortesía especial. Las cosas con Mcdonald dieron un giro durante la temporada decembrina del 76, durante el sexto curso.
Joder. Que buenos ronquidos había soltado en historia de la magia. No había mejor materia para recuperar las horas de sueño. Eché un bostezo cuando la campana sonó. Lunático me miraba con desaprobación, yo intentaba pasar del capullo.
—Ejem… Black.
La estirada de Marlene McKinnon me llamó y yo la ignoré. La japuta había castigado a Cornamenta convirtiendo las tardes en somníferas y aburridas sesiones de espera. Lunático siempre con los libros y Colagusano con sus cómics. James era el puto amo para de espabilar ese par, yo no contaba con la paciencia o la maestría.
Un segundo llamado, la rubia me detuvo por la fuerza.
—¿Podemos hablar?
"Japuta, más te vale que sea para pedirme un trío", estuve a nada de decirle.
Hacía un par de semanas antes, cuando pasaba incógnito bajo la capa invisible, después de robar las bombas fétidas del almacén de Filch, había pillado a Marlene McKinnon morreándose con otra chica. Menudo espectáculo. Y la muy hipócrita iba por el castillo creyéndose una santa.
Sin más remedio me aparté de la jauría para ir hablar con ella
—¿Es verdad que Mary te invitó al baile?
"Mierda. De eso quería hablar, churros de chicas".
—Creo que eso hizo, —le contesté.
—¿Irás con ella?
—No lo creo.
Me di la vuelta. Me daba una soberana pereza ser parte de las intrigas de estas mujeres.
—Black. —Llamó de nuevo-. ¿Podrías ir con ella?. —Pidió.
—¿No me digas que también le gusto? —Las palabras salieron de mi boca con hastío.
En aquél entonces tenía suficiente con las niñas de tercero, una acosadora loca de Hufflepuff y ahora me faltaba que, a quién definía mejor como "mascota de Cornamenta" (Porqué era dócil con aquél, pero huraña y arisca con el resto) sintiera algo por mí. Además, Remus sentía ese extraño "crush" por ella que inevitablemente la excluía del menú.
—No, no le gustas. —Explicó aquella-. Es que no ha estado bien últimamente. Le haría bien ir con alguien a la fiesta de Slughorn… y si te lo ha pedido es porque quizá tú le agradas.
"Así que le agradaba a la capulla esa. Era irónico. Si supiera lo mucho que a mí me desagradaba". Mcdonald de alguna manera se había logrado colar entre nosotros para robarse la atención de Cornamenta, y con el mero propósito de hablar de Quidditch, materia que nos marginaba al resto. Y a pesar de mantener en paralelo una buena amistad con Cornamenta, la capulla me volteaba la cara y rara vez me saludaba. ¿Qué se creía?. Y fue peor aun cuando el cornudo me contó que la muy puta le arrastró a vaguear por el lago y terminaron dejando sin vistas a esos idiotas de Slytherin. Joder. Esa chica quería ser una mal lograda imitación mía. Lo único bueno del castigo del Cornudo es que se había librado de asistir con ella al puto baile aquél.
—Rubia, consíguele un Felix Felicis ¿o que se yo?.
—Black. —La rubia me reprendió con su voz de acero-. ¿Qué quieres a cambio?
Así que la japuta estaba negociando. Eso cambiaba las cosas.
—Quién te escuchara McKinnon. Ahora que comenzaba a respetarte como prefecta, —me burlé.
—Black, esto es más serio de lo que crees. Sólo acompáñala.
"¿Qué tan serio podría ser? Una arisca puberta con problemas de ánimo. Ho si…detengan las prensas, esto debería ser primera plana del profeta". Pero era mi deber sacarle jugo al asunto. Después de todo la "Japuta" tenía cierto poder que, así como lo hacía Lunático, podría ser usado a nuestro favor.
—¿Le levantarías el castigo a James? —Propuse.
—Hecho. —Aceptó aquella casi de inmediato-. Después de esta noche. Le dejaré la varita para que termine de limpiar con ayuda de la magia.
Había sido demasiado sencillo… sospechosamente sencillo. Me aventuré a exprimir un poco más.
—… y también ¿Irías con Peter a la fiesta de Slughorn? —Añadí.
—Black, —la japuta protestó. Pero no iba a dar el brazo a torcer.
En ese entonces el gordo estaba colado por la rubia. Nos lo había recordado a lo largo del cuarto curso, estaba que se meaba de la emoción cuando lo invitó a su casa. Entonces supimos que no llegó ni a primera base porque, según aquél "había desistido de ella". ¡Qué va!, Pillándola labio a labio con otra mujer había dejado expuesto el cazo. A la rubia le iban las tetas. Quizá si Peter se hubiese levantado la camisa para presumir que poseía entonces más tetas que la mitad de las chicas del castillo, pudiera ser que McKinnon le hubiese concedido una oportunidad. Pues bien, como el perro leal que me enorgullece ser, era mi deber como amigo conseguirle una salida decente al gordo ese, con nada más y nada menos que con una rubia lesbiana. Por Merlín, con ese acto de buena fe seguro me había labrado mi propio castillo en el cielo.
—Bien, invitaré a Peter.
Habría que apechugar con lo que venía. De las chicas del curso, me tocaba pegarme a la mocosa arisca. Estaba esa norma no hablada que sujetaba a la jauría a nunca meterse con la chica de otro miembro. Remus hacía sus esfuerzos con la mocosa arisca sin grandes avances. Claro que aquella apenas se enteraba de la existencia del hombre lobo, pobre chico. Esa niña solo hablaba de Quidditch y merlín sabía que Lunático entendía de Quidditch lo que yo de mandarín. Y no me dejaba de acomodar el asunto.
—Oye, Lunático deberías ir con ella. Dile que yo no he podido ir porque he contraído fiebre de dragón. —Le propuse.
—Te ha invitado a ti, Canuto, —dijo resignado-. Además… después de la vergüenza de la noche pasada con el chocolate alterado … no sé, no puedo ni mirarla a los ojos.
Pringado. Era su chica, a este paso, si Lunático no se empeñaba en sacar a su macho alfa pecho plateado, moriría virgen.
El gordo pasaba de nosotros. Había practicado gestos seductores delante del espejo, y por más que se esforzaba en levantar una sola ceja, sus músculos faciales se obstinaban en levantar ambas simultáneamente.
Me coloqué mi remera deslavada de Led Zeppelín. Como todo empollón del rock tenía el deber de anunciar al mundo mi devoción por la buena música. También me atavié la cazadora de cuero negra, no me sentía ser humano sin ella. Si a Mcdonald no le parecía como vestía, ya podía ir sola esa noche.
Entonces Colagusano y yo salimos a esperar a la japuta rubia y a la capulla en la sala común.
Cinco minutos, Colagusano comenzó a contarme sobre su cómic y las aventuras del mago Rasputín. Diez minutos, quería meterle a la familia Romanov por el culo. Quince minutos, estaba convencido de que las chicas nos la habían jugado; Estarían ya en el despacho de Slughorn riendo de lo lindo por cómo habíamos caído en esta.
Entonces las vimos descender por la escalera de caracol. A Colagusano se le hicieron chiribitas los ojos, de por si llorosos, como a un chiquillo tras cruzar por primera vez el gran comedor. Y lo reconocía, a la McKinnon no se le veía nada mal. Le di un empujón, "anda capullo, tu regalo de navidad, cumpleaños, año nuevo y día de la bandera".
Luego puse atención a la morocha. Casi no la reconocía, era sencillo prestarle atención. Se le veía tres años mayor alejada de esa pinta de bruja colegiala, o esos vaqueros holgados o jerseys que escondían su cintura. Esa vez, por Merlín bendito en su santa gloria, vestía y enseñaba como muggle, que era toda piernas y cabellera. Expedía un buen aroma afrodisiaco y sus delicadas facciones eran resaltadas con buen gusto por el maquillaje.
Sin embargo seguía siendo esa mocosa arisca. Un témpano de hielo haciendo gala de sus buenos modales, ni se molestó en saludarme. Fue y se posó de cadera en el mueble.
—Ejem… estoy aquí, —le indiqué.
—Te he visto, —me respondió seca y huraña.
—¿Y, a qué aguardamos? (Mocosa arisca)—. -Pregunté, por supuesto, guardándome para mí eso último.
¡Guaw!. -Soltó ese sonidito de sorpresa algo despistada que le diluyó altivez—. Black… ¿vendrás conmigo a la fiesta?
¿Acaso la japuta no la puso al tanto?. Era evidente que estaba ahí por ello, ¿O acaso había pensado que me había puesto la cazadora de cuero para vaguear por la sala común?
—Mcdonald, no me he puesto la cazadora de cuero para vaguear por la sala común.
—Ho, que incómodo, —dijo con un agudo matiz de disculpa—. Es que… verás Black… al final decidí invitar a otro, y bueno...estará esperándome ahora. Lamento mucho que te colocaras tu cazadora en vano.
—¡¿Qué?!.
"¡Mierda! Ya sabía que esta mocosa me la gastaría. Menuda manera de hacerme perder el tiempo."
Entonces la chica comenzó a reír. Se mordió el labio inferior y se echó la cabellera a un costado y me miró. Lo pillé. El Cornudo ya me había advertido que es de las que le gusta bromear. Y, joder, había caído. Me quise limpiar el orgullo riendo de manera condescendiente junto a ella. "Ya me la cobrare, capulla".
La oficina de Slughorn parecía mucho más amplia de lo que debería ser un despacho de maestros convencional. Seguramente Slughorn habría convocado un útil encantamiento de extensión. Estaba adornado de satines y de motivos que combinaban de alguna extraña manera los cursis elementos celtas con una pobre imitación de las modas disco. Había una lámpara esférica tapizada de cristales que era iluminada en su interior por hadas, giraba repartiendo centelleos sobre una pista de baile, y a un costado, una mesa larga dónde se erigían poncheras con innumerables sabores para la cata de la nueva colección de bebidas mágicas: "Menta soplo Nevisca", "Cerezo aliento primaveral", "Dragón llamarada zarzamora". Un par de pringados de quinto año se embotaron un chupe de algo llamado "Champagne Espuma dorada" que, tras el trago, despidieron de sus bocas espesas estelas de purpurina áurea que se disolvieron en el aire.
"Menuda fiesta hortera en la que me había metido". A La capulla sin embargo se le veía emocionada. Era lo que tenían los nacidos de muggles, solían ser jodidamente impresionables. Fuimos a unirnos al gordo y la rubia que sin perder tiempo habían ido directo al wiski de fuego. Apenas escuchar el tema central de su conversación supe que sería una noche larga. Peter ya le contaba a McKinnon el tercer tomo de la historieta. Pobre rubia. Por su bien esperé que la mesa de wiski e hidromiel estuviera generosamente surtida.
Entonces el primer atisbo de mejorar la velada apareció. El bicharajo de Quejicus estaba en una esquina, tan ermitaño como de costumbre, pendiente a las personas que cruzaban la entrada. Me le escapé al gordo, la rubia y a la capulla para acercarme la alimaña grasosa.
—¿Disfrutando la velada Quejicus? —Le pregunté al memo cuando le pillé desde su espalda. Dio un salto de espanto y se volvió a mí con la varita en alto-. ¿Tú y tus amigos imaginarios la pasan bien?
El mamón me echó el mal del ojo y me mostró con odio una hilera de dientes estropeados.
—Black, —graznó.
Me relamí los labios intentando decidirme entre convocar un maleficio de piernas inquietas o algún distorsor vocal con bramidos de gorila. Ambos animarían considerablemente el ambiente, lamenté que el Cornudo no estuviera aquí para ayudarme a decidir. Hasta para eso el cabrón me hacía falta.
—¿Por qué no nos muestras como te mueves en la pista Quejicus? —Había decidido que el maleficio de las piernas haría ver al tarado hilarantemente ridículo-. Serás el alma de la fiesta.
Una mano delicada se posó sobre mí.
—Ven Sirius. —La capulla de Mcdonald me cortaba la diversión intentando llevarme de vuelta a la pesada conversación de Colagusano y McKinnon.
—Mcdonald, —el bicharajo escupió el apellido de Mary como un ostión a la cara-. Veo que Potter te "alquila" para sus colegas.
Su rostro se retorció con un mohín, dejándose ver feo como el culo de un gato. Todo indicaba que el desprecio se extendía más allá de la jauría, al saco de mierda sencillamente no le gustaba la gente, y el sentimiento por lo visto era más que recíproco.
—Severus, —la capulla le escudriñó con cauta beligerancia, aunque no le prestó más atención. La frialdad de su voz hizo que la odiara menos. Se pegó a mí y me empujó. Admitía que las jugadoras de Quidditch, por pequeñas que fueran, resultaban ser engañosamente fuertes.
De pronto vi que el círculo se había extendido en mi corta ausencia. La pelirroja de Cornamenta se había integrado a las chicas, llevaba una pinta fiestera muggle a hombros descubiertos y una flor de lirio sobre su oído. Y para mi sorpresa, vi que de alguna manera el lobo flacucho también se había colado.
—¡Lunático! —Me alegré al verle. Le agité el cabello despeinándolo. Noté que intentó rehacerlo a peine; Era evidente que nadie tuvo la cortesía de advertirle que con ese peinado parecía un ñoñazo de esos que incita a la gente a propinarle un golpe en la nuca-. Así que te infiltraste en la fiesta, ¡Me alego capullo!
— En realidad pillé a Lily saliendo de su habitación, y ella insistió en que me uniera, —explicó.
De alguna manera las cosas se prestaron para que termináramos seis de los diez seleccionados a Gryffindor ahí embutidos. Y ahora sí que lamentaba la ausencia del Cornudo, porque sólo él faltaba para que fuera sensacional la fiesta, con el 70% de la generación escarlata de sexto.
Me puse a relatarles historias jocosas sobre la manada. Desde luego me las ingenié hábilmente para nunca mencionar nada respecto al mapa, la capa, el pequeño problema peludo del flaco, o nuestra secreta habilidad para transmutarnos en animales. Estaba a mitad de una anécdota principalmente cómica, relataba cómo al bicharajo de Snape le habíamos alterado el felix felicis que Slughorn le otorgó como premio a su bien elaborado "muertos en vida". De pronto la pelirroja con una mirada castrante comenzó la primera discusión menor. A ella no le pareció divertida la historia, de hecho dejo claro que el comportamiento de James es la de un "mentecato". Apropósito ¿Quién usa esa palabra?. Me vi en la obligación de defender el honor de mi amigo, pero como un giro inusual al que no me acostumbraba, la capulla fue a adelantarse a mí.
—Por lo menos James se mantiene en la línea de la moral, muy a pesar de Snape, —arguyó con seguridad.
—¿Qué estándar de moral le concedes a un abusador?.
—Tranquila pelirroja, recuerda que es de mi amigo de quién hablas, —le advertí, pero ella pasó olímpicamente de mí. Lunático y Colagusano solo miraban y escuchaban pero no intervenían.
—La suficiente, —afirmó la capulla-. James nunca atacaría con un crucio, o alguna maldición obscura.
—¿Cómo puedes estar tan segura de aquello? —Intervino McKinnon.
"Por qué James odia las artes obscuras", estuve a punto de contestarle a la japuta.
— Porque Potter respeta códigos, aunque estos no le gusten, los respeta, —respondió una vez más adelantándose a mí. Me alegro que lo hiciera, su argumento dejó en blanco a las otras dos estiradas que decidieron no darle cuerda al tema.
La pureza y la sencillez de esta aseveración me dejaron un poco intrigado. Ver a otra persona defender al cornudo con una sensatez con la que difícilmente se me ocurriría a mí, me habría provocado sonreírle y agregarle más puntos de simpatía.
Nos sumamos a las catas de ponche y bebidas. Para añadir emoción a la dinámica, decidimos llenar seis vasos al azar de los sabores más interesantes y a continuación los repartimos entre el grupo. Tras una cuenta de tres, les empinamos de golpe aguardando ver que saldría de nuestro aliento.
La purpurina dorada se elevó del aliento de la pelirroja con un aroma a jengibre. Mi afinidad con mi animal guía "canuto" me había otorgado este agudo sentido olfativo que me hacía detectar los aromas con mayor sensibilidad que al resto. Remus despidió una ráfaga de viento con copos con olor a menta, Peter le fue a caer la llamarada de un fuego azul con tufo a zarzamora, la rubia despidió una brisa primaveral con volutas de cerezo oriental, y a la capulla le salió una supernova de chispas que dibujaban una vía láctea con bálsamo de cítricos. Y finalmente a mí me emanaba una muy cutre fumarola de vapores similares a las de una shisha oriental. Fui a soplarla sobre la capulla que estaba a un lado mío. Comenzaba a caerme bien y decidí molestarla un tanto.
Como las dos nacidas de muggles del grupo, la morena y la pelirroja se levantaron a degustar otros sabores de bebidas. Le di una patada al lobo para llamarle la atención, le indiqué con la mirada que era el momento ideal para que se le una a Mcdonald. "Ve y charla con ella". El capullo acojonado buscó fuerza moral en mí, se lo otorgué mostrando mi pulgar arriba. El lobo se atusó el flequillo y se encaminó a las dos Gryffindors. Los miré desde mi lugar intentando desencriptar la escena a partir del lenguaje corporal. Es lo que pasa cuando tu mejor amigo está en detención y eres el infeliz de la fiesta sin pareja, te conviertes en el aburrido mirón al pendiente de los avances románticos de tus camaradas.
El lobo se acercó con timidez al dueto de féminas. Evans le tendió un vaso para que posteriormente brindaran y se empinaran el trago. Exhalaron una bocanada de algo parecido a fuegos pirotécnicos y soltaron una andanada de risas entre los tres. Capullos. Remus comenzó hablar, no le pudo sostener la mirada a la morena y observaba continuamente la punta de sus pies. "Joder, Lunático, ya te he advertido de la importancia del contacto visual". Aunque la culpa no fue enteramente suya, Mcdonald ayudaba poco. Desviaba la vista como si buscara algo más interesante que ver en la bebida. Podía entenderlo al instante, también tenía un fino olfato para detectar el desinterés de una mujer. Era una indiferencia de manera inequívoca y con dignidad, sin ponerle realmente en ridículo, pero haciéndole saber con absoluta claridad que no estaba interesada.
Entonces un pringado estirado, con cara de aguantarse un pedo, les pasó a un lado. Lo identifiqué cuando reconocí esa túnica melindrosa de gala que alguna vez Walburga amenazó con comprarme para asistir a la reunión familiar Black. Era mi hermano Regulus, había olvidado que era miembro de las eminencias de Slughorn. Sus ojos errantes se detenían continuamente ante la piel que mostraban mis dos compañeras. "Vaya, vaya. Quién viera al niño de mamá", pequeño degenerado. Es lo que pasa en el mundo de los magos, cuando te rodeas de puritanas que van ataviadas hasta el cuello con túnicas de gala que datan de la prehistoria, una mina con quien no soñarías siquiera en enrollarte, muestra la pantorrilla y se convierte en aceptable; cuando muestra la pierna y un buen escote se vuelve decididamente deseable. Podría negarlo para el resto del mundo, pero yo sabía que, en ese momento que pilló en mi habitación el par de posters de las chicas muggles desvergonzadas, el capullo descubrió lo que era una erección.
Cuando el lobo regresó a mi lado, le pedí que resuma los detalles.
—Supongo que es evidente por qué te ha invitado, —concluyó resignado Lunático-. No está en la labor de notar a nadie más.
—Anímate hombre, —le dije-. Esa mujer ha estado huraña hasta con James.
—No suele ser huraña, pero… en fin. —Dio un trago a su wiski de fuego-. Sabemos que no soy el "alpha" de la jauría.
—BAH!, Ella se lo pierde. —Ahora yo alcé el vaso de wiski para empinarlo y rodeé el hombro de mi amigo—. Buscaremos a otra chica para ti. Una agradable, de bonitos labios.
El lobo rio sin mucho ánimo.
—Déjalo. Yo mejor me voy a dormir—Anunció. —En realidad sólo vine por insistencia de Evans. Cornamenta no me hubiera perdonado si la hubiera dejado llegar sola. —No se terminó su bebida. La posó sobre la mesa y se incorporó—. Disfruta la fiesta, Canuto y cuida a Mcdonald.
Con esa última frase cedió su oportunidad. Había declarado su resignación, casi como una rendición. A veces daban ganas de meterle un par de ostias y recordarle que Cornamenta se las veía peor con Evans, y con todo, se negaba a abdicar. Remus carecía de ese carácter ambicioso. Era blando.
Mi amigo se marchaba y me dejaba solo. Colagusano se esforzaba en pegarse a la Mckinnon, así que ni de chiste se ocuparía de hacerme plática y Merlín me ampare de soportar el rollo de las otras dos. A medida que se despedía de Evans, Slughorn hablaba por un micrófono presentando un grupo musical que intuía, por los aplausos y la aglomeración de los presentes rumbo a la pista, debía ser la sensación de la noche. Pensé que yo debería seguir el sabio ejemplo del señor Lunático y marcharme junto aquél.
Las gaitas, violines aderezados por animadas guitarras y percusiones comenzaron a sonar. Un trio de coristas de color, con llamativos afros, comenzaron a cantar y bailar con una ensayada coreografía. El gordo arrastró a la rubia a la pista que para mi sorpresa no se cortó. "Joder. Menudo gordo, ¿Dónde habrá pillado felix felicis?". Tras otro vistazo a mi hermano se me ocurrió una idea para hacerle enfadar, "Una última antes de irme". Sólo podría funcionar con la capulla. Y ya que Lunático había dimitido, pensé "¿Qué más da?, se supone que venimos juntos". Me empiné el chupe de wiski que no se había terminado el lobo.
Me dirigí hacia al dueto de chicas y me pegué a Mcdonald.
—Qué dices, ¿Vamos a bailar?
Al principio se rehusó alegando que no quería dejar sola a Evans, pero la pelirroja intercedió arrebatándole la bebida de sus manos y señalando con el gesto que fuera a la pista, ella estaría bien por su cuenta.
La arrastré hacia el sitio dónde el pringado de mi hermano pudiera vernos. Nos limitábamos a movernos rítmicamente con desgana tan sólo para cumplir con esa cuota básica de movimiento mínimo. La apática me rehuía el contacto visual, como lo había hecho con Lunático. La rubia no mentía cuando mencionó que no estaba interesada en mí. Sin embargo la mirada de la capulla no era lo que buscaba, mi objetivo estaba en la de mi hermano. Necesitaba que se percatara de mí bailando con una sangre sucia, como él la llamaba. Una que le era ferviente a sus raíces no mágicas, mostrando sin vergüenza su feminidad con un vestido de arquitectura sobria y geométrica, como jamás lo harían su grupo de slytherins mojigatas.
Desde luego, mi hermano no tardó en pillarme en la pista y mantenérmela con escudriño. Le sonreí con soberbia, como aquella vez que mi padre me obsequió la escoba voladora mejor cotizada en el mercado, aun cuando sabía que no era adepto al quidditch; o cuando medimos la longitud de las varitas mágicas, y no solo resultó que la mía era tres centímetros más grande, si no que contenía un núcleo de pluma del ala de un fénix, y no como la de él, un corriente pelo de unicornio. Era esa sonrisa de superioridad que sabía tocaba nervios que detonaban su ira.
—Hueles muy bien Mcdonald, —le dije buscando un pretexto para aproximarme a ella. Mi hermano debía mirar con detalle-. Podría olerte todo el día.
—Sirius, —ella me empujó suavemente, impidiéndome cruzar ese umbral inviolable de espacio personal.
Obstinado y decidido la hice girar con ayuda de un brazo, para tomar su cintura y pegarla a mí. Hundí mi nariz sobre su cuello.
—…Es un perfume muggle, sin duda, —deduje al saborear los afrodisiacos de aceites que sólo los muggles emplean y experimentan en la elaboración de sus fragancias. Notas finas de lima, bergamota italiana, magnolia y cedro. Otra aspiración rozando con propósito su oído. Delicadas notas de jazmín. La capulla sonrió.
—Tú hueles a James, —manifestó entonces, descolocándome. No lo había pensado, pero era verdad, olía a Cornamenta.
—Desde que me mudé con los Potter, no me ha quedado de otra que usar su tónico desodorante. No pensé que alguien lo notaría.
Cuando Mcdonald aproximó sus fosas nasales a mi pecho, la mirada de mi hermano se intensificó y yo, no pude haber quedado más satisfecho. Le seguí el rollo a la capulla, sólo para ver los matices feroces de la silenciosa gesticulación del pringado.
"Si, capullo malnacido, ve y narra a detalle esto a Walburga y Orion. Cuéntales cómo su primogénito es un traidor a la sangre y ahora puede estar con quien se le hinche las pelotas. Uno de los únicos varones portaestandartes del ilustrísimo apellido Black, sale con una sangre sucia, es posible que se case con una muggle y quizá con suerte, engendre críos squibs. Siempre que miren esa mancha en el árbol familiar inevitablemente recordarán ese injurio". Sellé mi sonrisa altiva y mi mirada desafiante con un beso sobre la frente de mi compañera.
Sentí las manos de Mcdonal apartándome, nuevamente marcando límites.
—Parece que tu hermano sigue sin perdonarme lo de la copa de Quidditch, —manifestó aquella, que se había percatado del encontronazo de miradas-. No han dejado de verse feo entre ustedes.
—No sé de qué hablas, —respondí, fingiéndo sin éxito despistee.
Se echó a reír y enarcó una mueca escéptica.
—Estoy a fuego cruzado entre dos pares de pupilas, Black. Pesadas, grises y hostiles. No me molestaré si prefieres ir arreglar asuntos con él.
Eché un soplido. Me había pillado el chollo. No veía sentido armarle una mentira.
—Bien, —confesé-. Sí que se trae algo. Nunca le ha parecido que me enrolle con nacidos de muggles.
Extrañamente sonrió, como si fuera cómplice de una broma.
—Ahora comprendo, —resolvió-. Así que por esto me ha sacado a bailar, quieres usarme para irritar a tu hermanito.
—Si lo dices de esa manera, suena horrible.
Si bien era cierto, no parecía ofendida. Creo que otra chica me hubiera soltado un improperio viendo su orgullo herido, pero ella miró traviesamente al capullo consentido de mamá.
—Bien, —se mordió con jugueteo el labio inferior-. Si ya estamos en la labor… ¿Qué le haría rabiar?
Por un segundo interpreté aquello como una indirecta seductora. Era la testosterona juvenil, o quizá que ya actuaba por inercia cuando me sumaba al juego de la seducción y las chicas otorgaban ese pasó al consentimiento.
—Se me ocurren un par de cosas que le harían sacar lumbre, —susurré.
Sentí un débil manotazo en mi pecho.
—Todo un conquistador, Black, —rio irónica.
Otro vistazo al Regulus.
—Merlín, ¿Qué le ocurre a tu hermano? —Exclamó de lo más divertida—. Da miedo. No nos aparta la vista.
—Quiere joderme, —deduje. —O quizá sea voyerista
—Pues veamos quién se incomoda primero, —desafió aquella.
Tras arrojarle el más insolente y deliberado gesto de cinismo, se colocó sobre sus puntas y besó con finura la comisura de mis labios. Fue apenas un instante y mi reacción primaria había sido poner cara de gilipollas. Definitivamente no lo veía venir. No de ella. La arisca Mcdonald. A quién conocía desde los once y la mayor parte del tiempo me parecía molesta. Era surreal y extraño el pálpito tibio de la caricia que sus labios habían dejado sobre los míos.
El pringado de mi hermano giró sobre sus talones y se marchó rumbo a la salida.
—Bueno señor Black, creo que ha ganado esta partida, —esbozó una sonrisa satisfecha, apartándose un paso de mí. —¿Qué dices?, ¿Otra ronda de bebidas? —Propuso, apuntó con la frente hacia la mesa del Wiski de fuego. No solo había roto el hielo, lo derritió y había conjurado a la perfección un "acuapyro"
La situación se volvió seria. El joven Canuto había advertido que detrás de la arisca mascota de James se escondía una chica osada que se ajustaba al patrón de mujer que de pronto, me había dado cuenta, deseaba. Una que defendiera a James y lo quisiera como a un hermano, que odiaba a Quejicus, que no tuviera reparos en desafiar a mi familia, o a los Slytherins en general. Una mujer traviesa, algo cínica y además Gryffindor. Una siniestra desesperación se apoderó de una resquebrajada cordura hormonal que de una manera me dictaba que no la dejara marchar.
— Ven aquí. —Tiré de su brazo para que con ayuda de una voltereta regresara a mí. Su cabellera obscura bailoteó derramándose sobre sus hombros-. Eres más divertida de lo que pareces.
—Y tu menos petulante de lo que creía, —respondió haciendo girar sus pupilas. "Capulla arisca, ¿Petulante ha dicho?".
Hasta aquí llega el capítulo. Espero próximamente traerles el siguiente. Ya me contarán qué les parece el giro que han dado las cosas.
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posteo.
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Posteo
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Posteo, ¿por qué mucha gente piensa que la casa Hufflepuff es de las peores cosas que te pueden pasar en esta vida?
Verdaderamente, incluso en los libros, específicamente en la piedra filosofal, vemos a unos cuántos diciendo (Inserte Draco Malfoy cof cof) que si les tocara Hufflepuff preferirían irse, Neville está asustado porque le toque ser seleccionado ahí.
A ver, puedo entender que Draco tenga una preferencia evidente por Slytherin, y que Neville tal vez por la presión y altas expectativas de su familia no quiera ir a una casa tan... cómo lo digo... considerada "la menos genial" (?) pero no era el punto.
El punto es que esto pasa con mucha gente del fandom, es como: "joder, eres hufflepuff, mi más sentido pésame" y similares.
Bueno, disculpen mi pequeño desaogo, necesitaba decirlo.
hm... Travesura realizada?
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Vamos, arriba los tejones y mi casa!
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arriba la generación antes de la de Harry.
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Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas! yo la verdad, que tampoco entiendo eso de las casas. Después de todo, creo que la peor es Slytherin. Yo, si no me mandaran a Gryffindor, preferiría Hufflepuff o Ravenclaw. En fin, sin armar caos con eso de que la peor casa es Slytherin, lo dije porque es mi opinión, pero cualquiera podemos tener una opinión diferente. ¡Ahora sí, travesura realizada!
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no hay peor ni mejor casa creo yo, si tuviera que ir a slitherin, yo feliz, con eso les demostraría que en sí, la casa no es mala!
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Los Slytherin son los mejores.
gryffindor: Carne de cañón.
Ravenclaw: Estudios, estudios y más estudios. De pequeño se tragaron un diccionario. Estudia mucho, con suerte quedarás tercero.
Hufflepuf: Trabaja, trabaja, trabaja, pero que sepas que tu trabajo no valdrá de nada porque Gryffindor hará algo estúpido que lo pondrá en cabeza y no te puedes comparar con Ravenclaw, porque son más listos que tú, no olvidemos que se tragaron el libro gordo de Petete.
Slytherin: Ambición y astucia. Despreocúpate. Si a Gryffindor le salen mal las cosas, ganarás la copa.
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No se, los slitherin me parecen igual de aburridos que el resto.
No logro entender porque una parte tan grande del fandom los glorifica tanto.
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Pues porque astucia y ambición, son cualidades que los caracterizan evidentemente xd. Reflejo de la sociedad, así vamos Girito.
Para mi esto de las casas al final no tiene demasiada relevancia. Creo que puedes llegar a conseguir tus objetivos, si verdaderamente los defines como tal y luchas por ellos, ubicado en la casa que sea. Ahora bien, creo que la elección sería solo una cuestión de preferencia y no tanto una elección de la mejor casa.
Por ejemplo, a mi ser Slitherin no me gustaría. Ese ambiente de tención que se respira constantemente en la casa de las serpientes no es para mi. Tener que estar vigilando a todos, hasta a mis compañeros de habitación porque si me descuido pueden aprovecharse en pos de sus propios objetivos, desconfiar hasta de mi propia sombra, vivir buscando cómo superar a los demás y aprovecharme de sus debilidades no es lo que yo quisiera para mi etapa en Hogwarts.
Ravenclaw, la casa del estudio y del conocimiento, y la casa a la que siempre me manda el sombrero seleccionador cuando hago los test. Supongo que al hacerlo dejo mostrar algunos rasgos de mi personalidad que me definen como un habitante de la casa de las águilas. No digo que no fuera un estudiante muy bueno, con las mejores calificaciones, pero me resulta extraño imaginarme en un ambiente silencioso, de tanta concentración, donde te manden a callar si por ejemplo decides cantar una canción. No podría yo estar 10 meces del año en una sala común donde lo más alto que se escuche sea las páginas de los libros al pasar. Demasiado aburrido para mi gusto, que siempre fui muy revoltoso. Quién dice que para sacar buenas notas hay que matarse estudiando. Yo nunca necesité eso.
Me irían quedando solo Hufflepuff y Griffindor. De la sala común de los tejones conocemos muy poco. De hecho, nunca entramos en su interior, no tenemos una descripción exacta sobre cómo es en los libros. Solo sabemos lo que se dice de los Hufflepuff, pero absolutamente nada de la convivencia en ese ambiente. Quizás, no lo descarto, pudiera ser un ambiente tranquilo para mi, pero visto lo visto, pues obiamente selecciono la casa de los leones, donde lo mismo tenemos jóvenes estudiosos que protestan porque hablan alto, o estudiantes revoltosos que inventan variantes para faltar a clases, o se montan fiestas para celebrar lo mismo una victoria de quidditch, que un cumpleaños particular, que el final de los TIMOS.
Pero reitero, esa es la valoración de dónde me gustaría estar a mi a partir de lo que conozco de cada casa, no es la mejor casa según yo, por lo que dije al comienzo, la mejor casa está en función de tus intereses y puede ser cualquiera de las 4.
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Last edited by Ronald-Weasley, Jun 11 2023 23:21:34
yo mejor prefiero grifindor qe las otras 3 casass me gusta el kilombo,ya me conocen muchos en la sala pero por ejemplo el ambiente en sliterin no lo soportaría prefiero grifindor por mucho
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Joe, ¿y esto de como es estar en cada casa de dónde lo sacáis? Yo mira que he leído los libros, y no tengo ni idea de como se vive en ninguna de las casas salvo en la del prota. Bueno sí, igual puedo hacerme una idea de como se vive en Slitherin, pero porque vamos, aquí la escritora decidió que por definición ivan a ir todos los malos, así que su sala común me la imagino como una mini réplica de menzoberranzan, con críos de entre 11 y 17 años. Lo cual no sé si es mejor, o peor xdddd.
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para mi dividir a la gente en 4 casas ya me parece un error pero eno, eso.
hay un "test oficial" y véanse las comillas, de pottermore.
https://www.wizardingworld.com/news/discover-your-hogwarts-house-on-wizarding-world
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No sé, pero yo amo Gryffindor. Soy 100% Gryffindor, no sé por qué, pero me encanta esa casa.
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Los protas están ahí, y les sale todo bien (?)
No, broma.
Pero igual, de gryffindor es de la que más conocemos, porque siempre estamos viendo desde el punto de vista de Harry. De las demás no conocemos demasiado. Sólo conocemos, a lo mucho, las salas de Ravenclaw y Slytherin, cuando Ron y Harry jugaron a ser Crabbe y Ghoile, y en las reliquias de la muerte.
Además te venden a Gryffindor como la mejor de todas. Repito, en ella estaban los protas, estuvo Dumbledore, estuvieron los merodeadores, Mcgonagall, y básicamente el 95% de los personajes que medio mundo ama, todo mundo muere por estar ahí.
Y bueno, un tiempo se puso de moda ser fan de Draco Malfoy, entonces yo supongo que a eso se debe el fanatismo hacia Slytherin.
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yo creo ke si,pero siendo onestos,sliterin amí no me gusta para nada
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También es cuestión de gustos y personalidades. Tipo, desde un principio se plasma bien que cualidades busca y recluta cada casa. Yo, por ejemplo, si bien soy inteligente, no iría a Ravenclaw porque soy bastante revoltosa. Cosas así. Me identifico mas con los leones, pero por como soy. No por fanatismo a tal o cual casa.
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Veamos. Yo no digo que Gryffindor sea la mejor solo porque está Harry Potter, ni porque sea la que más vemos en todos los libros. Lo digo porque, recopilando datos, me gusta esa casa. Aunque no tengo nada en contra de Ravenclaw o Hufflepuff, también me gustan esas casas, pero Slytherin simplemente no me gusta.
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A mi me pasa como a esta usuaria, littlewolff. Justo eso es lo que siento. Seguramente allaría la manera de seguir adelante en cualquiera de las 4, pero mi sensación siempre ha sido esa que comenté arriba.
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a mí me hace mucha gracia el tema de las casas. realmente no aporta nada, y las capacidades que estos buscan son bastante moldeables. tenemos el caso de Harry, Harry iba a ir para slitherin, pero dijo que ni de coña, y lo mandaron a griffindor. que hace Hermione en griffindor. nada, es una prota y ha de estar en la casa de los valientes, aunque yo creo que destaca más por ser inteligente, debería estar en ravenclaw. pero como casi todo en esta saga, no conocemos nada del sistema por el que se rije una casa. solo sabemos que los griffindors están tol día de farra, con un buen rollo de puta madre, y tal. de ravenclaw solo hemos visto su casa. y Slytherin sufre el: somos mu mu malos... porque nos ha tocao. a lo mejor luego están de litros y petas to hapys los Slytherin, y no lo sabemos. por cierto si, la visión de benzoverranzan es... interesante.
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