1. MatCauthon,
Buenas noches,
Como algunos saben, mi vida en los últimos años ha sido algo nómada, por diversas circunstancias. Ha llegado un punto en el que viajar ha pasado de ser una novedad que me gustaba a convertirse en parte importante de mi vida, con muchos significados, que me llena pero que además necesito hacerlo por muchas razones (trabajo, estudio, familia dispersa...) de todo.
Por eso, cuando encontré este artículo buscando info para un proyecto profesional, me quedé alucinado. Es de los textos más interesantes y que más me han hecho reflexionar en los últimos meses, sobre el sentido de mi vida, sobre por qué quiero lo que quiero y sobre lo mucho que he dejado de hacer sin saber por qué, aunque muchos supuestos de este artículo no se me aplican eso no lo hace menos válido para mí.
Chicos, el artículo es muy, muy largo, pero vale la pena. Si podéis invertirle 16 minutos de vuestro tiempo, aquí os lo dejo. La traducción es mía, si alguien me quiere tirar piedras aquí estoy. Lo he traducido por puro placer y he decidido compartirlo con vosotros, el original está en inglés en
https://medium.com/personal-growth/travel-is-no-cure-for-the-mind-e449d3109d71
A los valientes que lo lean de principio a fin, que lo disfrutéis la mitad de lo que he disfrutado yo traduciéndolo.
Viajar no es una cura para la mente.
Hoy es un día más, y tú estás llevando a cabo tus quehaceres. Cumples con tus tareas, y el día va transcurriendo en una continua sucesión de actividades, acciones y descansos.
Pero en varios momentos de tu rutina, haces una pausa y miras detenidamente a tu alrededor. Y ves las escenas de tu vida cotidiana. Esa película, tan familiar para ti, se torna borrosa. Y no puedes hacer más que preguntarte ¿Hay algo más allá de todo esto?
Por la razón que sea, este país, esta ciudad, incluso esta calle es el lugar donde has pasado la mayor parte de tu vida. Y es ese pensamiento el que hace que una ilusión germine en ti.
Comienzas a pensar en todos los lugares del mundo en los que podrías estar. Para ser más exactos, en todos los lugares en los que te gustaría estar.
Quizá en alguún lugar nuevo, más emocionante. Un lugar que pueda proporcionarte experiencias desconocidas.
Sueñas con ir a las hermosas playas de Tailandia. O a París, donde puedes disfrutar de la comida francesa, un delicioso vino y caminar por la Ciudad de la Luz de la que tanto has oído hablar.
O quizá a Perú, donde por fin podrás ir a Machu Picchu y ver esa maravilla arquitectónica que una inexplicable cantidad de amigos tuyos tiene en sus perfiles de Facebook. O a Alaska, donde podrás presenciar la gloria de la aurora boreal en todo su esplendor.
El mundo es tu patio de juegos y estás seguro de que todos estos paraísos inexplorados te proporcionarán toda la aventura, maravilla y lo más importante, toda la felicidad.
Viajar es la respuesta que muchos de nosotros buscamos cuando sentimos que vivimos en automático. La rutina de levantarnos, alistarnos, ir al trabajo, comer la misma comida, asistir a reuniones, salir del trabajo, comer la cena, relajarse, irse a dormir y hacer esto mismo de nuevo puede parecer una carretera infinita atrapada en un baúl.
Ese es el baúl de la vida cotidiana, el espacio que ocupamos en cada día de cada semana, mes y año de nuestras vidas. Es lo que consideramos "normal" en el contexto de una experiencia cotidiana, y es el sistema operativo bajo el que corremos cuando necesitamos llevar acabo una lista de actividades por defecto.
Los límites de nuestro baúl definen nuestro presente. Por eso, cuando soñamos con un futuro más emocionante buscamos fuera del baúl para hallar emociones como la maravilla, la sorpresa o la inspiración. Nuestro baúl está bien y es habitable, pero es en el mundo fuera de sus paredes donde reside nuestra esperanza.
Ya que gran parte de aquello que deseamos se encuentra fuera (en el futuro, por ejemplo), tomar contacto con el mundo exterior tanto como sea posible se convierte en la finalidad de nuestra vida cotidiana. Ese contacto representa el cumplimiento de nuestros objetivos, y valida nuestras aspiraciones. Esperamos que ese breve contacto cambie la apariencia de nuestro baúl, pero al fin y al cabo, las huellas de dicho contacto son fugaces.
Pongamos que un amigo te habla de la existencia de un nuevo y espectacular coche. Inmediatamente te sientes intrigado, y tras leer reseña tras reseña hablando de su increíble rendimiento, el coche se convierte rápidamente en un objeto de deseo para ti. El mundo exterior te ha puesto una meta tangible hacia la cuál correr y tu baúl hará todo lo que pueda para proporcionarte los recursos que te permitan alcanzarla.
Y así das vueltas y vueltas al ciclo de la vida cotidiana. Y los años se convierten en semanas, y las semanas en meses, y los meses en años.
Y un día cualquiera, tu trabajo se ve recompensado. Te ganas ese ascenso por el que tanto has trabajado y finalmente ¡puedes comprarte ese coche tan bonito!
Tu mente buye de excitación mientras lo compras y lo conduces fuera del concesionario. ¡Ese coche es por lo que has trabajado tan duro! Ahora que ya lo tienes, tu baúl nunca será el mismo, pues su estructura ha cambiado radicalmente.
Comienzas a conducirlo para ir al trabajo, para salir con amigos, para ir a todas partes.
Pero pasa algo. Aún cuando todavía estás feliz por tener tu coche nuevo, notas que la emoción que te causa tenerlo es mucho menor que el día que lo sacaste del concesionario.
Pasan algunos meses, y cada vez menos gente habla de la novedad de tu coche. Pasa incluso más tiempo. Te montas en tu coche, lo conduces de camino al trabajo, te ves envuelto en atascos, lo aparcas en el mismo punto donde aparcabas el coche anterior, etc.
Tu coche se empieza a ver algo sucio, pero ya no te preocupas por lavarlo más porque ya sólo es... un coche.
Han pasado años desde el día que lo compraste, y ya sólo es un vehículo que te lleva del punto A al punto B indefectiblemente.
Y otro día cualquiera, tu baúl vuelve a ser el mismo baúl de antes, con la misma textura y color que tenía en el pasado.
Lo interesante es que puedes reemplazar el objeto de deseo (el coche) por cualquier otro (una nueva casa, una nueva relación, un nuevo trabajo...) con idéntico resultado. Cambiar el contenido de tu baúl alterará temporalmente su tamaño y su forma pero finalmente, las nuevas cosas se convertirán en una parte más de tu vida cotidiana.
Entonces, si mover o cambiar el contenido de tu baúl no funciona, vas a la supuesta raíz del problema. EL baúl
Decides que, para empezar, necesitas dejar atrás ese baúl al que llamas tu entorno porque es una fuente constante de descontento. necesitas dejar el baúl abierto y aventurarte en un territorio desconocido donde aguarda la llave de la verdadera novedad y la maravilla perdurable. Y llegas a la conclusión que la mejor forma de lograrlo es por la vía del viajar.
Así pues, ahorras algo de dinero, le quitas algo de tiempo a tu trabajo, haces las maletas y partes para un país en el que nunca antes habías estado. Ahora puedes recrearte en la belleza de lo desconocido y sumergirte en un sinfín de cultura, cocina y vida que tu baúl jamás ha conocido.
El problema de esta solución es que, para la mayoría de nosotros, viajar y vacaciones van de la mano. Las vacaciones están pensadas para ser un respiro que nos tomamos para regresar motivados al baúl cuando ese respiro termina. En cierto modo, es absurdamente paradójico - hacer girar los engranajes del baúl es lo que nos da los recursos para escapar de él, pero los maravillosos recuerdos de nuestras vacaciones son los que nos llevan de vuelta al baúl.
Por tanto, si viajas únicamente en vacaciones, sabes que estarás de vuelta en el baúl muy pronto. Esto suele provocar que intentes maximizar la experiencia, convirtiendo tus vacaciones en una frenética y fatigosa carrera para vivir todo lo posible durante tus viajes.
E inevitablemente estarás de vuelta en el baúl, contando los días para poder salir de él nuevamente. Y llegará el día en el que comiences a soñar con dejar atrás el baúl definitivamente. Te das cuenta que
las vacaciones sólo son un chute de experiencia cultural, porque las restricciones de tiempo te impiden entender el trasfondo de un lugar desconocido.
Y un día, decides finalmente que la respuesta no está en el baúl. Está en cualquier otra parte, en un lejano lugar que un día visitaste. Pero esta vez te irás por un largo, largo tiempo. Seguramente, lo que estás buscando debe estar allí,no aquí.
Una vez llegas a tu nuevo entorno, la emoción es palpable. No sólo te has ido a un lugar del mundo completamente nuevo, sino que tienes el tiempo para explorar cada rincón de ese lugar. Conoces nuevos amigos que viven en esta tierra extraña, y os vais al centro de la ciudad, a probar esa comida de la que tanto has oído hablar. Y sin comerlo ni beberlo, tienes un grupo de amigos nuevo con los que salir. Son divertidos e interesantes, características difíciles de encontrar en la gente de casa. Estos tíos tienen profundos conocimientos en una cultura sobre la que te encantaría aprender más, así que cada quedada es una oportunidad de hacer cosas que nunca habías hecho antes. Puedes también ver muchas cosas que antes no habías visto, y es genial. ¡Guau! Si alguien te pregunta qué tal todo, puedes contestar sin exagerar que todo va increíble.
Pero recuerda, como vas a estar allí por un tiempo, pasarlo bien con gente interesante y ver nuevos paisajes no son las mejores maneras de sostenerte económicamente. Además, todos tus amigos están ocupados trabajando durante el día y ser un caminante solitario sólo es divertido por un tiempo. Así que sí, es momento de conseguir trabajo.
La naturaleza de tu trabajo es muy similar a lo que hacías antes. No es lo ideal, pero te permite cumplir tus sueños de viajar y escapar del viejo baúl, así que es suficiente.
Todo listo. Tienes una fuente de recursos que te permite mantenerte en tu nuevo hogar y puedes continuar viviendo experiencias únicas en esta tierra mientras el tiempo pasa.
Pero he aquí que el tiempo, sin importar dónde estés, se mueve sólo en una dirección. Hacia adelante.
Y es ese movimiento lineal del tiempo la forma en que la naturaleza pone a prueba aquello que consideramos importante. Sólo el tiempo revela si una búsqueda está motivada por la novedad o por un propósito duradero. Y cuando se trata de viajar, la prueba del tiempo revela rápidamente que esa búsqueda está motivada por la novedad.
Cuando los días en este nuevo país se tornan semanas, las experiencias comienzan a sucederse de un modo que nos resulta familiar.
El bar al que fuiste emocionado a comer al llegar ahora es donde vas a comer de lunes a viernes. Los amigos que te mostraron todas esas cosas culturales tan guays ahora son gente a la que ves todas las semanas. Y encima, sueles salir todo el tiempo por los mismos lugares.
Las vistas por las que un día pagaste ahora son simplemente monumentos por los que pasas de camino al trabajo. El trabajo que tienes parece el trabajo que tenías en casa. Y ya que hablamos de casa, comienzas a preguntarte cómo les estará yendo a tus amigos allí, porque ellos son quienes han vivido contigo años de experiencias compartidas, no semanas. Y sin ser consciente de ello, los sucesos en tu vida se van acomodando en un orden muy familiar... uno del que trataste desesperadamente de escapar hace no mucho tiempo.
Y según las semanas se convierten en meses, la realidad te golpea como un mazazo. Los contornos de una silueta muy familiar van tomando forma... El baúl de la vida cotidiana. Estás de nuevo dentro.
¿Qué diablos hace este baúl de nuevo contigo? Cómo te ha seguido todo el camino hasta aquí?
quizá es momento de encontrar otro lugar al que ir. Algún sitio aún más lejano. Un nuevo continente, tal vez. Así como ha regresado el baúl de la vida cotidiana, también lo ha hecho la urgencia por escapar de él.
Pero este es el punto. No importa lo que hagas para escapar del baúl, no funcionará. Puedes cambiar tu entorno externo tantas veces como quieras, pero siempre viajarás con el baúl que siempre te acomaña. Ese baúl al que llaman tu mente.
Cuando estamos obsesionados con viajar, nos enfocamos en cambiar y revisar nuestro espacio externo mientras dejamos de lado el espacio con el que siempre viajamos, nuestra mente. Si tu mente no está en calma, la misma ansiedad y desasosiego que sientes hoy te alcanzará inevitablemente mientras viajas. Se puede retrasar ese momento viviendo nuevas experiencias, pero sin importar donde estés, una mente desasosegada acabará imponiendo su ley.
Esa sensación de intranquilidad por todos los problemas sin resolver que sientes en casa te perseguirá donde vayas. Un desgaste en la relación con tu familia, la sensación de que tu trabajo no sirve para nada, una baja autoestima, tensiones con tu pareja, una depresión que te acecha.. La respuesta a cualquiera de estos problemas no reside en un billete sólo ida a un lejano destino.
Sócrates lo dijo mejor.
Sobreestimamos el placer que nos causa vivir nuevas experiencias y subestimamos el poder que tiene encontrar sentido en nuestras experiencias actuales. Aunque viajar es una forma fantástica de ampliar nuestra perspectiva sobre culturas desconocidas y formas de vida inspiradoras, no es una cura para el desasosiego. Quiénes somos en un espacio importa mucho más que el espacio en sí mismo.
En vez de hacer del ansia de ver mundo nuestra búsqueda de sentido, debemos mirar hacia adentro y aprovechar lo único que realmente existe. El baúl de la vida cotidiana.
En vez de ver este baúl como un problema del que escapar, deberíamos darnos cuenta que es lo único de lo que realmente nos podemos sostener.
Cuando ves la vida como un ciclo continuo en este baúl, es fácil dar cada uno de sus componentes por sentado y verlo todo como una vaga repetición. Sin embargo, cuando te tomas el tiempo de inspeccionar el baúl detenidamente y siendo consciente de su contenido, descubrirás el verdadero asombro que hay en él. Y la mejor herramienta que cualquiera puede usar para magnificar esos grandes descubrimientos es la práctica de la gratitud.
La gratitud es lo que te permite tener esa sensación de maravilla en tu vida diaria como si estuvieras transitando las calles de una ciudad lejana. La gratitud es lo que alumbra el hecho de ser una suma de miles de millones de átomos que se unieron para crear esa combinación sorprendente de neuronas, células y órganos que te permite tocar objetos, degustar deliciosos manjares, salir a caminar, reír ante una broma o ver las estrellas en el cielo nocturno.
La gratitud es lo que te permite darte cuenta que todo el mundo a quien conoces también parece ser fruto de una colección de átomos que se ensamblaron en este preciso momento del discurrir del tiempo, cuando pudieron haber nacido miles de años antes o cientos de años después. Nuestro árbol genealógico, el hecho de que nuestros antepasados fueron lo suficientemente saludables (y atractivos) para reproducirse y la locura de haber sido lanzados al mundo a la vez es una coincidencia por la que sólo podemos sentirnos totalmente asombrados y agradecidos. Sentirse agradecidos por nuestra existencia y su relación con el otro permite un florecimiento del significado y el propósito en nuestra exploración de la vida. Es sólo el inicio de una lista infinita de cosas que nos esperan y no necesitamos cambiar nuestra ubicación física ni un milímetro para hacer crecer esta lista.
Si la gratitud es la herramienta que utilizamos para resaltar la belleza innata que hay en nuestros baúles, prácticas como la meditación mindfulness son las que permiten que dichas realizaciones se conviertan en parte de nuestro día a día. Una de las dificultades asociadas a las rutinas que conlleva nuestra cotidianidad es que suelen congelarse formando un gigantesco bloque, al cuál solemos llamar vida. Y este bloque puede endurecerse con el tiempo hasta crear una barrera impenetrable que nos impide aprehender esos consejos y realizaciones tan útiles que están a la vista de todos.
La meditación ayuda a suavizar la textura de ese bloque, limando nuestro abultado ego y los pensamientos neuróticos que anidan en lo más profundo de nuestra consciencia. Qué ganamos con esta claridad y apertura para ver el baúl de la vida cotidiana como realmente es? Un reflejo de la vida que puede ser puesto en armonía con la atención y el cuidado necesarios.
Aún cuando la claridad en la experiencia es un camino recto hacia la paz mental, hay otra cualidad de nuestra mente que a menudo es dejada de lado, la capacidad de hallar fascinación en la mente del otro.
Los libros son una fuente de constante maravilla y aventura. EN vez de buscar experiencias inspiradoras en lugares lejanos, esos objetos maravillosos están a nuestro alcance en todo momento.
En mi caso, disfruto leyendo especialmente obras de no ficción, pero la literatura en cualquiera de sus formas, cuando es buena, es sencillamente cautivadora. Piensa que cuando lees un libro estás emprendiendo un largo viaje a la mente del autor. Es sorprendente para mí que siendo yo una persona normal, obtengo acceso inmediato a las mentes más brillantes del pasado y el presente y puedo absorber años y años de afanosa investigación en cuestión de días o semanas.
Puedo entrar en la mente de un renombrado filósofo especulando sobre el misterio de la consciencia, o puedo tomar asiento en la mente de un historiador mientras detalla las conquistas del Imperio Mongol bajo el yugo de Jenghis Khan. Puedo aprender lo que desee, y es una aventura que siempre puedo vivir donde estoy ahora.
Esta capacidad de vernos cautivados por la mente de otros se manifiesta también en forma de nuestros seres queridos y amigos. Sin embargo, son aquellos más cercanos a nosotros sobre quienes más damos cosas por sentadas. Creemos que sabemos todo lo que hay que saber sobre ellos, y nuestra naturaleza curiosa está reservada sólo para conversaciones intrascendentes y con extraños. Pero cuando realmente nos causan curiosidad nuestras relaciones, descubrimos que sólo conocemos superficialmente a muchos de quienes más estimamos. Encuentro esta pauta recurrente con muchos de mis amigos. Simplemente, haber hecho una pregunta en el momento adecuado ha dado lugar a historias interesantes y perspectivas que antes me estaban vedadas.
Este acto de compartir historias es uno de los placeres que he experimentado una y otra vez con la gente. Siempre hay una historia interesante en cada cabeza, y escucharlas mejora la salud de la nuestra.
Aunque viajar ensancha los horizontes de lo que sabemos del mundo, no es la respuesta que buscamos en momentos de inquietud. Para fortalecer la salud de nuestra mente, el lugar para hacerlo es aquél en el que ahora estamos. Es independiente de dónde estemos, y siempre lo será.
La clave no es dejar a un lado el baúl de la vida cotidiana y encontrar otro. Es aprovechar con gusto el que tenemos con sus virtudes, sus defectos y todo lo demás.
Este artículo es una adaptación de la carta moral de Séneca a Lucilio, sobre los viajes
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Dernière édition par MatCauthon, 07.06.2019 07:41