61. adri-de-mairita,
El sol caía a plomo sobre la ciudad costera de Bahía Azul, pintando el cielo de naranja y dorado. En la playa, los niños jugaban despreocupadamente, sin imaginar la tragedia que se avecinaba. De pronto, un rugido ensordecedor rompió la tranquilidad. El mar, antes sereno y cristalino, se transformó en un monstruo furioso, elevando sus olas como garras gigantescas.
Era un tsunami. Un muro de agua imponente avanzaba hacia la ciudad, arrasando con todo a su paso. Los gritos de terror se mezclaban con el estruendo de las olas mientras la gente corría desesperada buscando refugio.
En medio del caos, un niño llamado Tomás se quedó paralizado, mirando con ojos llenos de miedo la ola inminente. No podía correr, su casa estaba justo en la zona de impacto. De pronto, una ola de ira lo invadió. "¿Por qué haces esto?", gritó con todas sus fuerzas hacia el mar embravecido.
Su voz se perdió entre el rugido de las olas, pero, en un acto de inesperada calma, el mar respondió. "Estoy enojado con la humanidad", dijo una voz profunda que parecía provenir del mismo océano. "Han destruido mi hogar, contaminado mis aguas y dañado a mis criaturas. Su egoísmo ha despertado mi furia".
Tomás, a pesar del terror, no pudo evitar sentir empatía por el dolor del mar. "Pero yo no soy así", dijo con valentía. "Yo amo la naturaleza y siempre he cuidado de los animales. ¿Por qué me castigas a mí también?".
El mar rugió de nuevo, pero esta vez con un tono menos feroz. "Tú eres diferente", dijo. "Has demostrado bondad y generosidad, y por eso te salvaré. Tu casa no será tocada".
Las palabras del mar se cumplieron. La ola gigante rodeó la casa de Tomás, pero no la destruyó. Cuando el agua retrocedió, la casa quedó intacta en medio de la devastación. Tomás había enfrentado al mar con valentía y compasión, y el mar, a cambio, le había mostrado su misericordia.
Desde ese día, Tomás nunca olvidó la lección. Se convirtió en un defensor del medio ambiente, luchando por proteger el mar y a todas las criaturas que viven en él. Su historia se convirtió en una leyenda en Bahía Azul, un recordatorio de que incluso en medio de la furia de la naturaleza, la bondad y la compasión pueden encontrar un camino.
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