historias creadas por ustedes

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31. r-althor,

bueno... y yo que pensaba decir que no me parecía una historia, primero por la longitud de los capítulos, y que no veo una introducción, desarrollo ni desenlace. En fin, cada loco con su tema, o con su historia, si así lo prefieren.

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32. Rayo ,

Me gusta el desarrollo de la... amm... novela por lo que mencionan ran y el bebote osea me gusta la trama pero si se dice ser novela los capítulos son muy cortos.
Pero pues me guusta la historia xd

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33. bebita.princesa ,

Hola
Un consejo para los que están escribiendo al igual que yo. :D
Cuando se desea escribir un libro de cualquier tema debe de haber primero una planeación de este.
Debe de planearse una buena introducción, esta parte es importante hacerlo ya que con esto se atraerá la atención del lector.
Debe de planearse de un aproximado de cuantos capítulos tendrá y que se tratará en cada uno de estos.
Debe de planearse el final. si también aparte de esto mencionado se quiere añadir algo más como bibliografía, o datos extra es importante que tendrán estos también.
aSí será más fácil escribir. lo digo por experiencia, también es importante saber la manera de ser de cada personaje, los lugares en donde se desarrolla la historia, el tiempo en donde sucede
La cosa es que uno pueda ya sea en pocas frases o en capítulos largos trasmitir bien el asunto del capìtulo. así no hay posibilidad de que los lectores pierdan el interés.
Finalmente. los que llegamos a compartir escritos de cualquier tema tenemos que tener la disponibilidad de escuchar críticas, es importante escuchar a quienes trasmitimos el escrito, así sirve para mejorar la manera de redactar.
Hay que ver que en las sugerencias, consejos y critícas puede haber algo que nos ayude a crecer como escritores.

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34. Nicky_Jam ,

Yuly, no es para que te enojes, no! Es muy diferente una crítica constructiva, que sirve para darte ideas y de que esta manera pienses mejor cómo vas a hacer las cosas, y otra muy diferente es criticarte por criticar, sin argumentos ni buenas intenciones, cosa que el amigo no hizo. Tu idea está buena para quienes gustan de historias románticas, pero tenés que desarrollar más la historia si pretendés que fuera una novela. No te preocupes, yo en su momento fui un desastre y mejor no te pongo cómo escribía yo en mi adolescencia, que me da vergüenza... Pero aprendí de todo eso y aún quiero aprender. Las mías que compartí hasta el momento no son novelas, sinó relatos. Hice alguna suerte de novela corta, te la puedo mostrar cuando quieras para que veas cómo es (no la publico acá por razones obvias)
Ahora voy con otro más...

Una pequeña heroína.

Camila tenía una apariencia tan tierna, dulce, inocente y angelical que a quien la veía le costaba creer que fuera una niña mala, hasta que esa persona lo viera con sus propios ojos. Ella siempre ha tenido todo lo que quiso. Su mamá, tan dulce y suave, únicamente retándola cuando la tenía que retar, la ha complacido en todo. Ha tenido demasiados juguetes con los que divertirse desde bebé, mayormente electrónicos. Ha tenido muñecas y las rechazó enérgicamente. Ella sabía de alguna forma que era una niña diferente. Mala, lo que se dice mala, ella misma no se definía como tal, pero detrás de esa apariencia de pura dulzura se escondía un carácter endiablado que, si se le intentaba quitar a golpes, aumentaba. Ahora tenía 10 años. En la escuela todos la querían, e incluso quienes no le hablaban o no se le acercaban, sin duda por temor, la admiraban. Yo también, por supuesto. Fue mi compañera y una gran amiga. Ella era tan astuta que, por ejemplo, si todos salíamos al recreo, ella sabía colarse entre la gente, volver al aula, abrir las mochilas de los demás y arrasar con la comida que traíamos. Especialmente con lo más rico, siempre escondiéndose, para no ser descubierta. Se comía los dulces más deliciosos y dejaba al resto de los chicos únicamente con lo menos rico. Nosotros, resignados, debíamos conformarnos con nuestra mala suerte. Se la ha reñido, se la ha mandado a dirección, se le ha regañado por otros malos comportamientos. Pero nada sirvió. Ella, niña tan tierna a la vista y sin embargo mucho más inteligente y lista que cualquiera de nosotros, los gansos de sus compañeros, sabía salirse con la suya de forma que al final, se ganaba hasta a la directora. No había nada que hacer. Citar a sus padres no era una opción. Llamar a casa tampoco. Si se la mandaba con una nota en el cuaderno, ella era tan lista para tacharla discretamente, y claro, jamás mostrar el cuaderno con tales notas, solo con buenas notas que también tenía. Si se intentaba llamar por teléfono a la casa, nunca daba tono éste, ya que la niña era tan lista para desconectarlo antes de marchar al colegio, y su mami jamás se daba cuenta. Claro, ella regresando del colegio volvía a conectar el teléfono y eliminaba el registro de llamadas. Solo había una persona a la que Camila jamás se ganó. Era alguien a quien detestábamos todos. Era nada más ni nada menos que el profesor Varone, un viejo cascarrabias algo jorobado, incuestionablemente feo y con el deseo de jubilarse de una buena vez esculpido en ese rostro de cara de culo que parecía acompañarlo a todas partes. El viejo Varone era un sabio nato, diciendo palabras a cuál más rebuscada y atropellada, lanzando escupitajos a diestra y siniestra, alguien a quien era mejor no callarle la boca. De lo contrario, si uno se ponía rebelde, le cuestionaba algo o le levantaba la mano en pleno discurso, lo hacía desaparecer. Gritaba, tenía un carácter que daba miedo. Si uno se portaba mal, lo jalaba fuertemente del pelo o de las orejas, se lo llevaba a rastras a una esquina del salón, esparcía maíz en el piso y obligaba al alumno a arrodillarse allí tanto tiempo como a Varone le diera la gana, así pasen horas. El alumno en cuestión no podía siquiera ir al baño así se estuviese meando encima. Los matoncitos de la secundaria algunos días antes de lo que estoy por contarles, se habían reunido y habían acordado pintar grafitis por toda la escuela difamándolo y mandándolo a la concha de su sin duda difunta madre. La reacción de Varone no se hizo esperar, cuando una mañana entró a la escuela, con su cara de perdonavidas, con notorias ganas de comerse vivo a alguien y se encontró la sorpresa de su vida. ¡En qué ataque de cólera montó el hombre! Desde luego, los grafitis eran anónimos, así que, como buen viejo cascarrabias que era, y con la preceptora pisándole los talones con la cabeza gacha cual perrito asustado (porque presumí siempre que la preceptora le tenía un pánico nada reprochable) entraban aula por aula a interrogar uno a uno a los muchachos de cada curso. Camila, niña mala como ella sola, que tenía una gran relación con los matoncitos de la secundaria, había pintado muchos grafitis escribiendo protestas e insultos, siempre con diferente letra, sabiamente, para no ser descubierta. Camila y Varone eran enemigos íntimos, de lejos notábamos todos cómo se detestaban mutuamente. Pero, además, Camila era la única que no se le quedaba callada. Siempre le contestaba y le levantaba la voz sin que le temblara un músculo, más que de la pura rabia. Y si Varone se atrevía a ponerle una mano a dos metros de cualquier parte de ella le demostraba una gran superioridad física, moral y hasta sexual, pues dejaba en claro ante todos que ante los ovarios, los huevitos no eran nada. Y Varone, cagándose en toda la familia y los antepasados de la criatura, no tenía otra opción que continuar la clase con la cola entre las piernas. Si Varone tocaba a algún amigo o amiga de Camila, ella corría en su defensa y (una vez más la intervención de los demás adultos no servía) si lo veía necesario, le metía un hermoso sopetón a puño cerrado. Sí, le pegaba valientemente. Se acercaba, a finales de aquel año, el examen integrador. -Vos vas a dar examen oral. Como no apruebes, te juro que no vivís para contarlo -le gritó Varone a Camila, una clase antes del examen, mirándola con un odio ya nada disimulado. Ella por toda respuesta asintió lanzándole una mirada feroz. Llegó el tan ansiado día. Cuando empezó la clase de ciencias sociales, Varone iba a llamar uno a uno a los chicos a exponer oralmente lo que habían visto durante todo el año, hasta no más de 10 minutos. La primera en tener que pasar, como era de esperarse, fue su peor enemiga del curso. Ella había venido bien preparada. Discretamente, antes de que el profesor entrara y lejos de nuestras miradas, sacó una navaja de bolsillo de su mochila y un spray paralizante. Se había guardado rápidamente ambas cosas en el bolsillo grande de su buzo con mucho sigilo, para tenerlas preparadas para cuando llegara su turno. Varone la hizo pasar al pizarrón de malos modos. Ella, sabiamente, pasó adelante, simulando la sumisión que aquel viejo esperaba de nosotros, los pendejitos descerebrados y pusilánimes, los que no éramos capaces de aprender. Así, comenzó la tanda de preguntas. Entonces la niña comenzó un discurso que, contra todo pronóstico, tenía muy bien preparado. Por algo incluso ha llegado a sobresalir en los exámenes, mirándonos a todos con una tremenda superioridad intelectual. Varone tenía la mirada más atenta en la hoja en que tomaba nota, mirada perdida, cansada, en todo caso se notaba que el viejo Varone deseaba más sacarse a aquella pequeña diabla de encima. Esto era una gran ventaja para ella. Hablando sobre no sé qué batalla, sorprendiéndonos a todos con su determinación, discretamente y con sigilo recogió el aerosol. Antes de que Varone se percatara, ella lo bañó con una buena ración. Éste dio un grito, súbitamente y cayó de culo al piso, permaneciendo inmóvil, con la cabeza inclinada hacia atrás. Antes de que cualquiera de nosotros pudiera mover un músculo a favor o en contra de cualquiera de los dos, la niña le asestó un gran tajo con la navaja, clavándosela en el cuello con todo el odio contenido hasta entonces. Varone dio su último alarido, alarido atronador que debe haber alarmado a más de la mitad de la escuela. La navaja, el uniforme del profesor y el piso se habían manchado de sangre caliente. Nosotros estábamos impactados, yo personalmente por la inteligencia, rapidez y poder de mi amiga para con el profe. Los chicos aplaudieron, incluso los más obedientes y sumisos. El escándalo posterior no se hizo esperar. La directora (otra mujer cara de culo) la preceptora y otro personal de la escuela, incluyendo los otros profesores no podían creer lo que habían visto. Lamentablemente, la niña no iba a poder salir del crimen con las manos limpias. Yo no decía nada, al revés, de hecho, esperaba para abrazarla y darles mis más sinceras felicitaciones y grandes muestras de admiración y cariño sincero, pues con este acto a nuestro entender heroico, yo la quería cada vez más. Pero los chicos no se quedaron callados, tal vez debidos a la euforia. Juraría, según lo que pude ver, que varios colegas del viejo Varone disfrutaron de aquello, aunque claro, actuaban y debían cumplir el rol contrario. Los papás de Camila se querían morir. Lo que nadie sabía es de dónde ella había sacado el Spray y la navaja. La retaron, la pusieron en penitencia, la expulsaron del colegio. Una lástima. Desde que se fue, sentí que perdí a una amiga. Dicen que la intentaron enviar a un centro de menores por un tiempo, pero vaya a saberse qué habrá sucedido, que al final continuó su vida normal en otro colegio. O eso se dijo. Años más tarde, me la encontré gracias a las redes sociales. ¡Estaba enorme! Se acordaba de mí, me aceptó la solicitud de Facebook y me hablaba con un cariño que yo creía, no sentía ni por mí ni por nadie. Vi sus fotos, era enorme. Hacía deporte. Había terminado la secundaria sin mayores inconvenientes, eso sí, sin aprender nada. Ha sabido engañar siempre a los profesores, quienes creían que ella realmente estudiaba y aprendía. No, no aprendió un carajo. Siempre ha sido una nena mala, orgullosamente mala, astuta, lista, superior a los demás. Ha sabido copiar discretamente, leer a último momento, cosas así.

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Última edição por Nicky_Jam , Apr 24 2019 16:55:14

35. jisane125 ,

soy tu fan! amo esas historias fer eres alucinante -_-

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36. marciano ,

jajaj el profesor barone, barone... parece a una palabra italiana. y si, @yuliana, tienes que hacerla más largaa, una novela es múcho más larga y no es por criticarte ni que te lo tomes a mal ni nada por el estilo.

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37. Nicky_Jam ,

Era un domingo por la mañana. No recuerdo a donde saldríamos, tal vez a comer afuera, o tal vez a otra cosa, pero lo cierto es que salimos de mi departamento, cruzamos el edificio y una vez afuera, Catherine, mi hermana, se paralizó de repente, su rostro se ensombreció, y luego, una pena que se hizo muy fuerte hizo acto de presencia en sus bellos ojos azules, y no tardamos en descubrir la respuesta a su repentina tristeza. En el suelo se hallaba una cajita de cartón en la que yacían dos gatitos bebés, uno blanco y el otro gris, tal vez recién en sus primeros días de vida, cruel y lastimosamente abandonados a su suerte. Catherine tenía un corazón enorme en el que abundaba un gran amor hacia el mundo animal, a tal punto que si uno mataba a una mosca, si uno ataba o pegaba a un perro, hacía daño a un gato o incluso si pisaba una cucaracha, ella se apenaba por la muerte del animal o bicho viviente y en seguida se ponía sensible, y esta vez no fue la excepción. Con la cajita cuyos gatitos permanecían abandonados en el suelo, ella los miraba entre apenada y enternecida, y llorando le suplicó a mi viejo que los trajéramos a casa, que ella los iba a cuidar. Mi viejo se negó rotundamente argumentando que no tendrían para comprar suficiente comida y piedritas para 3 gatos (ya teníamos uno en el departamento) y esto, como era de esperar, aumentó la tristeza, el yanto y la histeria de mi hermana, que no podía dejar de sentir el dolor y la angustia de saber que dos cachorritos tan bebés de gatitos estuvieran ahí, en una caja de cartón, en la calle y a la intemperie, y mi viejo le decía que estaría peor en nuestra casa, a merced del Titi, mi gato mayor, quien ya estaba hecho un oso de gigante y gordo que estaba, y que, si no se los comiera, les haría mucho daño y la vida imposible, incluso peleando constantemente por las piedritas, la comida y entre ellos mismos, así bebés e inocentes como fueran los pobres gatitos. Esto, contra lo que mi viejo esperaba, aumentó el yanto y el dolor de mi hermana, que ahora sollozaba descontroladamente, y mi viejo ya no encontraba cómo calmarla, y Catherine miraba con amor (que no eredó de mi viejo y que yo sepa de mi mami tampoco) dolor, pena, angustia y desolación a los gatitos que inocentes y agenos a todo, seguían dentro de aquella cajita, tal vez junto a mi hermana lamentando que el dueño que quiera que los halla tenido los halla metido en esa caja, y halla tenido el mal corazón de abandonarlos en la calle. Ahora Catherine lloraba cada vez más fuerte, ya no decía ni media palabra, solo sollozaba y mi viejo incluso le ofreció y hasta le prometió llevarlos al veterinario, que les buscaran un sitio donde vivir, pero mi hermana los quería para ella, los quería tener en casa, junto a nuestro temible gato, que si se quería poner bravo se convertía incluso en un tigre. Así pasó un rato, hasta que mi viejo, derrotado, accedió a llevar a los pobres pequeñuelos felinos a casa, eso sí, advirtiendo a mi hermana de que, si uno de ellos no terminaba vivo, o ella lloraba por otra cosa, él ya se lo avisó.
Fue así como llegamos a casa, Catherine soltó a los gatos, pero una vez adentro y fuera de la caja, el Titi salió de su madriguera propia, se acercó con sigilo, los miró uno a uno con cara de muy pocos amigos y con un destello feroz en sus ojos grises, y sin más les rugió, como solía rugir de rabia, probocando el susto y la alarma de Catherine, que volvió a chillar y llorar de terror, de miedo porque el Titi se comiera a los pequeñuelos, mi viejo trataba de consolarla diciéndole que no era nada, que el vgato se sentía acorralado, que les rugía y los miraba así porque no los conocía, que estaba celoso, que tenía que conocerlos mejor. Mi hermana parecía estar de acuerdo con él en los sentimientos del Titi hacia los pobres gatitos, sin nombre todavía, y sin parar de llorar y chillar histérica, mientras el Titi seguía poniendo cara de "no me toquen o me los como", mirando mal a los gatitos, dejando salir a la fiera felina que llevaba dentro, y los pobres gatitos precedidos por Catherine fueron hasta la cocina, donde en un rincón se encontraban los recipientes con sus respectivas necesidades, piedritas, comida y agua.
No sé si los pobres han cagado en las piedritas del Titi, o habrán comido algo de la comida del Titi, o tomado agua, pero algo me dice que sí, porque no pasaron más que unos minutos y el celosón salvaje, sigilosamente llegó corriendo a la cocina, largando fuego por sus ojos, al ataque de las dos pobres inocentes y abandonadas criaturas de cuatro patas, y sin más se abalanzó sobre ambos rugiendo incluso más fuerte que la primera vez, y arañando y mordiendo sobre todo al blanco, que estaba más cerca de las propiedades de semejante tigre doméstico, y Catherime testigo de la escena, y presa del pánico chilló desesperada, corrió como pudo para evitar la escena salvaje que podría terminar con uno de los cachorritos muertos, o por qué no, con los dos. Mi hermana lloraba con todos los sentimientos juntos acumulados y con todo el ruido, y mi viejo resueltamente agarró a las dos pobres criaturas, las metió de nuevo en la caja, salió con mi hermana del departamento (y el Titi corría detrás nuestro rugiendo y mirándolo todo con odio y fiereza felina) y, para evitar que el Titi se escapara, mi viejo con una valentía que yo todavía no tengo lo agarró del lomo y lo entró de un patadón a casa, cerrando la puerta detrás.
Una vez fuera, le dijo a Catherine:
-¡Te dije que si lo traíamos a casa podía ser trájico!
-Pero no es justo... -decía ella entre sollozos. -¿Por qué tienen que estar ahí abandonados en la calle... -repetía ella histérica y llorando.
-Pero, Cathe, yo te dije, si los dejamos en casa el Titi se los puede comer o los puede matar, y además vamos a estar hechos un quilombo con la mierda que tienen que comer y cagar...
-¡No hables así! -chilló mi hermana sin parar de sollozar.
-Pero a ver, -trató de hacerle entrar en razón mi viejo, -en la calle no se van a quedar, además mirá cómo los miraba el Titi, si los hubiéramos dejado seguro se los comía vivos...
-¿Pero qué lo vamos a hacer! -chilló mi hermana, por supuesto sin poder dejar de llorar.
-Ya te dije, voy a llevarlos al veterinario de acá y les van a dar dónde vivir...
Mi hermana sobrevivió a esa tristeza, y yo nunca supe de la vida de aquellos gatitos, aunque desde entonces cada vez que los recordaba, me preguntaba con algunas lagrimitas en los ojos si estarán viviendo y creciendo bien aquellas pobres criaturitas cruelmente abandonadas.

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38. jisane125 ,

quiero matar a ese gato gordo y grande que feo jum

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39. Rayo ,

Por algo no me gustan los gatos...

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40. jisane125 ,

por algo los odio!

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41. Yuli_cn ,

me encantan los gatos jajaj

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42. tyrion-lannister,

no soy escritor ni mucho menos, pero cuando escribí el relato de patín y patán, que anteriormente les platiqué, ponía muchos diálogos del tipo patín le dijo a patán tal cosa, y patán le respondió a patín otra cosa y así. en aquel entonces no sabía leer en computadora, pero ahora que leo mucho en computadora me doy cuenta que hay un signo leído por el jaws como guion largo y que nos permite saber cuando un personaje de dicha lectura está hablando. desde mi punto de oída, por no decir de vista xd, es muy útil porque no tienes que hacer el texto tan rebuscado con las fraces del tipo pepito le dijo a juanito y juanito le respondió a pepito y todo eso. solo lo dices la primera vez y apartir de allí, te das una idea de quien está hablando por los guiones largos y por el hilo de los argumentos esgrimidos por cada personaje durante la conversación. no se si alguien lo haya utilizado en sus escritos pero creo que les podría ser de gran ayuda.

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43. Exink,

Hola:

¡Qué genial la iniciativa de este hilo! Me han gustado algunos relatos que han compartido, ya iré leyendo más un poco más tarde, que en este sitio la lectura, menos que la escritura, resulta casi imposible.

En este post quiero comentarles que escribo cuentos, aunque estoy en un dilema entre publicarlos o no.

Por una parte, quisiera publicarlos para ganar algunos lectores (y, por lo visto, nuevos críticos literarios) y así estos minutos valgan la pena y compartir un poco de lo que he escrito. A fin de cuentas es mejor tener cinco lectores a no tener ninguno cuando los escritos se quedan en el cajón.

Por otra parte, me he reusado a hacerlo por el tema de los derechos de autor, la maquetación, si a lo mejor algo más grande pueda hacerse, no sé... y no es que mis relatos sean geniales (a lo mejor y hasta son muy malos) pero uno tiene sueños, desde tener un archivo personal en Epub hasta verlos en Amazon... bienaventurados sean los soñadores.

Si les interesa, los voy a subir uno a uno, aclarando que no soy un gran escritor, ni soy el típico que escribe desde el jardín de niños, porque a algunos se nos da mejor escribir ciertas cosas, para bien o para mal. Algunos ya conocerán mis relatos (pues yo soy más de compartirlos en un círculo más cerrado) pero supongo que una re-lectura no estará tan mal tampoco.

¿Opiniones?

¡Muchas gracias y un saludo!

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44. jisane125 ,

yo quiero leerlos

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45. Exink,

¡Gracias por el interés!

Siguiendo el ejemplo de Cheeber pondré uno de mis últimos cuentos, mostrando a mi yo más maduro, parafraseando lo que él decía. Después publicaré otro relato (el primero oficial) el cual recuerdo con mucho cariño por la temática implícita.

Éste no es el mejor relato de los míos (en realidad no sé cuál pueda ser) pero espero que pueda gustarle a los lectores por el juego matemático que conlleva.

¿Quieres ser mi novio?

Miguel Pacheco, febrero del 2019

Reeditado en marzo del 2019.

Me pregunto qué es lo que más me gustaba de él, si verlo jugar con sus amigos al fútbol en estos campos o que dedicara alguno de esos goles a las demás chicas, donde me imaginaba perteneciente al círculo. O puede que simplemente sean sus musculosos brazos, o su cara con esos pómulos tan marcados, o que me lo imaginaba desnudo conmigo, besándome apasionadamente en mi habitación mientras me decía cosas... ya es bien sabido que me sentía locamente atraída por él.

Por desgracia, una después de tantos novios fallidos (bueno, sólo tres) ya sabe que lo estúpida tiene que írsele quitando antes de que el amor le jale las greñas o la pasión hágale subir de peso; pero esa y mil charlas más con mi madre se me habían olvidado tras declararle la guerra a mis principios.

Y con todo mi nerviosismo fue que decidí confesarle todo lo que sentía por él en una banca cerca al jardín a la hora del recreo. Admito que no soy tan romántica como quisiera. De principio conservaba su carita de no haber roto un plato, pero conforme las palabras subían de nivel, iba aclarando más su rostro a uno un poco más serio a la vez que esbozaba una ligera sonrisa. ¡Maldita sea su respuesta, osh!

-Bueno, la verdad también me gustas, pero ¿me podrías esperar unos tres días, por favor? Ahora tengo que ir por algo.

Fingí aceptar el trato con amabilidad y nos íbamos a diferentes caminos; ¿Qué más podía hacer?

Me sentí intrigada después de que finalizara la jornada escolar, pero me contuve, no quise mandarle un mensaje para no molestarle. No entiendo cómo es que pude dormir, y cuando dormía, era para que él me diera el sí, ese fonema tan suave y deseado que lo cambiaría todo.

Tres días después quise ser un poco más seductora (si así le podemos llamar) invitándole uno de esos cafés rebajados de nuestro lugar de estudios. Habían más personas ahí, por lo que aproveché nuestro aislamiento superficial para hacerle, con más ganas que la vez anterior, la misma pregunta. ¡Su respuesta fue todavía peor!

-Pues, lo estuve pensando todo el fin de semana, pero todavía no tengo nada definido. ¿Me puedes esperar cuatro días más, sí?

Cuatro días más, no puede ser! Nuevamente fingí aceptar amablemente, aunque ya comenzaba a notarse que algo no andaba bien. De todos modos tomábamos nuestro café, yo más que nada por no querer armar una escena.

Las clases transcurrieron con normalidad, aunque ya comenzaba a preguntarme por qué me hacía esperar y, sin ser una experta en matemáticas, imaginaba que había cierto patrón entre los intervalos que me hacía esperar. ¿Después serían seis días más? ¿Ó diez? ¡No podía quitarme el tema de la cabeza!

Fue entonces que decidí, algunas horas después de llegar a casa, escribirle para tratar de hacerle la plática. "Quizá si me conociera mejor podría interesarle un poco más y sea él quien se me declare", pensé. No pego el historial porque tiene varios mensajes, aunque hablamos de todo un poco y hasta nos mandamos varios emojis, a pesar de que solamente nos escribimos por 75 minutos. Ese día me fui a dormir con una gran sonrisa.

Para no hacer tan agotador el lapso, lo invitaba a salir y él también lo hizo en una ocasión. Vimos un par de películas en mi casa y él me llevó al restaurante de un centro comercial. ¡Era mi favorito! No pudimos vernos mucho, pero en esa semana reíamos juntos. ¡Ya me estaba convenciendo de que por fin sería su novia!

Cuatro días después fue que decidí hacerle la pregunta del millón, más esperanzada que las veces anteriores después de todo lo que habíamos vivido. Me lo llevé a un patio más aislado con una gran vista a las flores. En realidad éstas no me gustan tanto como a las demás chicas, pero consideraba que cositas como estas podrían ser fundamentales. Efectivamente, algo no andaba bien con sus respuestas...

-Mira, eres una chava genial y todo, pero necesito reflexionarlo un poco más, conocerte mejor. ¿Me puedes dar otros cinco días más, por favor?

Ya me encontraba bastante indignada. ¿Qué demonios le pasaba por la cabeza? ¿Tan difícil era decirme sí o no, vete al carajo o lo que sea? En vez de sentirme desilusionada, la frustración se hacía presente en mí. Intercambiamos algunas palabras y me largué del lugar sin entender qué rayos sucedía.

Ahora decidí cambiar de estrategia: en vez de abrir su chat, esperaría a que él me escribiera a mí para descubrir si realmente le interesaba o si era una más del montón. En su lugar decidí enviarle mensajes a mi mejor amiga (Dalia) que con todo este asunto la había tenido abandonada, y no es que en la secundaria charláramos demasiado últimamente. Comencé diciendo cualquier tontería para no comenzar este tema con frialdad y cuando abordamos el asunto esto fue lo que platicamos. (Pego mensajes):

Ana: De verdad que me gusta mucho, pero no sé qué rayos le pasa. Lo espero tres días, luego cuatro, después cinco... Amiga, ya no sé qué hacer.

Dalia: Pues no sé, ¿y si le dieras algún detalle?

Ana: ¿Qué dices? Nosotras no hacemos eso.

Dalia: Mira, por eso no te acepta.

Dalia: Si fueras detallista quizá lo consideraría. ¿Qué tal unos chocolates?

Ana: ¿Será? ¿Así me dirá que sí?

Dalia: La verdad no sé, pero puede funcionar.

Ana: Vale, amiga, tomaré en cuenta tu consejo. ¡Esperemos que acepte!

Ana: Te quiero. :)

Dalia: ¡Yo también! Para eso estamos las amigas. :3

Esa noche me sentí un poco decepcionada, pues él no me había escrito como en veces anteriores. ¿Y si ya se estaba olvidando de mí? ¿O también se encontraba ocupado estudiando para los exámenes? Para quitarme esas imágenes, fue que me puse a revisar mis apuntes y me fui a dormir.

Ese ha sido el peor de los lapsos y lo único que lo aceleró fue comprarle esa caja de chocolates con ese nombre parecido al segundo mes del año. Entre los estudios para los exámenes y aquella duda existencial ya quería que fuera miércoles. Claro que le mandaba mensajes, pero sentía, de alguna forma, que no era lo mismo, que ya quería tenerlo conmigo cuanto antes. Ya veríamos si no me equivocaba esta vez...

¡Y por fin llegaba el miércoles! Siempre odiaba ese día incluso más que el lunes, no sé por qué; sin embargo, lo esperaba como mi padre espera a la quincena. Ya tenía lista la cajita de chocolates y se la entregué, a lo cual me respondió con una pequeña sonrisa mientras decía que él no me había comprado nada. Le dije que no se preocupara y, sin verme demasiado forzada fue que le hice la pregunta que ya sabemos. Pero la campana, en vez de salvarme, me recordó que debíamos volver a la realidad, a lo que sólo atinó a decirme "¿Te digo en seis días, sí?" Lo único que pude hacer fue gritarle "¡Eres un insensible, no tienes todo mi tiempo! Y regresé a clases. Mi enojo era evidente, pero ya poco importaba. O sea, ¡seis días!

Ya no quise saber nada más de él. Era obvio que se traía algo entre manos y en los días anteriores habíamos hablado poco, menos que antes. Me preguntaba qué estaba sucediendo.

Al día siguiente (ya no busqué seguirle su juego) por lo indignada que estaba, decidí volver a la rutina, conversar con mis amigas sobre tonterías normales. Les conté de pasada lo que había sucedido, pero al ser uno de los chicos más populares sería obvio que alguna de ellas ya hubiera andado con él. Cuando les pregunté si a alguna le había hecho lo mismo, todas lo negaron; bueno, todas excepto Alicia. No era tan parlanchina como nosotras, así que solamente me guiñó el ojo como señal de que había algo que contar.

Para mayor discreción, le llamé por teléfono estando en casa. Ya no podía seguir soportando más estas niñerías.

-Hola. ¿Sí, Alicia?

Suspiró al otro lado de la línea, como si lo que tuviera que decirme fuera difícil de explicar...

-Hola, Ana. Quise contártelo en la escuela, pero ya que insistes...

-¡No entiendo qué tiene ese niño! Tres días, cuatro, cinco... -le dije con desesperación.

-Espera, ya te digo. Mira, también me gustaba ese mozalbete; si está guapo, ¿no? Pues me imagino que te hizo lo mismo: "Te digo en tres días, en cuatro, en cinco...". Sólo que yo me cansé de esperar y, en vez de salir llorando, lo miré apunto de darle una bofetada preguntándole si le gustaba jugar así con las mujeres -le escuchaba decir.

-Pero entonces, ¿Qué hace?

-Está loco. Quiere que lo esperemos hasta llegar al día seis. Y si se harta de ti, te vota y coquetea con otra chica. Por eso lo notarás distante, pero él no te lo dice. Y a la víctima, después de seducirla, la hace su novia y la relación tan sólo dura siete días. Y así con otra. Nadie ha podido llegar a los seis días.

-No... no puede ser... ¿pero sabes quién es la siguiente?

-No, no lo sé... en fin, ahora tengo que dejarte. ¡nos vemos mañana! -y colgaba el teléfono, dejándome con esas palabras que resonaban en mi cabeza. Sólo siete días.

No podía creer su forma perversa de utilizarnos... "¿y quién sería la siguiente víctima?" Me preguntaba. La única chica con más bulnerabilidades, según yo, fue Dalia, quien había faltado el día anterior y por eso no se había enterado de mis preguntas. Al día siguiente la vi en el patio y no se encontraba sola. Cuando intenté alertarle sobre aquello, estaba con él. ¡Se abrazaban tan afectuosamente! Lo último que me dijo fue:

-¡Hola, Ana! Gracias por los chocolates. ¡Eran justo los que quería... y justo a quien quería!

¡Ellos dos lo habían planeado todo! Y lo más gracioso es que aún hoy en día sigo creyendo en que existe el amor, en los chicos de buenas intenciones, en los finales felices de cuentos... en conclusión, ni así se me pudo quitar lo estúpida.

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46. pececito ,

@saniel_morse
si hay algún relato de ti que me gusta, es el del secreto nabideño, moviste muchas cosas en mi, que no sabría como expresar en este momento.
sigue así!

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47. Rayo ,

Amigo... está genial!

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48. b_y_l_2014 ,

está buenísimo saniel! felicitaciones!

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49. Nicky_Jam ,

Me gustó leerte, Saniel! Creo que en definitiva tus relatos me van a gustar (yo también había leído el secreto navideño)

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50. Exink,

Hola, chicos:

¡Antes que nada muchas gracias por sus opiniones respecto a mis relatos! No me lo esperaba, en serio.

Visto que mis cuentos no han quedado desapercibidos, les traigo mi primer relato, ésta vez sí mostrando un poco de balbuceos en cuanto a las minificciones probablemente. pero no se dejen engañar, que a pesar de eso el siguiente escrito lo guardo con cariño dado que el personaje y yo compartimos rasgos similares, sin que esto sea un escrito autobiográfico.

.Aquí no hay un proxeneta por atrapar o un asesino por descubrir, ni siquiera abordamos algún tipo de problemática; podemos decir que, analógicamente, se trata de un cóctel no tan fuerte, sino más bien dulce.

Me he tomado la libertad de suavizarlo un poco por el reglamento de la sala (quienes hayan leído el original podrán notarlo), sin embargo, si alguien desea leer la versión original puede decírmelo.

Ahora sí, ¡espero que les guste este cuento!

La hermana del rebelde.

Miguel Pacheco.

Primera edición noviembre de 2018.

Nunca supe lo que es tener una hermana, y eso es porque jamás la tuve y jamás la tendré. Hay días donde la depresión me invade y ni siquiera tengo ganas de ir de fiesta con los dos amigos que tengo, pero se me pasa al día siguiente. Intentan consolarme siempre con las mismas palabras: "Descuida, Francis. Dios sabe por qué hace las cosas".

La realidad es que esas frases ya no surten en mí el efecto de antes. cuando uno crece comprende que tales consuelos ayudan a unos más que a otros, así que paso por alto esa clase de aforismos. No lo asocio por la falta que ella me hace, antes de que me despierten a 10.00 a. m. los domingos. En fin...

La siguiente historia me la contó un buen amigo mío hace algunos meses, historia que me da una base sólida sobre esa vida que algún día soñé, por miserable que parezca al principio. Le agradezco mucho por haberme hecho vivir su historia, aunque sea por algunas páginas. Bien, a partir de ahora, hablaré sobre él en primera persona. La narración tradicional digamos que me duerme sobre manera, espero que ustedes puedan comprenderme.

1

El despertador entonaba esa H rápida en código Morse, de forma tan insoportable como eficiente. Eran casi 6.00 am, lo cual me indicaba que iría a esa tortura pública donde las personas como yo tenemos que asistir. Mis padres me dicen que sólo así encontraré un empleo, pero he visto a más de un titulado ofreciéndome sus servicios culinarios en plena calle. Bueno, allá ellos.

Mi hermana, menor que yo cinco años, todavía vivía en esos días de ejercicios fáciles y despertándose una hora después que yo. Esa época maravillosa que, una vez que viene, jamás regresa.

Todavía dormía plácidamente sin molestar a nadie; le envidiaba por eso, mas nunca se lo decía.

Después de levantarme, miré su habitación que estaba a la izquierda de la mía, a una distancia un tanto considerable. De todos modos, el despertador no le hubiese afectado si estuviera conmigo... mi madre sabe las maniobras que debemos de hacer para que se despierte.

Mi padre ya se había ido a trabajar en el colectivo, por lo que no pude saludarle ni aquél día, ni en aquellas semanas antes de partir... la rutina siempre resultaba tan monótona. Y mi madre... ah, mi madre. Normalmente me habría acompañado a la escuela, pero de no ser porque, según ella, a mi edad tengo que aprender a arreglármelas solo en estas condiciones, el viaje sería de un chico como los otros. -Ya eres un hombrecito, Felipe, y yo no quiero ser despertada -siempre era su excusa favorita.

Simplemente me bañé con rapidez, me vestí con esa ropa plastificada, luego tomé un café y después el autobús. Qué ironía que primero tomemos las cosas y después tengamos que dejarlas ir.

2

En la secundaria no pasó gran cosa, salvo lo que diré a continuación: en la clase de español muchos de los alumnos se burlaron de un chico americano llamado Rand solamente porque había tenido algunos errores gramaticales en su proyecto, sin apenas apoyarle; afortunadamente no había escrito barbaridades. Yo lo comprendía por la situación lingüística que tenía. Si bien hablaba español, era común que ocurriera esa clase de episodios, por lo que nunca le humillaba respecto al tema. Esa acción tan despreciable me enojó, no demasiado, eso sí.

Luego, en la clase de matemáticas, materia que dominaba con cierta soltura pese a mi odio hacia las letras 24ª y 25ª del alfabeto latino, tuve algunas diferencias con mi profesor. Él era un estúpido. No hablo de aquellos a los que la gente conoce por limitarse a su trabajo, (si incluso sabía hasta cálculo integral o esas eran sus palabras), no obstante, si le decías algo al equivocarse, su orgullo resultaba herido y hacía tonterías. Le reclamaba porque su solución respecto a un sistema de ecuaciones era más incorrecta que las decisiones que toma un niño enojado cuando es presidente. Mi observación le dolió y me puso la peor calificación en mi tarea. Estas cosas me las paso por en medio, pero mis padres piensan todo lo contrario; y al ser este el caso, me alejaba de esa nueva trilogía de ciencia ficción de la que todos hablaban en los pasillos. Eso sí me dio coraje y, aunque al rato me sentía mejor, me volvía a enojar al recordarlo.

El resto de las clases transcurría con normalidad y en el recreo me la pasaba solo. Sigo sin comprender a esas personas que le pegan como idiotas a una pobre pelota que no les ha hecho nada, y tampoco entiendo a las niñas y sus chismes sobre si fulano hizo tal cosa o si fue a tal lugar, y de sus músculos, que, pensaba yo, seguro los tenían a causa de los esteroides.

Al salir de clases, un chico de complexión un tanto amplia, pero extrovertido, me lanzaba un globo lleno de porquerías tan sólo porque le causaba placer ver la furia repentina de sus víctimas. Después, mientras se alejaba, me gritó:

-¡Nos vemos, perdedor!

-¡Eres un maldito imbécil! -respondí sin contenerme, pero él ya se encontraba lo bastante lejos como para darle una buena golpiza y que se le dibujara una cara de abatido y miserable. Vamos, de las que por ahora no se han visto.

3

Al llegar a casa, simplemente quería quitarme el uniforme y escuchar un poco la radio. A diferencia de otros chicos, detestaba la televisión, siempre llena de basura y muchas mentiras políticas tan cotidianas. En la radio también las hay a veces... aquí mi ventaja es no poder verle la cara al tipo que inventa esos chismes.

Mientras escuchaba mi programa de música rock en inglés, a eso de 1.45 pm, mi hermana me preguntó:

-Oye, hermanito, ¿qué te pasó? No te ves muy feliz -me decía con su vocecilla tierna y comprensiva.

La confianza que no les tenía a mis padres sí que se la tenía a mi hermana y le contaba todo lo que había sucedido con lujo de detalle, incluyendo lo que me hizo el chico con sobrepeso. Mis padres también lo sabían, pero no era lo mismo. Por lo menos no estábamos en dos mundos diferentes. A pesar de que no me entendía del todo, siempre me escuchaba y no me ponía en segundo plano; así sucedió ese día.

-Bueno, pero tú no te preocupes -le escuchaba decir. -¡Ya vas a ver que mañana te irá mejor! ¡Sí que sí!

-Gracias, hermanita. De verdad te quiero mucho. Tú no me juzgas y simplemente me escuchas -le replicaba a la vez que abrazaba su minúsculo y esquelético cuerpo. Esas eran las palabras que más me gustaba escuchar en situaciones así.

Por supuesto, esos actos de benevolencia inocente también tenían un costo, aunque yo me mostraba encantado por pagarlo. A veces también tenía sus malos ratos con las multiplicaciones y divisiones o si llegaba a tener alguna de esas dudas filosóficas, le respondía como podía siempre de buena gana. Eran cosas que cualquier hermano mayor haría, pero en mi caso, me mostraba más que encantado por ayudarle por muy complicada que se viese la situación.

4

Unos días después, en domingo, llegaba mi cumpleaños. Hicimos una fiesta sencilla porque, según mis padres, una celebración así no debe exceder el precio neto de nuestra televisión. Algunos de mis amigos me felicitaban personalmente y otros lo hacían por teléfono, a la vez que me avisaban de su ausencia, aunque nadie de ellos estaba allí. No les reprochaba nada, mas no niego que con ciertas personas me enfadé un poco. Sin embargo, todo eso se desvaneció cuando mi hermana entró corriendo a mi habitación, con pasos acelerados y una voz chillona de alegría.

-¡Hermanito, ven! ¡Quiero darte tu regalo!

Sonreía al pensar qué podría haberme conseguido; imaginaba que sería una flor de nuestro jardín o algún dulce, y me sentí gratamente agradecido al recibir una tarjeta que decía con algunos garabatos: "Para el hermano más guapo de todos", acompañada del típico abrazo de felicitaciones. Después, me llevaba a la cocina donde mi sorpresa fue todavía mayor.

Vimos a mis padres con un regalo que ponían en mis manos, al tiempo que me preguntaban si me gustaría abrirlo. Les dije que sí y lo hice. Fue tan grande mi sorpresa al descubrir a un caballero acompañado de su robot con rayos láser y alas ilustrados sobre la cubierta de un solo volumen. ¡Quedaban pocas ediciones de esas!

-La lucha elíptica: trilogía completa, aquí la tienes. Tu hermana nos convenció de comprarla -me dijo mi padre que de por sí es reservado al hablar, entonces les di las gracias y en especial a mi hermana. Después cantamos las mañanitas y mordí el pastel, el cual parece que casi me mordía a mí. Esa fue sin duda la mejor fiesta que haya tenido y siempre que la recuerdo, es con nostalgia. Pero qué cursi, ¿no?

5

Pasaron algunos años y yo había decidido no estudiar la universidad, mira tú qué decisión tan imbécil. Por lo menos seguía aprendiendo en la biblioteca o tomando prestados los libros, y no tenía que soportar los gritos de las brujas escolares si reprobaba las autoevaluaciones. Eso era lo bueno, que aprendía a mi propio tiempo y ritmo. Mi padre dejó el empleo del colectivo para dedicarse a la carpintería, otra de sus tantas pasiones, así que le ayudaba con lo que podía y a la vez recibía varios centavos para comprarme alguna cosilla.

En una ocasión, mi hermana, que ya había crecido, llegó con una cara un tanto polvorienta y fastidiada a eso de 1.50 pm mientras yo leía la segunda parte de la Trilogía de la Fundación. Como la vi así, dejé el ejemplar en la cama y le pregunté:

-Oye, hermanita, ¿qué te pasó? No te ves muy feliz -Le decía esas mismas palabras que alguna vez me hicieron sentir escuchado, con una voz algo más maltratada por los años que en ese entonces. Me contaba sobre algunas dificultades que tenía con la materia de física y demás cosas sobre chicas.

-Bueno, pero tú no te preocupes -le contesté. -¡Ya vas a ver que mañana te irá mejor! ¡Sí que sí!

Me respondía como reclamando amistosamente: -¡Oye, no, esas son mis frases! Pero qué bonito que todavía funcionen. Y continuó:

-Por cierto, gracias, hermanito. De verdad te quiero mucho. Tú no me juzgas y simplemente me escuchas.

Y la abracé, notando que ahora esa sensación de bienestar se había mudado a otro cuerpo y a otra época, sin que hubiera perdido una pizca de intensidad.

Fin.

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51. b_y_l_2014 ,

lindo relato!

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52. Exink,

Aquí otro relato.

El indicado.

Miguel Pacheco, marzo de 2019

Sé cómo comienza esta historia, pero ahora desconozco cómo va a terminar... hablo de la historia de nuestra vida.

Mateo y yo habíamos llegado de la primaria hace poco; él era más dado a abrirse con nuestros papás mientras que en mi caso no me gusta hablar demasiado de mis rutinas con ellos, con esto no digo que yo cuente menos o que sea un antisocial. Ese día había estado aburrido, pero a mi hermano eso poco se le notaba.

-¡Ya llegamos! -se le oía oír a Mateo mientras éramos recibidos en esa pequeña casa de un solo piso.

-¡Hola, mis amores! Ya se les había extrañado -replicaba mi madre, una mujer joven, con una diadema en el cabello, calzaba un par de chanclas y era "muy atractiva" según hablaban en el barrio. -Y cuéntenme, ¿cómo les fue? -Yo le saludaba con la mano y Mateo continuaba con la plática así bien feliz, porque a mí no me daban ganas de hablar sabiendo lo que iba a decir, básicamente lo mismo de siempre:

-¡Muy bien, mami! Oye, ¿y qué crees? ¡Saqué 10 en mi tarea de Mate y la maestra nos dio una medalla de chocolate a mí y a otros niños que igual sacaron 10!

-¡Qué bien, mi amor! Así debe ser siempre. De grande serás el mejor desenrollador, digo, desarrollador de videojuegos -respondía mi madre mientras lo estrechaba en sus brazos con algo de fuerza. Una vez habían concluido de abrazarse, me volteaba a ver un poco extrañada al permanecer callado. Por supuesto que esto no era nuevo, pero sé que en el fondo ella quisiera que hable más de mis cosas.

-Y qué hay de ti, Arturo? ¿Otra vez no has tenido buenas calificaciones? -me decía mientras engrosaba más su tono, medio fastidiada y decepcionada; ya la conocía de esa forma. Hasta que al fin las palabras aparecían para abandonarme.

-No, mamá. A nosotros siempre nos ponen en la fila de hasta atrás y así cuesta más ver el pizarrón. Lo detesto.

-¿Pero cómo tu hermano sí puede sacar dieces? Es el colmo, Arturo. En vez de leer esos libritos con ilustraciones deberías de ponerte a estudiar -me alzaba la voz como si hubiese atropellado a un perro con mi bicicleta o algo así. Lo malo es que ese día olvidé mi regla en la lapicera, motivo por el cual ya no podía medir mis palabras... y eso sí que era la primera vez que pasaba, digo, lo de mis palabras.

-¿Pero y luego? ¿Crees que no lo intento? Nomás los tomo y me duermo, ¡es muy aburrido! ¡No me gusta!

-No se trata de que te guste, se trata de que solamente así vas a encontrar trabajo ¡y no vas a andar como el godín de tu padre! ¿Eso es lo que quieres para ti?

-¡Estás loca! ¡Yo voy a hacer mejor las cosas que ese papanatas, vas a ver!

Y ella, olvidándose de que era mi madre, tomó la chancla derecha, se la quitó y la impactó contra mis pompis. Sentía cómo me llegaban tanto el calor como el dolor a esa zona del cuerpo, algo así como lo que pasaba con los cinturones.

-¡Es la última vez que le hablas así a tu padre! Y si no quieres que esto vuelva a repetirse, no sé cómo le haces pero me vas mejorando tus calificaciones. ¿Entendiste?

-Está bien, mamá -replicaba con lágrimas en los ojos, no por el chanclazo, sino por el coraje que ya llevaba acumulado. Los dejé solos mientras aún conversaban para regresar a mi habitación... o bueno, nuestra habitación.

En realidad, mi hermano no sólo me superaba en las matemáticas, lo hacía en todo según decían mis padres. ¿Que quién lavaba mejor los platos? Era Mateo. ¿Que quién tenía mejores modales? Era Mateo. ¿Que quién limpiaba mejor la parte de nuestro cuarto? Era Mateo. ¡Ya estaba harto! Y si esa vieja pringosa quería que mejorara mis calificaciones, pues eso iba a hacer con tal de ser mejor que ese niño mimado.

Obviamente hubiera sido más fácil... no sé, pagarle a alguien con mis domingos para que se encargara de eso, pedir ayuda a mi profesora o cosas que cualquier otro estudiante hubiera hecho, pero no, hasta en eso tengo que ser malo. Preferí irme por el camino más largo, pero que por largo, sería más agridulce.

Después llegó mi padre, pero de él no quiero hablar porque ya estoy hasta las narices de hablar sobre él. Siempre se desquita con nosotros y ese día no fue la excepción y más con el episodio anterior. Lo importante es que cuando mis padres fueron a su habitación, estábamos mi hermano y yo solos como de costumbre. Afortunadamente ya sabía exactamente cómo actuar...

Antes de que Mateo pudiera recostarse en su cama, lo tomé de la espalda asegurándome de que no pudiera moverse. Podía sentir cómo corría la adrenalina por todo mi cuerpo. Ya no podía andarme con remordimientos, ya no.

-Mira, hermanito. Espero que te encuentres bien, porque en estos días me vas a ayudar con mis calificaciones. Ya no quiero más chanclazos, ¿entendiste?

Pude sentir cómo latía su corazón a un ritmo más desenfrenado y comenzaba a llorar poco a poco del miedo. Por lo menos en esto no podía superarme...

-¡Oye, pero yo no tengo la culpa! ¡Si a ti no te gusta estudiar pues ni modo!

-Sí, pero es que en algo tengo que ser mejor que tú cueste lo que cueste. Así que a partir de hoy, harás mis tareas y más vale que hagas las tuyas también para que nadie sospeche. Sé que no será suficiente, pero me imagino lo jodido que será para ti. ¡Por fin vas a estar donde yo estoy!

Al escuchar mis intenciones intentó zafarse y al no conseguirlo, llamó a mis padres. Ya lo tenía previsto. Le tapé la boca con una mano mientras que con la otra le sujetaba con fuerza y poco pudo hacer para defenderse.

-Shh... calladito te ves más bonito... ándale, así. Ni una palabra a nadie sobre esto o si no yo mismo voy a partirte la cara, ¿entiendes?

-Está bien, voy a hacer eso, pero no me pegues, no seas malo... -le pasé mi mochila que contenía mis cuadernos y los demás útiles; como teníamos la misma edad prácticamente era hacer las tareas dos veces, hasta eso que no se la dejé tan difícil. Simplemente me fui a dormir mientras él abandonaba el lugar y se disponía a trabajar. Qué bien había dormido esa noche...

Al día siguiente, desperté un poco más temprano de lo abitual, momento que aproveché para revisar la mochila. ¿Acaso Mateo me habría mentido? Bueno, mis sospechas se descartaron cuando, al hacerlo, encontré mis libretas y en las últimas hojas estaba lo que nos habían dejado de ciencias naturales y de matemáticas. Había algunos errores, pero imaginé que lo hizo para parecer más convincente. Sea como sea, el plan estaba dando resultados.

Eran 5 para las 6.00, así que aproveché para consultar de reojo la tarea; tampoco iba a quedar como baboso frente a todos. Objetos directos e indirectos, sí, epítetos, sí, trigonometría básica, sí... la verdad que poco entendía, aunque algo era algo. Mi hermanito estaba haciendo todo bien.

Así fueron pasando los días, pero para que mamá no sospechara a veces fingía que hacía la tarea y en otras me excusaba diciendo que la terminaba hasta tarde. A Mateo se le marcaban las ojeras, ¿pero por qué era así? Supongo que el niñito de papi al fin estaba siendo superado. ¡Qué bien! E incluso mi mamá me felicitaba a mí por subir mis notas.

Pero toda gloria siempre nos conduce a un infierno, o eso decía mi abuelo. Y esto lo digo porque mientras mis calificaciones subían parcialmente (al menos ascendiendo a sacar 8 de los 5 ó 6 que casi siempre tenía) a Mateo le estaba yendo todo lo mal que se podía. A veces sólo hacía una de las dos tareas, casi siempre dejándomela hecha a mí y sus calificaciones se parecían a las de este loco al principio.

En una ocasión, nos dejaron hacer un resumen de varias páginas del libro de historia. Le habría dado un descanso a Mateo, pero cómo odiaba esa materia... fue así que, además de hacer los trabajos, también añadimos a su lista de tareas hacer los resúmenes cuando hiciera falta. ¿Y esto qué tiene que ver? Es sencillo: al día siguiente, supongo de tan mal que dormía, se desmayó en la escuela... ¿acaso me estaría pasando? No, no; más bien él no aguantaba nada. Eso era.

Unos días después, vi a varios niños reunidos como en bolita en la hora del recreo. Uno de ellos me gritó:

-¡Eres un abusador! -mientras que todos los demás se unían en coro asintiendo y llamándome de la misma manera. "¡Abusador! ¡Abusador!" -¿Pero cómo se habían enterado? Seguro que ese cerebrito frito se los había dicho.

Pero no iba a dejar doblegarme ya que, a diferencia de otros niños, así como tuve el coraje para hacerle la vida imposible a mi hermano, así tendría que enfrentarme con ellos.

-¡Mejor cállense, que ustedes no saben!

-Lo sabemos todo -dijo uno de los niños que era más rechoncho... vamos, el más grande del grupo. -¡De veras que te pasaste y por eso se desmayó ayer el pobrecito! -decía una niña que estaba cerca del otro chico. -¡Vamos a contarle todo a la directora! -y así lo hicieron; y como si estuviera vendiendo condones o droga en los baños, ese mismo día terminé expulsado de la escuela. Favor que me hacían o eso pensaba...

Regresamos a mi casa y para colmo mis padres ya se habían enterado de todo el asunto. Seguro también ya lo sabían desde el día anterior y decidieron guardarme sus griterías para después. "Cómo pudiste, es tu hermano, nosotros no te educamos así"... No iba a ponerme a llorar, tanto rechazo me había secado las lágrimas desde hace años. Simplemente les lancé una mirada fulminante y me fui a mi habitación. Y ahí encontré algo que llamó mi atención: un pedazo de papel colocado en mi buró donde se leía "te esperamos en el terreno valdío para darte una sorpresa". En el fondo pensé que sería una trampa, pero me pudo más la curiosidad así que fui.

Lo único que llevaba como arma fue mi valentía. Craso error. Ahí no podía creer lo que veía: eran los mismos chicos de la mañana y, para colmo, parece que llevaban refuerzos pues había un poco más de ellos. Me lanzaban improperios, uno tras otro, aunque alguna escenita así ya me la esperaba; a veces mi hermano, como vimos antes, era medio bocafloja. Intenté usar mis palabras:

-¡Ustedes no saben nada! ¡Mejor regrésense a sus casas a ver la tele, que para eso la tienen!

Entonces, noté que algunos traían desde piedras hasta bates. ¿De dónde los habían conseguido? Tomé a uno de los niños y le quité el bate, mientras trataba de intimidar a los otros. Llegué a descontarme a dos de ellos pero, en una jugada, varios niños, como 3 ó 4, lograron apresarme y sentía algo nuevo, algo diferente: el correr de mi sangre manchando todo, mi ropa y el suelo. Podía escuchar voces a lo lejos pese a la corta distancia:

-Ay no, ¡creo que se murió! ¡Corran, vámonos! Después de eso no supe nada más, todo se tornaba oscuro.

Pasado no sé cuánto tiempo aparecí en una camilla. No sabía por qué estaba ahí... ¿pero qué había sucedido? Ah, sí, todos esos niños me linchaban sin control, seguramente uno de ellos se apiadó de mí al final. Lo siguiente fue una escenita medio zalamera por parte de todos en mi familia, pidiendo perdón por haberme despreciado así. Bla, bla, bla. Pese a todo, no les creí ni una sola palabra. Mi familia no conoce la decencia.

Pero cuando el turno de visitas estuvo por terminar, mi hermano le pidió a la enfermera si le permitía estar a solas conmigo por unos segundos, así que tuvo que aceptar a regañadientes. Una vez estábamos él y yo, me dijo:

-¡Qué bueno que te e estés recuperando, hermanito! Por cierto, gracias por leer la nota; creí que no la encontrarías...

¡Pero qué idiota! Siempre me superaría en todo, hasta en vengarse del daño que le había hecho. Ni siquiera para eso yo había sido el indicado...

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53. marciano ,

vaya vaya, así que yo estoy dentro de la historia!
OK no
y si, está buena. pobre tocallo el que se desmayó u.u

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54. Nicky_Jam ,

Me encanta leerte mano, claro que tenés un gran potencial!

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55. El_Observador ,

Muy buenas las historias de Saniel, ¡y las de mi amigo Chiptune también!
Ea, rimó XD.

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56. b_y_l_2014 ,

¿No hay mas historias?

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57. Exink,

Sí que las hay, pero me había quedado callado por si alguien quería compartirlas... pero como veo que esto no será así...

Esto es un tanto autobiográfico, pero no del todo.

Destapadores a 10

Miguel Pacheco, marzo de 2019

Por fin habían podido darse un respiro de la vida tan ajetreada que llevaban, ella con los quehaceres de la casa y él con su jefe que, si bien no resultaba un dolor en el trasero, en esos últimos meses le había dado más trabajo del que recordaba. Además se lo había prometido a los niños, ellos se morían de ganas de reunirse de nuevo con la arena y más aún con el mar en sí. ¿Y para qué negarlo? Luis también.

Pero no todo era natación sobre las olas; en ese momento, varios adultos permanecían en la orilla sentados contemplando el mar desde lejos tomando el sol, y había otros que accionaban sus sistemas de sonido portátiles, y los que eran más tradicionales o chapados a la antigua pagaban a algunos músicos para interpretar bellas melodías con sus guitarras. Ellos no hacían ninguna de esas cosas.

A lo que no se resistían y a veces en gran medida, sin embargo, era al consumismo nativo y aquello resultaba innegable. Ese día ya habían comprado algunos antojitos que sólo podían verse por ahí y como ya era el último, lo único que faltaba era comprar recuerditos tanto para ellos mismos como para amigos y familiares, que ya sabemos el drama que hacen si esto no se hace.

Pero en la playa, francamente, no había algo que llamara su atención; al menos es lo que Luis creía.

Cuando su mujer fue con los niños para nadar con ellos, el hombre vio una silueta que se dibujaba a lo lejos. No obtuvo mucha información de quién podría ser, hasta que escuchó una voz que canturreaba... no, que vendía, pero que aquello parecía más un canturreo, de la siguiente forma: "destapadores a 10, destapadores a 10"... Se trataba de una niña pequeña, no pasaría de los 7 años: era algo esquelética, con una pequeña trenza en el cabello, un vestido rojo un poco roto y un lunar en la mejilla izquierda. No obstante, fue el canturreo lo que más se le quedó en la memoria.

Lo único repugnante en sus acciones (las de Luis) era que odiaba la cerveza con todo su ser, porque de niño trastocaba a su padre siempre que la bebía y, a partir de un accidente que no vale la pena mencionar, decidió jamás consumir ese líquido. E incluso cuando se decidió a probarla, la despreciaba el doble.

Incluso si no tenían cervezas pensaba que lo más sensato sería comprar hasta una docena de ellos si fuera necesario con tal de ayudarle, pues la forma en que la niña hacía su trabajo le parecía angelical y humilde; hasta le causaba cierta ternura inexplicable. Sí, pensaba, porque cuando volvió a la realidad, la niña ya se encontraba bastante lejos. La hesitación y la indecisión le habían ganado y su mente de persona correcta le decía que sería inútil buscarla; ¿qué dirían los demás bañistas de él si lo vieran correr así?

Además, ya faltaba poco para despedirse de aquellas playas, por lo que no podía darse el lujo de buscarla por toda la orilla incluso explicándole eso a su mujer.

Ya era la hora de partir. El reloj marcaba las 7 menos 10, algo considerablemente tarde para ellos. La familia miró por última vez la playa antes de abandonarla y procedieron a enjuagarse y limpiarse en los pequeños bañadores que se encontraban fuera. Pero al hombre aún no le abandonaba la imagen de aquella niña y, después de haber llegado le dijo a su mujer con evidente excitación en su voz:

-¿Me das un segundo, por favor? Creo que olvidé algo en la playa. Te explico después.

La mujer se quedó perpleja (no por el olvido, sino por lo agitado que él se escuchaba) pero no le quedó otro remedio que aceptar lo que le decía, aunque quedándose con cierta intriga.

El adulto regresó corriendo a la playa y observó que todavía quedaban personas ahí en un número reducido. Apenas habían vendedores también. Aprovechó que no estaba solo y preguntó a todos si alguien había divisado aquella niña. Hubo quienes no tenían idea de lo que les decía y otros la habían visto, pero ya hace varios minutos. Cuando se disponía a marcharse pensando que aquello había sido una tontería, vio a una niña caminando a lo lejos. ¿Pero acaso sería ella? Quiso preguntarlo y comenzó a llamarle:

-¡Oye, quiero destapadores! ¡Por aquí!

Notó que la niña mostraba una cara no muy jovial en esos instantes, pero todo eso cambió cuando escuchó que alguien le llamaba. Así que ella fue corriendo hasta donde escuchó la voz, encontrando a un hombre con el cabello corto, delgado, pero de gran estatura. Así que preguntó:

-¿Va a querer destapadores, señor?

Él asintió, comprándole de una sola vez todos los destapadores que tenía, unos 25 ó 30. La niña, que ya estaba algo sonriente, no pudo contener su creciente alegría y sorpresa dando saltitos por aquél gesto tan amable y desinteresado. Antes de despedirse le dijo:

-¡Muchas gracias, señor! Éste había sido uno de los peores días, creí que no vendería nada, pero qué bueno que todavía exista gente buena como usted.

La niña se marchaba, todavía con esa gran sonrisa en la cara y él movía la mano como diciendo "adiós". ¡Con todo esto se había olvidado de que tenía que enjuagarse! Así que al recordarlo regresó corriendo hacia donde estaban todos en los bañadores. Cuando su mujer le preguntó sorprendida viendo todos esos destapadores sobre lo que había pasado, explicó la acción impulsiva que había realizado. Aunque, como siempre, los infantes son los más curiosos.

-¿Pero por qué compraste esas tapas si ni te gusta la cerveza, papá? -preguntó uno de los niños.

-Son destapadores, hijo -le corregía sonriente. -Verás, lo hice porque entendí que, si tienes que decidirte entre hacer lo que tú crees correcto o lo que en realidad lo es, vale la pena intentarlo con tal de poder ayudar a los demás.

Ni él sabía cómo había dicho todas esas palabras, así que todos habían aprendido esa lección; hasta él mismo. Nunca más dudaría en ayudar a quien lo necesitara en tanto le fuera posible.

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58. Nicky_Jam ,

Caminando por ahí me encontré un gato callejero. Si bien les tengo pánico, lo agarré y me lo llevé. Tal vez por eso, porque soy masoquista y me gusta sufrir. El gato tenía una sola oreja. Era negro. Mal asunto. Nariz algo grande y redonda, bastante lomo. A pesar de ser callejero se lo veía muy bien alimentado. Y lo más extraño era que el gato estaba tirado en la acera, inmóvil, indefenso.
Lo acaricié, no movió un músculo. No emitió medio ronroneo. Lo recogí y cargué conmigo, y se dejó perfectamente. Nada movió, ningún sonido emitió. No quise ponerle la mano en el pecho para comprobar si estaba vivo, no vaya a reaccionar de repente atacándome en el momento menos pensado. Pero yo presentía que era cuestión de un tiempo en que, tal vez, lo deje en casa y cobre vida, por decirlo de alguna forma. Así fue como, siempre a pie pues me habían robado el auto lo llevé hasta mi casa. Una vez dentro, sosteniendo al gato con una mano y tras cerrar la puerta con la otra, lo dejé en el suelo, con mucho cuidado. En ningún momento movió un solo músculo. ¿Estaría inconsciente? ¿Qué hacía yo trayendo un gato de la calle a mi casa? ¿Cómo pude traer a un gato sabiendo que me llenaría la casa de pelos y me lo arañaría todo?
Mi chica no estaba. Como no tenía nada que hacer me senté frente a mi ordenador, como de costumbre.
Un rato después vino Charly, un amigo mío, y me trajo una computadora de juguete que tenía pero lógicamente no usaba. Esa computadora era increíble. Era tan realista y semejante a una computadora moderna de uso general. Hablaba parala mayoría de cosas, o todo lo que yo en ese momento pude probar, mediante una voz sin duda procedente de un sintetizador a juzgar por la forma en que leía todo el contenido de la pantalla pero tan humana, tan natural, sin un solo defecto acústico. Tenía un teclado completo a una laptop, era tan pequeñita físicamente. Con un TouchPad muy bien armado que respondía genial, una pantalla LCD muy clara y su CPU ya se comportaba, como pude comprobar, igual a la de una computadora de verdad. Como parecerá natural, entonces, me enamoré de aquella computadora de juguete que ahora con un poco de suerte sería mía.
Estaba tan maravillado explorándola, probándola a fondo cuando Perla, mi perrita caniche, pasó corriendo por mi lado y se quiso subir a saludarme. La intenté apartar, como siempre. Pero cuál fue mi sorpresa cuando comprobé lo que sospechaba. El gato callejero, a quién no le puse nombre aún, había cobrado vida. Estaba junto a ella, se subió sin ninguna dificultad sobre mi regazo. Lo acaricié, estaba vivo. No ronroneaba, sí se movía, se estiraba, se volví a encoger. De alguna manera con sus movimientos me decía: "Sí, estoy vivo, ya cobré vida, estoy acá listo para atacarte en cuanto menos te lo esperes".
La perrita se habrá puesto muy celosa, porque insistió más. Me empezó a lamer, a tratar de trepar a mi cuerpo con una desesperación solo vista en perros y niños pequeños. Y entonces mi nueva mascota se paró en 4, aún encima mío, y ahí sí. Me puse en una postura defensiva pero de nada sirvió. Mesorprendió apartándome muy bien las manos (juraría que a ningún gato lo creía capaz de esto) y ahí nomás se me vino encima. Me atacó gruñendo casi como un tigre, arañándome toda la cara. Huyó de mí y se fue para otra parte. La perrita se fue con él. Me asusté, sí. No sé hacia donde fueron.
Entonces ahí empezó mi pesadilla. De forma intermitente, mi gato se me venía encima (sin que me lo vea venir) me atacaba y desaparecía. En un intervalo aleatorio de tiempo, siempre para despistarme, aunque yo corriera de un sitio a otro de mi casa. Si me ponía en una postura defensiva (tratando de adivinar cuándo más o menos regresaría a por mí) me agarraba desprevenido de todas formas, atacándome por otro ángulo con sus filosas garras y sus gruñidos guturales, incluso antes del tiempo en que yo pudiera pensar: "Ahí vuelve, ahí me ataca de nuevo". Y estaba asustadísimo yo, él seguía atacándome y desapareciendo en una constante. Y en un momento que yo pensaba con alivio que ya se cansó de atacarme, pensaba: "Listo, por fin no me ataca más". Grabe error. Trataba de volver a lo mío, cuando unos segunditos después, siempre de forma que no me lo vea venir, me atacaba de nuevo. Si yo lo trataba de agarrar para tirarlo a la mierda (fuera de mi casa claro) triturarlo, acuchillarlo, él se escabullía muy bien, con una astucia que nunca tendré. No se dejaba agarrar, como mis manos hicieran contacto con su cuerpo lo mínimo que me podía ganar era un arañazo y las manos coloradas.
Incluso me fui a duchar esa tarde. Había cerrado la puerta con pestillo. Ya dentro de la ducha después de lavarme la cabeza, al enjabonarme mis partes innombrables ahí nomás el gato saltó sobre mí, dándome un susto de muerte. ¡No lo había visto! Aparte había cerrado l puerta con pestillo, ¿cómo entró?
Y desapareció cuando quise reaccionar después del susto y un arañazo más, claro. terminé de ducharme con el corazón en un puño, cagado en las patas como nunca, tal vez como cuando me regalaron un Dron de juguete a motor. Salí, agarré una toalla y me sequé sufriendo, pues me dolía gran parte del cuerpo debido a los ataques del gato. Él no estaba. La puerta estaba con pestillo, como la había dejado. ¿Cómo pudo entrar antes?
No estaba ni siquiera escondido por los rincones. Sabía que eso no significaba que pueda cantar victoria y vestirme tranquilo, con la certeza de que él no aparecería de repente. Me estaba vistiendo, iba a recoger mis zapatillas cuando ahí nomás sentí un fuerte cosquilleo en la planta del pie izquierdo. ¿Ahí estaba el gato! Asustado saqué el pie. Pero necesitaba apoyarlo en el piso, ¿cómo iba a caminar si no? No tengo alas, y sí demasiado peso de gravedad para sostenerme en el aire, así que con miedo y todo traté de agacharme sosteniéndome del lavatorio y buscando las zapatillas. Entonces el gato saltó de nuevo, arañándome toda la cara y haciéndome sangrar el labio inferior, que casi me lo destrozó.
Lo traté de agarrar con intención de llvarlo conmigo, agarrado fuertemente con las 2 manos y aguantar los múltiples rasguños, maullidos y gruñidos con que me estaría volviendo loco, ir con él a cuestas a la cocina y asesinarlo a cuchillazos ahí mismo. Iba a clavarle el cuchillo en el cogote. Estaba con él de camino a la cocina, descalso contra mi voluntad debido a la urgente situación, cuando ahí nomás en el camino volví a sentir algo asemejable a una patada eléctrica. Casi me caigo de culo, momento en el que ese gato volvió a escabullirse muy bien de mí. Para mi horror, otros dos gatos negros como él, uno sin un ojo y el otro parecía no tener la cola (o por ahí era yo que debido al miedo no se la veía) se abalanzaron contra mí. Ahora eran 3 gatos, ellos atacándome y haciéndome daño por diferentes ángulos y yo incapaz de moverme, a punto de colaxar del pánico. ¿Cómo pudieron entrar los otros dos gatos?
No pude escapar, me estaban matando poco a poco. Estaba inmóvil, en el piso, más asustado imposible. Con la cara y gran parte del cuerpo lleno de marcas y una buena cantidad de sangre recorriéndome, la ropa mayormente rasgada.
Un tiempo después desperté. Estaba irreconocible. Tenía el rostro desfigurado, ¿cuántos gatos más me destrozaron?
La sangre parecía haber dejado de correr, pero estaba lleno de heridas aquí y allá. Los gatos no estaban. La perrita tampoco. Mi ropa, toda rasgada por el suelo. Mi chica nunca había aparecido, supongo, porque estaba solo en casa, tirado en el piso del living. No había un pelo, una gota de sangre, una mínima huella.

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Última edição por Nicky_Jam , May 4 2019 16:41:17

59. Yuli_cn ,

uuuy fer, qué horrendo!

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60. tyrion-lannister,

les huvieras puesto la canción del gato volador a ver si con eso se tranquilisaban y te dejaban en paz xd.

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