era una hermosa tarde de verano, y yo me encontraba acostada sobre una hamaca junto a la casa de campo de mi familia. Me sentí tan feliz cuando en la mañana, mis padres anunciaron que saldríamos a vacacionar unos días en el campo. La alegría fue tanta que enseguida corrí a preparar mi equipaje con todo lo que allí necesitaría. Estaba impaciente por llegar, pues en ese lugar viví los momentos más dichosos de mi infancia. Contemplé el atardecer y mientras disfrutaba la calidez del ambiente sentí como lentamente mis ojos se cerraban.
Era ya la noche y me encontraba caminando junto al río, y sumida en mis pensamientos no me di cuenta que alguien venía de una dirección contraria. De pronto se escuchó el chasquido de una rama al romperse, con un sobresalto empecé a mirar a todas partes buscando la causa de aquél sonido. Me quedé paralizada cuando lo vi en frente, con una gran sonrisa en los labios. El primer pensamiento fue que clase de persona camina en este lugar, y a estas horas de la noche? Fue entonces cuando caí en cuenta de que yo también estaba caminando sola en ese lugar. Quise correr, mi mente me decía que podría ser peligroso, pero algo en mi interior me decía que no lo hiciera. Y bueno, ustedes que creen? Le hice caso al corazón. Y en lugar de alejarme de allí inmediatamente le pregunté, ¿tú quién eres? Somos vecinos me dijo él. Pues yo no recuerdo haberte visto por aquí, contesté. Entonces me explicó que su familia tenía una propiedad cerca, y que de vez en cuando a él le gustaba venir con ellos para alejarse un poco de la ciudad. Qué casualidad, a mí también me encanta venir al campo, se respira un aire puro, tranquilo, le respondí. Pero de todos modos no debería estar aquí, pensé. Pues esta es la propiedad de mi abuelo, no la suya. Lo miré a los ojos y le dije, tu no deberías estar en tu casa? Esta parte del río no forma parte de la propiedad de tu familia. Acaso me estás corriendo, me dijo el, claro que no, solo que se me hace extraño el hecho de que tú te encuentres en este lugar. Sin responder a mi pregunta, él se sentó en una roca y me dijo, tienes algunos serillos? Con la curiosidad pintada en el rostro le dije, no has contestado a mi pregunta, y sin embargo me pides cerillos, que pretendes? Pues encender una fogata, acaso no tienes frío? Me respondió. Cayendo en cuenta de que en realidad hacía un tanto de frío saqué mi kit de excursión y le di lo que me pedía. Me senté sobre un árbol caído y en silencio contemplé como encendía aquellos leños. Entonces él dijo, hace mucho tiempo que tenía la ilusión de encontrarte, y hoy, sin pensarlo, sin planearlo, veo cumplirse un sueño. A que te refieres? Pregunté. Desde el momento en que te vi por primera vez, tan alegre, tan despreocupada, tan llena de vida, soñé con acercarme a ti algún día. Cada vez que llegaba aquí, lo primero que hacía es buscarte, y cuando no te encontraba me sentía tan frustrado. De que me estás hablando, Acaso tú me espías? Pregunté yo. No, solo te contemplaba de lejos, como a una estrella que jamás podría alcanzar, contestó el. Yo no sabía que decir, estaba tan desconcertada, que hice lo que mejor me pareció en ese momento, me reí. Aquella noche fue el principio de una historia de amor. Todo fue increíble, hablamos, reímos. Y aunque en un principio me pareció un tanto triste y callado, yo me encargué de hacerlo sonreír. Tras pasar una velada interesante me disponía a regresar a casa de mis abuelos, entonces el me sujetó del brazo, y con una sonrisa pícara me dijo, si no me hablas, no sabes lo que te estás perdiendo, y se marchó. No pude menos que echarme a reír por aquel comentario, y con una sonrisa pintada en mi rostro, emprendí el camino de regreso a casa.
Fue así como durante aquellas vacaciones, ese lugar se convirtió en el punto de encuentro de todas las noches. Me sentí tan triste cuando llegó el momento de despedirse, pues yo tenía que regresar a la ciudad, mis clases iniciarían pronto. No te vayas, me dijo él. El deber es mas pesado que una montaña, contesté yo. Quiero que conserves algo hasta el momento en que nos veamos de nuevo, dijo él. Entonces me entregó una hermosa caja adornada con un lazo blanco. Tomando mis manos entre las suyas, me miró a los ojos y me dijo, quiero que hoy sea un día especial, la verdad no quería hacer esto tan pronto, pero ya no puedo esperar más. Me estás asustando, acaso sucede algo malo? Pregunté. No sé si sea algo bueno, o malo, solo quiero decir lo que ya no puedo callar, respondió el. Bueno, pues habla de una vez, que me estás asustando respondí, con un suave golpe en el pecho. Yo caminaba entre tinieblas, buscando una luz para seguir, encontré barias, sí… pero ninguna me llevó por el camino correcto, fueron espejismos en el desierto. Un día sin pensar, la luna me mostró tu rostro. Tu… te convertiste en aquella estrella que da calor a mi vida, brillante como nada que hubiera conocido. Quiero pedirte que me acompañes, pues estoy seguro que tú eres mi guía en este camino, dijo él. Yo me sentí tan feliz, sabía que este momento llegaría, pero sí que me sorprendió la rapidez de los acontecimientos. Mirándolo a los ojos dije, en el tiempo que hemos llevado de conocernos, me he dado cuenta que tu as traído color a mis días, y si antes era feliz, ahora soy mucho más que eso. Si… acepto caminar contigo, sé que juntos encontraremos la senda que nos llevará a un nuevo amanecer.
En ese momento tomó la caja que había traído, y al abrirla pude contemplar un hermoso pato. Dijiste que no te gustaban los osos de peluche, es por ello que decidí traer algo diferente, espero que te guste, me dijo él, con una radiante sonrisa en los labios. Encantada tomé el peluche entre mis brazos, era tan hermoso, tan suave que no pude resistir abrasarlo y besarlo, por ese maravilloso regalo que nunca nadie me dio. Nos mantendremos en contacto, yo te escribiré, y espero que tú también lo hagas, le dije, en un tono que no aceptaba negativas. Por supuesto que lo aré, no lo dudes, respondió el, con un abraso.
Al regresar a mis actividades cotidianas sentí un gran vacío, pues me avía acostumbrado a despertar cada mañana sabiendo que al llegar la noche, el estaría esperando, en el mismo lugar. Pasaron los días y aunque todos los días nos comunicábamos, yo estaba cada vez más impaciente porque llegara el momento de vernos. En ese instante recordé aquella canción que decía, “dame un beso que me dure hasta el lunes” y me dije, supongo que esta vez tendré que decir, un beso que me dure hasta el siguiente verano, verdad?
Las clases transcurrían con total normalidad y a mí cada vez se me hacía que el tiempo pasaba más lento. Mis amigas me veían muy impaciente y me preguntaban qué era lo que me pasaba, pues cada vez me negaba más a salir los fines de semana, como lo asíamos regularmente, antes de mis últimas vacaciones. Sentí que debía compartirlo con alguien, y entonces me decidí a contarles lo que cambió en mí, durante el tiempo que no estuvimos juntas. A medida que les iba relatando la historia, se sorprendían más y más, ya que no creían que alguien que decía dejar el romanticismo y el amor para los demás, estuviese contando algo que tratara de exactamente lo mismo. Por supuesto se alegraron por mí, me felicitaron y me dijeron, bienvenida. Me reí por aquel comentario, pues ellas eran de la idea de que el amor era ciego y lo acompañaba la locura. Ya nos contarás que cosas increíbles haces, me dijeron, con una sonrisa misteriosa.
Al fin, habían terminado las clases, y yo estaba muy emocionada por regresar a casa de mis abuelitos, me moría por verlo! Digo, verlos. Cuando llegué allí contemplé aquél lugar con una gran alegría, pues me sentía en casa. Mis abuelitos me recibieron con un gran entusiasmo, y por supuesto, enseguida empezaron a consentir a su nieta.
En la tarde cuando me preparaba para el encuentro tan esperado, me quedé pensando en una idea un tanto alocada. Con una sonrisa por la maravillosa idea que se me avía ocurrido, caminé al encuentro de mi amado. Al llegar me paré en seco, pues el lugar estaba adornado con flores y luces en barias tonalidades. Y… por fin, en el centro estaba el de pie, tan hermoso como siempre. Sin pensarlo dos beses corrí a sus brazos, y al instante el me rodeó con los suyos. E echado de menos cariño, dijo él. No más que yo… contesté con una sonrisa. Y como en nuestro primer encuentro, no podía faltar la fogata! por lo que recolectando hojas y leños secos, nos encargamos de encenderla. Al sentarnos alrededor de la fogata me di cuenta que tenía un aire cansado, con la mirada triste y los ojos enrojecidos por el llanto. Asustada me acerqué a el y le pregunté, que tienes? De pronto me abrasó y llorando me dijo mis abuelos murieron… pero cuando, como,, pregunté yo. Hace un mes, ellos viajaban al encuentro de mi tío, y tuvieron un accidente. Para mi ha sido un golpe muy fuerte, pues ellos siempre estuvieron conmigo cuando yo era niño, y me dieron la atención que mis padres no tuvieron conmigo, respondió. Cuanto lo siento, la verdad no sé qué haría yo si perdiese a mis abuelos, dije yo, mientras acariciaba su rostro. Nos quedamos en silencio un rato, contemplando el crepitar del fuego y escuchando los sonidos de la noche. Como has estado? Preguntó el. Empecé a contarle todo lo que avía pasado en mi periodo de clase, así como también los sucesos ocurridos en la familia. Él me contó los acontecimientos sobre su trabajo, amigos y lo que avía echo fuera de lo laboral. En ese momento recordé el día en que nos conocimos, la sonrisa, el misterio que transmitía. Y verlo tan triste, me sobrecogía el corazón. De pronto recordé aquella idea que se me había ocurrido en el camino, y decidí planteársela, definitivamente y como aquella primera vez, me encargaría de hacerlo sonreír. Al terminar de explicarle mi fantástico plan, el me miró intensamente y dijo, Estás segura? Completamente contesté yo, todas las noches dejaré la ventana de mi recámara abierta, y tu tendrás que encontrar la forma de llegar hasta mí. No me tientes, dijo el, con una sonrisa ladina. Con una carcajada me recosté en sus brazos y bueno… El resto de la noche la empleamos en intentar recuperar el tiempo que no estuvimos juntos, dejándole a la luna… el trabajo de sellar nuestra pación.
al siguiente día me encontraba caminando de un lado a otro en mi habitación, pues estaba impaciente porque llegara la noche. Me senté sobre mi cama y empecé a pensar en los obstáculos que él tendría que atravesar para llegar hasta mi recámara. No voy a ganar nada quedándome aquí, me dije a mí misma, por lo que decidí ayudarles a mis abuelos en lo que ellos necesitasen.
Al llegar la noche me sentí tan agotada que moría por ir a dormir, no obstante, la ilusión de saber que hoy sería la primera noche del desafío, me hizo mantenerme despierta. Las horas pasaban y él no llegaba, será que al final no pudo salir? Pensé yo. Decidí leer un libro, con la esperanza de no dormirme y así poder recibirlo cuando llegase. Era la mañana siguiente y yo desperté sobresaltada, pues no supe cuando me quedé dormida. De pronto miré a mi alrededor y me quedé desconcertada, pues no estaba en mi cama. Entonces recordé el propósito de la noche anterior y la ira empezó a embargarme, pues él no había llegado. Me levanté rápidamente y me dispuse a ir en su busca, pues ni siquiera me había escrito para disculparse. Al salir de la casa mis abuelos me miraron y me preguntaron que me pasaba, pero yo estaba tan furiosa que me fui sin responderles.
Llegué a su casa y empecé a tocar el timbre insistentemente, cuando de pronto una señora un tanto llorosa me abrió la puerta. Yo me quedé mirándola y a su vez, ella izo lo propio. Tu debes ser la chica de la que mi hijo tanto hablaba, dijo ella. Se encuentra su hijo? Pregunté yo, con un deje de fastidio en la voz. Ella se echó a llorar y me dijo, el murió ayer. Me quedé paralizada y las lágrimas no tardaron en acudir. Pero como, si estaba muy bien, que le pasó? Pegunté yo, mientras mi mente no dejaba de pensar en un sinfín de posibilidades. Un infarto fulminante, contestó ella. Poco a poco fui perdiendo las fuerzas y mis rodillas empezaron a flaquear, lo último que vi antes de perder el conocimiento fue a la madre de quien fue mi amado… gritando por ayuda.
Todo se veía borroso y de pronto sentí un picor en la garganta. Abrí los ojos y miré confusa mi alrededor, me quedé sorprendida, pues me encontraba recostada en la hamaca. Entonces me levanté y me froté los ojos, tenía la extraña sensación de que algo había pasado. Pero, qué pasó? Me pregunté. Hasta que al fin despiertas, dijo mi madre a mi espalda, me volteé a verla y con un bostezo le dije, cuanto tiempo llevo dormida? Toda la tarde, y mira que ni siquiera te pusiste el repelente, tienes el cuello y los brazos llenos de picaduras de mosquitos, dijo ella. Entonces rememoré todo lo que avía vivido y con un suspiro dije, fue un sueño. Por que te quedas callada? Preguntó mi madre. es que… a beses ay sueños que pueden parecer tan realistas, contesté yo. Si, suele pasar, pero deja de pensar en eso y vamos a cenar, que tu padre nos espera, dijo ella, con un toque burlón. Entre risas fueron adentrándose en la casa, sin siquiera sospechar que en la lejanía… alguien la observaba.