Y lo cierto es que los cazas enemigos no les alcanzaban, pero eso no ponía fin a la persecución. Otra nave rocosa, basta y ovalada, se abrió de repente y de su interior salieron un montón de criaturas aladas negras de medio metro de longitud, que parecían saltamontes armados.
Kyp los vio y observó que se acercaban rápidamente.
—¡Hipervelocidad! —gritó a su compañero.
—¡No tengo coordenadas!
—¡Ahora! —ordenó Kyp, y aceleró su nave al máximo.
El otro piloto hizo lo mismo, pero el Ala-A tenía tres de aquellos perversos insectos encima. Las criaturas expulsaban una sustancia que derretía la carrocería de las naves y les permitía meterse dentro.
Kyp perdió de vista el Ala-A cuando la luz de las estrellas se alargaba, justo en ese instante de realidad congelada provocado por el salto inicial al hiperespacio; pero, en algún lugar de su subconsciente, supo que el otro piloto no había conseguido dar el salto, y que la activación de la hipervelocidad había reducido a polvo el Ala-A.
Kyp, temiendo colisionar con un planeta o atravesar una estrella, salió de la velocidad luz casi al momento, pero antes de poder determinar dónde se encontraba, comprobó que él tampoco había salido indemne de la batalla, y que también llevaba un par de pasajeros no deseados.
Y uno de ellos había atravesado la carrocería de su nave y se dirigía hacia él cortando frenéticamente con las terribles pinzas.
Vale, en este fragmento, vemos que se puede saltar a la hipervelocidad, y no es extrictamente necesario tener coordenadas.
Trabajando solo, sin androide astromecánico, y con un manual básico de
ingeniería como única guía, Kyp alteró la red de potencia del motor iónico y
reforzó totalmente su escudo energético. Entonces, aguantando la respiración,
volvió a conectarlo. Esta vez el motor no soltó una llamarada, sino que creó un
escudo con forma de burbuja alrededor de Kyp, que el Jedi esperaba le permitiera
sobrevivir en el hiperespacio. A continuación introdujo las coordenadas de
Dubrillion, pero, mientras tanto, siguió revisando los archivos y pronto
descubrió que había otro posible destino: un remoto planeta llamado
Sernpidal.
No sabía qué hacer. En el planeta de Lando encontraría ayuda, pero, tras otro
chisporroteo del malogrado motor, decidió que era mejor dirigirse al cercano
Sernpidal. Kyp cambió las coordenadas y, concentrándose para que funcionara y
atento a cada sonido y movimiento, activó la hipervelocidad.
Entró y salió del hiperespacio casi de forma inmediata, justo un momento
antes de que el motor iónico se parara y el improvisado escudo se desactivara.
Pero el motor volvió a funcionar inmediatamente. Kyp, pensando en la tremenda
tarea que le esperaba, sacudió la cabeza. Tendría que recorrer todo el camino
hasta Sernpidal saltando pequeños tramos de hiperespacio. Y durante todo ese
tiempo tendría que tener fe en que el motor iónico no dejara de funcionar.
El Jedi volvió a activar la hipervelocidad. Cerraba los ojos, sentía las
vibraciones a sus espaldas, aminoraba cuando tenía que hacerlo y procuraba que
las explosiones repentinas del motor iónico llegaran a un nivel crítico. Para
preservar el oxígeno, comenzó a respirar más despacio y bajó su ritmo cardiaco,
pero se mantuvo lo suficientemente consciente como para sentir las vibraciones
del vehículo y salir del hiperespacio cuando era necesario. Después, cuando el
motor iónico estaba preparado, acunaba los mandos como si fueran un bebé cansado
y volvía a saltar.
Y en este fragmento, vemos que efectivamente, tampoco es estrictamente necesario introducir las coordenadas de origen a la hora de saltar.
Como dije ayer, estos fragmentos pertenecen al libro Vector Prime, de La Nueva Orden Jedi, cuando Kyp Duron acaba de tener su primer enfrentamiento con los Yuuzang Vong.