1. SM-Casio-Chiptune ,
¡Hola!
Por dios, andamos todos los pibes bastante creepypasteros ahora... Pero les prometo que es la única que me hice hasta ahora, o sea, no tengo más que publicarles, aparte de otro relato de terror (no creepy) que tengo que terminar, vaya a saberse cuándo.
Esta del hombre de los chocolates es el tercer relato de una serie llamada "Las aventuras chocolateras en Habana", serie que relata las andadas de Javier, nuestro protagonista, con diferentes amigos, amigas, novias, amantes y demás, en Habana, la chocolatería más grande de Monstruocity, basado en una de las mayores companías de chocolate originarias de Mar del Plata y para todo el país, incluso internacionalmente reconocida, ya que por ejemplo sus alfajores llegan a diferentes países del mundo.
Sin más, enjoy!
Mi amigo Kevin y yo decidimos ir al Habana, una noche un tanto oscura, para festejar, porque salimos de la cancha de ver el súper clásico, chemical vs hermits, ganando Chemical, nuestro equipo, 3 a 1.
Para festejar, le propuse que vallamos a morfar algo a la Habana.
-Yo no puedo con el chocolate, ¿sabés?
-¡Cómo no vas a poder comer chocolate! -le dije sorprendido.
Aparte de Jime (mi amor) no conocía, o no recordaba ser humano antichocolate, o que prefiriese otra cosa y sea capaz de dejar esta delicia en segundo plano.
-Cuando lleguemos allá, te voy a contar por qué. -dijo Kevin con un leve tono misterioso.
Cuando llegamos, la camarera nos dio la carta y organizamos todos los pedidos.
Yo debería comer, aparte ya era de noche y debería cenar, pero como ya les conté, el olor a chocolate era tan fuerte que no podía resistirme. De todos modos, decidí comer algo prácticamente salado (porque hambre tenía) y de postre, tranquilamente chocolatearía como de costumbre.
Kevin se pidió un sándwich de lomito con queso, huevo y no sé qué más, y yo una ensalada de rúcula, jamón crudo y queso parmesano.
De tomar nos pedimos cada uno una cervecita negra, para mamarnos y levantar el ánimo con toda.
-Ahora mientras comemos, te voy a contar por qué no puedo ni tocar el chocolate, por qué no lo puedo tener ni cerca.
-No puede ser, no seas exagerado, che, no podés tenerle alergia al chhhhocolate, -le dije.
-No, no tiene nada que ver con la alergia, me muero si como chocolate.
-Yo me muero si en el mundo el chocolate ya no existiera, -le dije.
-Ya, carajo, pero yo tuve una experiencia de hace un montón de años que entiendo muy bien que no me la puedas creer, pero sucedió... -dice todo esto Kevin, un pive años más grande que yo, empezando sus 30, fortachón, musculoso, siempre bien dotado en todo su cuerpo especialmente para las artes marciales que es lo que desde pendejo practica y practica, todo lo contrario a mí, deportivamente hablando, que a penas me pegan ya me dejan llorando, mientras su voz se hace más misteriosa.
Llegó la camarera y me trajo la ensaladita a mí, y al cabo de unos 15 minutos, le trajo el lomito a Kevin.
Para ese entonces yo ya estaba devorando la ensalada a lo loco, aunque claro, el jamón crudo estaba salado como mar muerto.
Ya comiendo juntos, por fín, Kevin me cuenta con una voz muy misteriosa la siguiente historia:
Hace muchos años, cuando vos todavía te meabas en el cuerpo de tu mamá y tomabas la teta, existió un extraño sujeto que, no sé si aún exista, pero a mí me traumó. Nunca se supo su nombre, pero todos lo apodaban y conocían como "el hombre de los chocolates". En aquella época yo incluso era más pendejo que vos. Corrían rumores no muy agradables sobre él, siempre la gente lo veía, por la calle y todo lugar por donde pasara, cargando una caja enorme que según cuentan los viejos habitantes de monstruocity, contenía enormes cantidades de chocolates, de todos las clases, todos los sabores y todos los colores. Pero además, siempre se lo encontraba comiendo chocolate, siempre dentro de una boca que yo conocí y es como de tiburón, había chocolate. Lo más raro es que jamás reventaba, jamás se empachaba, y siempre se lo seguía viendo cargar aquella caja enorme como ya te conté.
Un buen día, yo estaba jugando al fútbol con unos amigos, y cuando estaba saliendo, unas calles más allá de la cancha, ¡no pude creer lo que vi!
Estaba el hombre de los chocolates con su infaltable caja y sus pedazos de chocolate en la boca, rodeado de un ejército de agentes de policía, con el jefe incluído. Yo por primera vez vi cerca mío al hombre de los chocolates, que era gigante, gordo y monstruoso, solo imaginátelo. Aquellos agentes estaban intentando detenerlo, porque, según investigaciones, esa caja contenía diferentes chocolates robados de diferentes tiendas, las cuales habían sido clausuradas por él, según lo acusaban, y también se decía que ya varios niños de esta ciudad habían muerto intoxicados o directamente habían desaparecido de la nada, según sus pobres padres, tras comer chocolate. YO había visto días atrás algo en la tele, pero no me la creí, para mí eran puros cuentos chinos. Pero no, el horroroso ser conocido como el hombre de los chocolates estaba delante mío, rodeado y zafando de las esposas que los agentes trataban de ponerle, y desde luego no podían. Pero pude ver cómo los agentes al intentar esposarlo recibían una descarga eléctrica. El hombre de los chocolates seguía gritando y gritando, dibujándose una sonrisa malépica en esos labios ya marrones además de rojos, sonrisa entre chocolatosa y demoníaca en ese tremendo rostro de lobo feroz que me dddejó las piernas temblando, helado de pánico.
Finalmente, los agentes sacaron sus armas. Intentaron matarlo, le daban cada uno 1, 2, 3, 4 y mil tiros, las armas funcionaban a la perfección y las balas no fallaban, pero el hombre de los chocolates no se morían. Seguían intentando de todo, si lo herían y le salía sangre, se regeneraba en cuestión de segundos sonriendo demoníacamente y devorando más chocolates de aquella enorme caja, que los agentes no lograban sacarle ni a tiros. Yo, por supuesto gritaba de terror y pánico, pues además aquel ser me miraba fijamente a mí.
Tras un último intento, como si de un ser mágico se tratara, el hombre de los chocolates de repente, sin emprender vuelo ni nada, ¡desapareció! Como si nunca hubiera estado, como si fuera un fantasma.
Los agentes, yo y algunos compañeros míos de fútbol nos quedamos como confundidos, aterrados y preguntándonos por donde salen las balas, qué hacer ahora, qué tipo de ser puede ser el hombre de los chocolates, cómo terminar con él.
Cerca nuestro se distinguía una mancha marrón que, o iba creciendo, o nuestro miedo nos lo hacía ver así.
Sin aliento ni fuerzas, volví corriendo a casa. Esa noche no pude dormir, mi mente daba vueltas, aterrado y todo, en el hombre de los chocolates, incluso tuve pesadillas. Mi mamá (todavía me la acuerdo) y yo salíamos de un quiosco y yo, como te podrás imaginar me compré un chocolate que ya no me acuerdo cómo era, ahí nomás, en la calle, el hombre de los chocolates, igualito a como lo había visto al día anterior, me secuestró y me llevó a una cueva secreta, en la que me enterró junto a otros pendejos, y en la que nos intoxicaba, nos daba chocolate, pero tóxico. Desperté llorando de esa pesadilla, pero además, sentía un escalofrío muy fuerte, un sudor frío que recorría todo mi cuerpo, y además temblaba...
Un tiempo después, ya pensando yo que lo del hombre de los chocolates era una alucinación mía, o una pesadilla demasiado real, me lo crucé de sorpresa, ni siquiera lo recordaba.
Estaba caminando por la peatonal con una mina, y en el camino estábamos comiendo bombones, que yo le regalé a ella pero me convidaba. Era una de mis primeras minitas. De repente, y en frente de una perfumería, yo estaba por comerme un bombón relleno de ya no recuerdo qué, y ni bien me lo estaba llevando a la boca, sentí un golpe bien duro que me tiró al piso. Iba a desmayarme, pero en seguida recobré el conocimiento. El bombón, ya no estaba ni en mi mano, ni en el piso, ni lo tenía mi hembra, ni nada, eb cambio, una figura que yo no recordaba, me miraba fijamente, hechando descarga eléctrica de la furia, y apuntándome con un rifle de caza.
Tomando a mi chica de la mano, quise salir corriendo, y entonces él gritó:
-¡Hey, Kevin! ¡Qué mierda hacés por acá comiendo chocolate!
Traté de hablar, pero solo me salían siseos...
-¿Qué hacés acá vos por fín? ¿cómo supiste mi nombre?
-Eso te chupa un huevo y la mitad del otro, hermano, ¿creías que yo había muerto? Olvidate queridín, ¡olvidate! Así como viste que los agentes de la poli quisieron matarme y no pudieron, ya te digo, soy inmortal. Que te vaya quedando clarito, y ya deberías tener más que sabido que vos al igual que el resto del mundo tiene prohibido comer chocolate. ¡Acá el rey, el poderoso y el hombre de los chocolates soy yo!
-Bueno loco, tranquilo, ni sabía que andabas por acá...
-¡No te vengas a justificar porque te asesino a tiros ya mismo! -me gritó amenazante, mientras su rostro se volvía humo. -Ahora no los voy a matar, pero sí les voy a decir una cosa a los dos, mientras me pongo a matar al próximo que ande chocolateando a mis espaldas, y es más, voy a volver a clausurar todos los quioscos, chocolaterías, mercados y todo, así que se van al joraca. Pero escuchen bien una cosa, próximo chocolate que se coman en el resto de sus días, no solo se van a acordar de mí, sinó que voy a ser el primero en enterarse, ¡y ahí los quiero ver!
Y ahí nomás, desapareció como desapareció la vez que lo vi junto a los agentes.
Algunos años mientras estudiaba en la facu, me acordé del hombre de los chocolates, y le conté todo a un amigo que es detective. Después de buscar y buscar, nos enteramos que este man, no es un ser humano como nosotros, fue producto de un experimento que realizó la Alchemist Studios, una compañía que desde principio de los 80 está (o estaba) haciendo productos que burlaran la humanidad que hoy conocemos, y quisieron aprovecharse de los niños y los chocolateros en general. Después de investigar, nos enteramos que el laboratorio principal de ALchemist Studios seguía en pie, quisimos ir allá, y fuimos, pero una jauría de perros mordedores hacía guardia de la manera más monstruosa que te puedas dar una idea, más monstruos que perros, yo traté de ser valiente y enfrentar a esa jauría que a cada segundo parecía aumentar, pero no pude, me temblaban las piernas, se me estaba saliendo el corazón del pecho quise huir hasta nuestra camioneta, nos costó mucho porque los perros nos perseguían amenazadoramente, pero por fín logramos escapar y llegar, eso sí, muertos de miedo, a la cancha.
Hasta el día de hoy, aparte de no saber más nada, ya te digo, por eso no puedo tocar más el chocolate... -me dijo Kevin a punto de largarse a llorar, y para ese pubto del relato ya habíamos terminado de comer y la camarera estaba por volver.
-¿Será posible? ¿Viviste en serio esto o me estáshaciendo todo un show homenaje a Stefen King?
-No, boludo, te lo juro... -dice ahora sí, llorando a medias. -Entiendo que no me creas, pero qué te puedo decir...
-¿Pero será posible? Es una pena, boludo, a quien no le gusta el chocolate...
-Y sí, papá, a mí me encantaba... por eso te tengo envidia, boludo, vos comiendo chocolate como si el hombre de los chocolates no existiera y yo...
-Pero papá, pedite algo de chocolate de postre y listo, no seas tan traumado...
-¿Cómo van chicos? ¿Estás bien? -preguntó la bombón a Kevin.
-Sí, gracias, muy bien...
-Te veo con carita triste...
-Naa, -intervine yo, -es por que estamos hablando, pero todo muy bien.
-Ah, bueno, ¿van a comer postre?
-¡sí, sí! -dije yo enloquecido, y Kevin no dijo nada más.
-Escuchame, -proseguí yo. -Traeme un brownie y un par de galletitas, de esas chocolateras.
-Muy bien, ¿y vos? -Preguntó a Kevin.
-No, gracias, ya estoy muy bien con el lomito, tranqui.
-Naa, pedite algo, boludo...
-Naa, ya estoy muy bien así.
-OK, ya estamos. -dijo la camarera y se fue a traernos las cosas.
-¿Seguro que no querés que te convide un poco de brownie o algo, papá?
-Naa, no me jodas, ya te digo...
-¡Che! -le gritó Kevin a la camarera, quien regresó en seguida. -¿Tenés algún postre así al estilo frutillas con crema?
-Sí, ¿querés eso?
-Okey, dale.
Ahora sí, mi bombón regresó con un brownie y un par de galletitas de chocolate negro, y una copa de frutillas con crema...
-Che Kevin, ¿me convidás una cucharada con crema y todo? Yo te doy un poco de brownnie.
-Mmmm... ¿me das una de esas galletitas?
-Ah, ¡viste que ibas a querer! -dije sonriendo.
-Y... sí... -dijo dubitativo.
Me convidó una cucharada, deliciosa, de frutilla con muuucha crema, yo estaba dándole una de las galletitas y...
-¡Hay, carajo, se me quedó pegada en la mano...
-¿Quéeee? -exclamé incrédulo.
Keving trataba mordiéndose esa parte de la mano, y retiraba la boca dando un alarido de dolor.
-¿Qué pasa, chicos? -dijo la camarera, alarmada.
-No me la puedo...
-¿Quée? -dijo incrédula la camarera, no solo vio la galletita firmemente sujeta a la mano de Kevin, sinó que la misma iba cambiando de color.
-¡Dios mío, carajo!
La camarera (pobre) quiso retirar ella misma la galletita de su mano, pero una descarga eléctrica la retiró haciéndole dar un grito de terror que a otros empleados puso en alerta. Ya eran varios observando la galletita que en ese momento estaba roja, roja como la sangre, y al mismo tiempo, la sangre de mi pobre amigo, iba absorbiéndose en lo que hasta entonces fue una delicia chocolatera.
-Esto no puede ser... -dijo temblando una de las chicas.
Todas y cada una de ellas, y yo incluído, intentamos, ya sea con las manos, la boca y herramientas de cocina, salvarlo de alguna manera de aquella extraña reacción química, y lo único que ganamos todos (y cuando digo todos es todos) fue una descarga eléctrica, un dolor y un miedo... La galletita no solo seguía cambiando de color, ahora aumentaba y se extinguía por la mano de mi pobre Kevin, el cual no podía hablar más.
Entonces, lo que faltaba, al mismo tiempo que se cortó la luz y por supuesto la música ya no sonaba y toda la chocolatería quedó a oscuras) la luna, sin dar señales de ir ocultándose, desapareció, desapareciendo igualmente toda su luz, sumiéndonos en la oscuridad más absoluta, ni siquiera la cantidad de ventanas ni una mísera vela podría ayudarnos, menos ahora con este apuro que se nos presentaba. Lo supe porque la camarera, la cocinera y las demás chicas lo acababan de comentar, con el miedo en aumento, el cual me estaba dando a mí, es todo increíble, tiene que ser una pesadilla pensaba yo...
De repente y sin más, así a oscuras como te digo que estábamos, un relámpago nos hizo gritar aterrados a todos, porque hasta el sonido que hizo era peor que los truenos naturales que ya todos conocemos, y así, de golpe, entró... ¡adivinen quien!
Síi, mis amigos, con nosotros, señoras y señores, ¡el temible hombre de los chocolates para servirnos!
Sí señor, el hombre de los chocolates, entró a Habana, muy sonriente, como de costumbre con su caja enorme de chocolates.
De pronto la galletita se despegó de la mano de kevin, volvió a su estado original,y voló haciendo círculos hasta aterrizar en la boca de tiburón del hombre de los chocolates, quien sonriendo dio un beso a la cocinera y a 2 empleadas guapas más, quienes lo miraron con mala cara como preguntándose "¿quien carajo es este?" "¿de donde salió?"
-Kevin, amiguín, ¿cómo andamos tantos años? -dijo estrechando una mano ardiente de fuego al pobre Kevin, estrechándole la misma mano que recién contenía la pobre galletita de chocolate, y haciéndole gritar de dolor, porque el hombre de los chocolates lo había quemado y ahora su mano se iba inchando, inchando e inchando...
Una de las empleadas, marcó desesperadamente unos números.
-Mucho gusto, Javier, soy tu nuevo amiguito, el hombre de los chocolates, -me dijo golpeándome fuertemente la espalda-. ¡Qué, hacen, ustedes, chocolateando, y hablando, de mí, acá! Kevin, ¿te acordás la última vez que nos vimos? ¿Que te dije que donde tocaras chocolate yo iba a ser el primero en verte? Ahora,jodete...
-Señor, ¡retírese ya mismo porque estoy llamando a todos los servicios de emergencia! -gritó desesperada una de las chicas.
-Hay, mamita, por Dios, no grites así que te vas a quedar sin voz, no te molestes en llamar a la poli, que ya traté mil veces con ellos y jamás pudieron conmigo, ¡buuuaaaaaáajajajaajajajajajaaaaaa! -su rostro volviéndose el mismísimo diablo. Kevin, inmóvil, lloraba.
-Ahora, mis dulzuras, si me lo permiten...
Sin más, se abalanzó y en menos de 6 milisegundos, Habana quedó totalmente vacío de chocolates. Todos los depósitos no contenían más que recipientes con aire.
La cocinera y algunas más no pudieron ocultar más la rabia, intenté intervenir, igualmente enojado, con mis ataques y defensas que podrían haber sido muy fuertes, pero ni pude empezar a hablar, cuando un golpe que casi me rompió la cabeza, según dicen, me hizo perder el conocimiento.
Dicen los médicos que desperté recién en varios días. Nunca supe nada más de Kevin, esa fue la última vez que lo vi, por supuesto sigo llendo a Habana hasta el día de hoy, toda la gente niega lo sucedido...
Pontuação: +0