la sala de hogwarts!

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1771. el-dios-cinderace,

no si algien los tiene

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1772. jorgete,

Los de la biblioteca secreta de telegram tienen los libros de james potter

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1773. goten,

en z lib está la versión de potermore, alguien me los baja y me los manda a mi permanente?

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1774. jorgete,

tenía entendido que z ip ya la hbían clausurado

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1775. travieso5,

holaa. bueno paso por aquí, para decir que nunca un fan fix me había llamado tanto la atención como es este cado de james potter y el báculo de los tiempos. personalmente me atrapó, como si fuese original de jk rowlink. estoy ancioso de comenzar a leerlo, y del capítulo 15. saludos!

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1776. Ronald-Weasley,

Exacto , produce ese efecto. Al leer "James Potter y el váculo de los tiempos", el lector puede apreciar una gran similitud en la forma de escribir, y llega a sentir como si la propia Rowling lo hubiese publicado. No deja nada a azar, todos los elementos encajan perfectamente con el canon de los libros de la saga. Ese es el valor principal que tiene este libro, que bien pudiera ser considerado como una precuela oficial de la saga.
Esta vez actualizo mucho más rápido. He tenido tiempo para dedicarle en estos días a la edición, y ya lo tengo aquí, el capítulo número 15. El más largo de todos los capítulos del fic ahsta el momento. Tiene de todo, así que espero que les guste. Aquí va.
Capítulo 15 El Coleccionista
James se sorprendió.
—¿Eloise?
La muchacha asintió, ayudándole a ponerse de pie con cálidas manos. Un coro de gritos distantes fue creciendo más fuerte hasta que Sirius, Remus y Peter cayeron al suelo alrededor de ellos, seguidos de las piezas astilladas de la escoba rota. Eloise les arrugó la nariz.
—¡Agh, ustedes cuatro huelen horrible!
Sirius frunció el ceño, removiendo los residuos de las Bombas Apestosas de la parte delantera de su capa. James tenía la mayoría en la espalda. Trató de mirar por encima del hombro y removerlas, pero no pudo llegar a ellas.
—Lo siento, no solemos oler así, —dijo Remus, tratando de limpiarse un puñado de la cara. Debió haber estado buscando a Peter cuando la bomba apestosa explotó.
Peter de alguna manera, escapó del lío. Tal vez fue porque era lo suficientemente pequeño para que el cuerpo de Sirius lo protegiera.
—Chicos… —Eloise murmuró, sacudiendo la cabeza. —En mil años, nada de eso ha cambiado...
—¿Cómo supiste dónde encontrarnos? —preguntó James, finalmente dándose por vencido a sacar los restos de las bombas de su capa.
Eloise le indicó que se diera la vuelta, y respondió mientras ella le limpiaba el estiércol de su espalda con el extremo roto del palo de escoba.
—Estaba visitando la pintura del ghoul en el primer piso cuando un duende irrumpió, más enojado que una avispa. Estaba hablando sobre unos chicos causando un alboroto en el sexto piso. Dijo que nunca los había visto antes. Sabía que tenían que ser ustedes.
—Gracias, —dijo James cuando ella había terminado de limpiar su capa. Se dio la vuelta para mirarla. —Eloise, dijiste algo sobre saber dónde tenemos que ir. ¿Sabes dónde está la siguiente pieza del cetro?
—Sí, pero… —ella vaciló. —Es posible que tengan un poco de dificultad para conseguirla.
—¿Por qué? —preguntó James. —¿Dónde está?
—Solía estar a la intemperie, en una pintura del sexto piso, —dijo. —Estaba justo al lado de La Tarea Divina, pero luego fue robada. Sólo pinturas tan antiguas como la mía lo recuerdan. Sucedió sólo un par de años después de que Helga Hufflepuff y ese hombre pequeño la escondieran allí.
—¿Quién la tomó? —preguntó Sirius, la mancha oscura de estiércol en su capa ahora estaba completamente olvidada.
—Lo llamamos el Coleccionista, —dijo Eloise, y James creyó ver un estremecimiento pasar a través de su pequeño cuerpo. —Una vez que se encapricha con algo, lo reclama para sí mismo. Su retrato se colgó en una de las más profundas mazmorras del castillo. Tomó miles de cosas… joyas, armas, oro... Pero entonces, hace unas décadas, decidieron removerlo de la pared, para que no arruinara más pinturas. Ha sido desterrado al lugar donde las cosas están ocultas.
—¿El lugar donde las cosas están ocultas? —preguntó James.
—Y olvidadas, —dijo Eloise con gravedad. —Puedo llevarlos a ese lugar, pero tendrán que salir de nuestro mundo para entrar en el de él. Debido a que su retrato ya no está colgado en las paredes del castillo, está separado de nosotros…
Un trascendental rugido la interrumpió. Todos los ojos se volvieron hacia la cima de la colina.
—Oh, oh… —dijo Sirius.
—Oh no…. — dijo Eloise, dando un paso hacia atrás. —¿Qué hicieron?
—Bueno, ya estaba llegando a eso... —dijo James con temor. —Nos topamos... accidentalmente… con-un-monstruo-suelto-en-el-sexto-piso. Dijo la segunda mitad de la oración a la vez, como si creyera que diciéndolo rápidamente lo haría menos malo.
—¿Ustedes ¡QUÉ!? —explotó Eloise. —¿La hidra del árbol duende? ¿Están LOCOS? El rugido llenó el aire una vez más, y el suelo comenzó a temblar bajo las fuertes pisadas de la bestia.
—¡No fue a propósito! —Sirius dijo con enojo. —¿De quién fue la brillante idea de todos modos?, ¡colgar algo así en el castillo!
—¡De Helga Hufflepuff! —Eloise bufó. —¡¿Qué crees?! La puso allí a propósito, ¡para mantenernos lejos de la pieza del cetro!
La tierra se sacudía violentamente cada vez más, y el crujido de las ramas de los árboles se hizo más fuerte.
—Sugiero que traslademos esta discusión a algún lugar más seguro, —dijo Remus, instándolos a moverse, —o no importará de quién es la culpa, porque todos estaremos muertos.
Eloise le disparó a Sirius una mirada más acusatoria, y luego se recogió el largo vestido en sus brazos.
—¡Vamos, por aquí!
Al igual que el retrato de Herpo el Sucio, la pintura de la colina tenía dos salidas. Eloise tomó la de la izquierda, donde una mujer se sentaba meciendo a su bebé bastante contenta como para ignorarlos. Los condujo a través de otro puñado de pinturas, a veces saliendo a la izquierda, otras veces a la derecha, y una vez incluso doblando hacia atrás para pasar por una tercera salida. El bramido aumentaba más y más, hasta que James estuvo seguro de que sus oídos sangrarían. Finalmente, llegaron a una pintura de una antigua biblioteca.
—¡Llegamos! —exclamó Eloise. Se dio la vuelta para mirar hacia atrás, pero luego gritó.
La más grande de las cabezas del dragón de hidra irrumpió en la biblioteca detrás de ellos, con su boca ampliamente abierta. Esta se agachó para cogerla como una muñeca de trapo.
—¡No! Sirius se lanzó hacia adelante, con las manos extendidas, y empujó a Eloise fuera del camino. Ella aterrizó de cara al suelo, y la hidra lo sacó en lugar de ella.
—¡SIRIUS!
James se lanzó a la cabeza, agarrando uno de los colmillos de la bestia del tamaño de un cono de tráfico. Sintió que sus pies se despegaron del suelo. La hidra estaba levantando su cabeza, con la clara intención de tragar por completo a Sirius. Eloise y Peter le arrojaron libros, pero ésta no lo notó. Remus corrió hacia delante, empuñando un pedazo de la escoba rota que debió haber conservado desde el accidente. Gritando con toda la capacidad de sus pulmones, apuñaló con la punta la pierna de la hidra, pero la piel era demasiado gruesa. La pieza del palo de escoba se astilló, y Remus fue arrojado sobre su espalda.
James pateó violentamente la cabeza que contenía a Sirius, pero a ésta no pareció preocuparle, tanto como los libros que le fueron lanzados. Sin embargo, él no debió haber notado las demás cabezas, debido a que una de ellas se lanzó por encima, mirándolo directamente a los ojos y silbando como una cobra. Ésta se echó hacia atrás y se arrojó, y James se vio obligado a moverse hacia un lado para evitarla. La cabeza serpenteó de vuelta, lista para un segundo ataque, pero entonces algo llamó su atención.
El cuerpo de la hidra estaba haciendo un extraño movimiento convulsivo. Por un momento horrible, pensó James que Sirius había sido tragado entero, pero luego, para su alivio, oyó los sonidos amortiguados de los gritos indignados de Sirius llegando desde el interior de la boca de ésta.
—¿Qué está haciendo? —Remus le gritó a él.
James movió sus ojos de nuevo a la cabeza que mantenía cautivo a Sirius. Los ojos de ésta estaban desorbitados en sus cuencas, y en lo profundo de su garganta, hacía un ruido raro.
—¡Parece que se va a enfermar! —Eloise le dijo a él desde su lugar en el suelo. La hidra vomitó fuertemente, tosió y arrojó a Sirius bruscamente al suelo. Estaba cubierto de pies a cabeza con moco. James soltó el colmillo y aterrizó junto a él.
—¡Grr! —gruñó Sirius. —¡Y pensé que la bomba apestosa era mala! Las otras cabezas de la hidra estaban viendo a la grande con incertidumbre, ya que ésta se atragantaba y escupía, como si deseara deshacerse de un sabor desagradable en la boca.
—Eso era… —James dijo lentamente. —¡Claro! ¡Sabías mal debido a las Bombas Apestosas! —se rió Sirius.
—¡Tienes razón! ¡Es una suerte que las tuviera! Creo que podemos dar las gracias a Severus por eso. Yo no las habría ordenado con el catálogo de Zonko si no lo odiara tanto.
James sonrió.
—¿Crees que ahora le debes la vida?
Sirius le lanzó una mirada que podría causar la muerte.
—Yo no iría tan lejos.
La hidra bramó una última vez, como para convencerlos a todos de que todavía era una amenaza, pero luego se retiró de la pintura de la biblioteca. Sus pasos torpes se volvieron más y más silenciosos, hasta que se desvanecieron por completo.
—¡Me salvaste! Eloise echó los brazos alrededor del cuello de Sirius, y no pareció importarle que su hermoso vestido se empapara de baba de hidra y de lo que quedaba de la bomba apestosa. Sirius pareció más alarmado con esto que estar en la boca de la bestia.
—No lo hice, —él dijo con obstinación, apartándola. —Estaba tratando de empujarte dentro de ella.
—¡Eso no es cierto! —Eloise entonó, y ella le dio un beso en la mejilla antes de que pudiera detenerla. —¡Te importo!
Sirius frunció las cejas a James y a los otros, desafiándolos a reírse. James apretó las comisuras de la boca para ocultar su sonrisa.
—¡¿Qué es eso?!
Peter estaba de puntillas ahora, mirando a través de la oscura franja del espacio que se volvía hacia Hogwarts. Los otros se pusieron de pie y se unieron a él.
—Guau…
En un primer momento, James pensó que estaba mirando a las montañas, pero eso era una tontería, porque no habían montañas dentro de Hogwarts? No, las montañas en realidad eran cosas (cientos y cientos de objetos), libros y varitas rotas, muebles rotos y dañados, botellas de pociones antiguas, sombreros, joyas, capas y armas. James imaginó que incluso Turnbill daría cualquier cosa para tener la oportunidad de explorar esto.
—Eloise, —James exhaló, con su rostro presionado tan cerca de la ventana que su aliento la empañó hacia arriba, —¿Qué es este lugar?
Ella se acercó y se paró a su lado.
—La llaman... la Sala de los Menesteres.
Cuando los ojos de James se acostumbraron a la tenue oscuridad de la increíble sala, vio aún más maravillas. El esqueleto de un perro de tres cabezas. Una pila carbonizada y ennegrecida de escombros a un lado de los restos destrozados de lo que parecía ser un huevo de dragón. Un tanque lleno de agua turbia, la vivienda de lo que parecía ser el cadáver de una babosa gigante.
—Aquí es donde se encuentra la pintura del Coleccionista. Debe estar cerca del Armario Evanescente, a unos pocos cientos de pasos por ahí.
Eloise apuntó directamente hacia delante, por uno de los callejones formados entre las pilas tambaleantes de cosas olvidadas.
—No, —dijo James, girando la cabeza para mirarla.
—¿No? —preguntó ella, confundida.
—Ese es el lugar donde NOS encontraremos con la pintura del Coleccionista. Nosotros cinco.
Por un segundo Eloise miró estupefacta, pero luego sacudió la cabeza.
—Ya te dije, James, —dijo. —Su pintura está separada de las nuestras. Él no está colgado en la pared, por lo que no está unido a nuestro mundo. Yo no puedo ir.
—Eso no es lo que quiero decir, —dijo James, hurgando en el bolsillo. Sacó el mapa y lo desdobló. —Este mapa nos trajo aquí, y va a sacarnos de nuevo. Sólo que puedes venir con nosotros…
Eloise no le dejó terminar.
—James, sé a dónde vas con esto...
—¡No, escucha! —dijo James, su voz tensa por la excitación. —¡Ven con nosotros! Podrías volver a Hogwarts, ¡podrías tener una segunda oportunidad en lo que fue tomado de ti por la hija de invierno! ¡Podrías tener una segunda oportunidad para aprender magia!
Sirius, Remus y Peter se movieron incómodos.
—No puedo ir contigo, —dijo. —Por favor entiende.
—¿Qué hay que entender? —preguntó James.
¿Acaso ella no sabía lo que se estaba perdiendo? ¿No entendía lo que él le estaba ofreciendo? La expresión de Eloise se suavizó. Parecía a la vez dolida y apenada.
—No soy la Eloise de tu mundo. Ella va a permanecer en el templo del aire para siempre, y nunca se va a despertar de nuevo. Soy la Eloise en este mundo… un reflejo de la chica de vuestro mundo. Si yo fuera contigo, yo no tendría ningún lugar real. Yo estaría tan vacía como mi madre, el fantasma de la casa de Ravenclaw. No puedo elegir existir de esa manera.
—¿Pero no estás cansada de ser una prisionera? —preguntó James. —¿No quieres ser libre?
—Soy libre, —dijo. —Yo ya no estoy presa en mi mundo de lo que tú estás en el tuyo. ¿Te consideras preso por existir en tu mundo?
—Sólo en Historia de la Magia... —murmuró Sirius.
James no le hizo caso.
—No es justo, —dijo rotundamente.
—No, no lo es, —dijo Eloise. —Puede que sea sólo un reflejo de la real Eloise, pero siento rabia por lo que le pasó. He esperado mil años para que alguien viniera y liberara su cuerpo. Mil años he esperado, por ti y tus amigos. Me diste ese regalo, y para mí eso significa más que nada.
James se sintió vacío, como un hierro pesado cayendo en su pecho.
—¿Estás segura?
—Sí, —ella dijo. —Estoy segura. Buena suerte ahí fuera. Cuando salgan, pasen a través de las grandes puertas dobles en el lado opuesto de la sala. Verán que está en el séptimo piso. Su sala común no está muy lejos.
A James le hubiera gustado hacer un par de preguntas más, acerca de qué esperar, sobre qué tipo de cosas podrían salir mal… pero luego decidió que sería mejor no saber.
—Gracias, Eloise. Por todo.
Eloise abrazó a Remus y Peter, a Sirius le dio un beso en la mejilla una vez más. Esta vez, James pensó que podría haberlo visto sonreír.
—Te prometo que iremos a visitarte de nuevo, —dijo James cuando ella se acercó a él, —y no va a ser cuando estemos tratando de liberar a una hija de invierno o dejando atrás a una hidra.
Ella sonrió, y luego le dio un apretado abrazo.
—Eso espero, —susurró en su hombro. Entonces ella se apartó. —Tengan cuidado. Todos ustedes.
James asintió y desplegó el mapa. Una vez que todos posaron una mano sobre él, leyó el encantamiento, y la luz cegadora los envolvió. Dio una última mirada hacia atrás, a Eloise. Vio su amplia sonrisa, su pelo largo y oscuro volando hacia atrás en el viento, los tranquilos ojos marrones. Entonces, se dio cuenta de que ella tenía razón. Era donde ella estaba feliz (donde podía visitar ghouls, hablar con los duendes, y vivir para siempre) a su manera. La luz se hizo más brillante, hasta que su silueta desapareció de la vista. Ruido sordo. Sus pies tocaron el suelo de la Sala de los Menesteres.
—Vamos, puedo ver el Armario Evanescente desde aquí, —dijo Sirius.
Todos ellos encendieron sus varitas, y Sirius abrió el camino por el sendero, con Remus y Peter cerca de él. James se quedó atrás, lanzando su luz hacia atrás sobre la pintura detrás de ellos. Estaba vacía. Eloise se había ido.

—¿James? —¡Vamos!
James corrió para ponerse a la par, casi tropezando con un hacha manchada de sangre.
—¿a propósito, qué es un Armario Evanescente? —preguntó, estudiando su contorno cuadrado por delante.
Parecía que había una especie de pálida luz violeta débilmente brillando detrás de las pilas de escombros, y hacía que el Armario Evanescente se destacara como un pico de montaña.
—Mi papá solía tener uno, —respondió Sirius. —Si alguien malo llama a la puerta, saltas en él y WHOOSH… te vas de viaje a un lugar más seguro.
—Suena muy bien, —dijo Remus.
—¿Por qué se deshizo de él? —preguntó James.
—Decidió que no era seguro guardarlo en la casa después de que metí a mi hermano en él, —dijo Sirius, e incluso en la luz baja, James podía verlo sonreír. — Lo envió a Borneo.
Cuando se acercaron a la inmensa forma del Armario Evanescente, todos se quedaron en silencio por temor a que podían despertar al Coleccionista.
—¡Ahí! —susurró Remus.
En la penumbra, encajado entre un viejo escritorio cubierto de negros hongos y algún tipo de estructura que parecía hecha de huesos humanos, el borde de un marco dorado era apenas visible. Todos ellos se detuvieron, con la mirada fija. Sirius se inclinó al oído de James.
—¿Qué hacemos ahora?
—Tenemos que sacarlo sin despertarlo, —respondió James en voz baja. Dio unos pasos hacia el cuadro con la mano extendida.
—¡Espera! —siseó Remus. —Esto podría ayudar. ¡Muffliato!
James se quedó inmóvil, esperando que algo sucediera, pero hasta donde podía decir, nada pasó.
—¿Y eso, Qué hizo?
—Se supone que llena los oídos de alguien con un zumbido, por lo que no pueden oírte.
—¿Funcionará incluso en una pintura? —preguntó Sirius.
—Sí, creo que sí, —dijo Remus. —¿Viste ese retrato de la bruja cuando Malfoy nos envió el Hechizo de Inmovilización? Le cayó a ella.
—Muy bien, —dijo James, —Cállense los dos.
Tomó el marco y tiró, y el retrato comenzó a deslizarse entre el escritorio y la estructura ósea. No había ningún sonido de ronquidos viniendo de él, pero tampoco había saludo o queja. James se preguntó si los ocupantes de las pinturas podrían morir, y luego se sintió culpable por la esperanza que tenía el Coleccionista.
—¿Lo ves? —James le susurró a Sirius, que estaba de pie en ángulo recto para ver el interior.
Sirius entornó los ojos.
—No…
Esperaron, pero él no dio más detalles.
—¿Qué ves? —preguntó Remus irritado.
Sirius hizo una mueca.
—Está muy polvoriento, —dijo. —Es difícil ver algo en absoluto.
Sintiendo la seguridad suficiente como para dejar de lado la pintura inclinada contra el escritorio, James se dio la vuelta para unirse a él. Sirius había estado diciendo la verdad; la pintura estaba cubierta de una capa de polvo tan gruesa que lo que estaba debajo se ocultaba a la vista.
—Bueno, —dijo James, sosteniendo el mapa. —¿Quién está dentro y quién está fuera?
—Como si fuera a dejarte solo, —dijo Sirius. Puso su mano hacia abajo sobre el hombro de James. —Estoy dentro.
—Estoy dentro también, —dijo Remus, colocando su mano sobre el otro hombro de James.
Peter estaba quedándose atrás, presionado contra una estantería como si esperara a que pudiera fortalecer su columna vertebral.
—No tienes que venir, Peter, —dijo James. —Sería bueno que alguien se quedara afuera, en caso de que algo saliera mal.
Peter asintió, con el rostro resplandeciente de sudor. Pareció aliviado.
—De acuerdo, —dijo James, armándose de valor. —No hay vuelta atrás. ¡Ostioportum!
La luz blanca surgió de nuevo, batiendo hacia abajo y a través de las capas de polvo. James contuvo el aliento cuando pasó a través de este, pero cuando salió por el otro lado, aún tenía que escupirlo de su boca. Remus y Sirius también se cubrieron con él, luciendo como gemelos con el pelo de color polvo.
—Eso tenía un mal sabor, —dijo Sirius, raspando un poco fuera de su lengua.
—Deberías haber mantenido tu boca cerrada, —dijo Remus con una sonrisa de suficiencia. El polvo que cubría su rostro también ocultaba sus cicatrices, y por una vez, se veía tan normal como el resto de ellos. —Aprendí eso de la manera difícil, después de que TUS Bombas Apestosas explotaron.
—Miren, —dijo James, silenciándolos.
Se encontraban en una especie de enorme y oscura sala, sólo iluminada por pequeñas velas ardiendo en los soportes de pared. El papel pintado de borgoña se estaba pelando, y las brechas entre las tablas del suelo estaban abiertas. El aire estaba húmedo y pesado, y olía a humedad con algo dulce y podrido.
—Ugh, aquí huele a Kreacher, —comentó Sirius en voz baja.
-James dobló el mapa hacia arriba y lo guardó.
—Entonces aguanten la respiración, porque no vamos a volver.
Comenzaron a hacer su camino por el pasillo, evitando cuidadosamente los agujeros en el suelo. Esta pintura no se parecía a ninguna de las que habían estado esa misma tarde. Por un lado, aparte del tramo de la oscura ventana que parecía regresar a la Sala de los Menesteres, no había salidas. Por otro, lucía mucho más profunda que cualquiera de las otras pinturas que habían explorado… y luego, algo más extraño notó James.
—¿Dónde está él?
No había ninguna señal de algún ocupante en el pasillo.
—Tal vez salió, —dijo Sirius alegremente.
—No puede, —dijo James, ahora comenzando a sentir que algo no estaba bien, sin duda. —Él no está conectado a ningunas otras pinturas. No puede simplemente salir como el resto de ellas. ¿Y dónde está todo lo que coleccionó?
—Tal vez le hicieron regresar todo antes de que lo retiraran de la pared, — sugirió Remus. —¡ESTÉN ATENTOS!
Sirius debió haber estado ocupado mirando a su alrededor en busca de pistas, porque no vio el siguiente espacio en las tablas del suelo. Se dirigió directo al borde antes de que James o Remus pudieran detenerlo.
—¡AHHHH! El sonido se interrumpió bruscamente cuando la oscuridad se lo tragó entero.
—¡Sirius!
James corrió hasta el borde del agujero, pero no pudo distinguir nada en la oscuridad. Su boca se puso muy seca.
—Sirius, ¿estás bien?
Sirius respondió, pero sonaba muy lejos.
—¡Sí!
—¿¡No estás muerto!? —Remus llamó hacia abajo.
—¡Aterricé sobre algo blando! ¡Creo que es una red! ¡Bajen!

Remus negó con la cabeza, sonriendo.
—¿Cuántas veces va a estar tan cerca de matarse hoy?
—Con suerte eso será todo por esta noche, —dijo James, enderezándose. — Bueno, después de ti.
La cara de Remus todavía estaba cubierta por la espesa capa de polvo, pero James podía ver por su expresión, que la piel debajo de ella estaba probablemente tan blanca.
—O podríamos ir juntos, —James corrigió. —A la cuenta de tres.
—Uno, —dijo Remus.
—Dos, —dijo James.
—¡TRES! —dijeron juntos.
Se lanzaron al aire, a través de la oscuridad de lo que había debajo de las tablas del suelo de la sala. El aire aulló en sus oídos, y ambos gritaron, pero mientras Remus gritaba de miedo, James transformó su grito en alegría. La parte baja de James aterrizó acunada en algo suave. No era tan sólida como esperaba que se sintiera una red… tomaba la forma mucho más fácilmente. Esta se resistió debajo de él cuando el cuerpo de Remus cayó un par de pies de distancia.
—¿Estás bien? —preguntó James, encendiendo su varita.
Remus estaba tumbado de espaldas, con los ojos muy abiertos y vidriosos. Todo lo que pudo hacer fue mover la cabeza en asentimiento.
—Sirius, eso fue ¡INCREÍBLE! —James estalló, girando alrededor para buscarlo. —¡Quiero hacerlo otra vez!
Se detuvo, esperando algún tipo de entusiasta acuerdo de Sirius. Cuando no llegó, levantó más alto la varita sobre su cabeza.
—¿Sirius?
—¡Por aquí! —dijo una voz a su izquierda.

James lanzó la luz en esa dirección, y esta se derramó a través de Sirius, quien estaba extendido en la red. Parecía presa del pánico.
—¿Qué es? ¿Qué ocurre? —No me puedo sentar, —gruñó Sirius. Intentó tirar de sus brazos libres. — ¡Estoy atascado!
—Quédate ahí, voy a ayudarte, —dijo James, pero cuando trató de levantarse, se encontró con que su parte inferior estaba adherida a la red, y la otra mano también. —Remus, ¿te puedes mover?
Remus negó con la cabeza.
—Creo que estamos en problemas, —dijo Sirius.
—No te preocupes, —dijo James, tratando de sonar alegre. —Peter nos está esperando. Él sabrá qué hacer si no volvemos.
—Bueno, cuando lo pones de esa manera... estamos perdidos, —dijo Sirius con tristeza.
Remus murmuró algo, pero sonaba como si se estuviera ahogando con su lengua.
—Noa-neh…
James puso su varita entre sus dientes para poder liberar su otra mano. Mientras se inclinaba hacia delante, la luz se derramó más allá de sus pies, y cayó sobre un gran bulto enredado muy cerca de la red. Había algo que brillaba en el interior.
—¡Bieen! —dijo, señalando. —¿Qué es eso?
Sirius levantó la cabeza para poder ver a lo largo de su cuerpo.
—No puedo decirlo, ¿puedes acercarte más?
James hizo palanca con su parte inferior y el brazo libre, y torpemente se arrastró hacia el bulto. Con un poco de esfuerzo, logró agarrar lo que estaba oculto entre las pegajosas hebras. Por un segundo se atrevió a pensar que se trataba de la tercera pieza del Báculo de los Tiempos, pero para su decepción, no lo fue.
—Creo que es una especie de corona o diadema, —dijo, sosteniéndola cerca de su cara para examinarla. —Hay una gran joya azul situada en la parte del frente. Raro, no parece que perteneciera a una pintura. No tiene ninguna pincelada. Mira, Remus.
James se dio la vuelta y levantó la diadema para que él la viera, pero todo lo que Remus pudo responder fue la misma frase ilegible que pronunció antes.
—Noa-neh…
—¿Qué está sucediendo contigo? —Sirius le preguntó con impaciencia.
—Noa-net… nota net… —Remus dijo con voz ahogada, con sus ojos sin dejar de mirar directamente hacia arriba.
James se congeló.
—¿Qué?
—¡NO ES UNA RED! —Remus gritó de repente. Él comenzó a empujar. —¡ES UNA TELARAÑA!
James siguió su mirada hacia arriba, y vio algo que hizo que su nudo en el estómago se volviera un nudo duro. Una gran forma de muchas patas estaba descendiendo desde arriba, recortada por la tenue luz que escapaba a través de las brechas de las tablas del suelo.
—¡Dejen de moverse! Y ¡cállense! —James dijo entre dientes, extinguiendo rápidamente su luz. —Tal vez no va a saber que estamos aquí si nos quedamos quietos.
Él sabía en su corazón que ya era demasiado tarde…- que ya los habían visto. Esperó en la oscuridad, horrorizado porque la criatura pudiera oír el frenético latido de su corazón. Todo estaba en silencio, pero entonces, un extraño sonido le llegó… una suave y divertida risa. La voz de un joven.
—¿Qué tenemos aquí?

La voz no sonaba a nada parecido a lo que James imaginaba que debía sonar la voz de una araña. Era suave, y sonaba muy educada.
—Es grosero ya saben, —continuó la voz. —Entrar en mi casa, y ni siquiera presentarse. La voz sonaba tan fuerte y tan cerca ahora, que James finalmente perdió su autocontrol.
—¡Lumos! La luz de su varita floreció en la oscuridad.
Para su sorpresa, en lugar de revelar una enorme araña negra, lo que iluminaba era la cara de un hombre joven de aspecto distinguido. Parecía estar en su adolescencia, con un cabello oscuro hasta los hombros que fluía libremente. Llevaba un traje negro largo que estaba ceñido en el medio, destacando su cuerpo alto y delgado, y sus ojos negros ardían como brasas en la luz de la varita.
—Ah, ahí están, eso está mejor, —dijo, alzando la comisura de su boca. —¿Qué están haciendo con eso, si se puede saber? Estaba mirando la diadema en manos de James con ojos codiciosos.
—Nosotros... simplemente estamos admirando su colección... —dijo James, dándole la vuelta.
—Tienen buen gusto, —dijo el hombre, que ahora caminaba en un amplio círculo alrededor de ellos. No parecía tener ninguna dificultad para caminar en la telaraña con sus pies descalzos. —Sucede que ese fue el único elemento en mi colección que yo no tuve que coleccionar por mí mismo. Se me fue dado libremente, hace unos quince años, creo. Era un hombre encantador, se parecía mucho a mí, aunque no del todo. Tal vez fueron los ojos que eran diferentes... los suyos eran un poco como de serpiente, mientras que los míos... bueno, los míos tienden a ser un poco más... como de araña. Sus ojos brillaban en la oscuridad como para enfatizar su punto.
—Así que, ¿cuánto tiempo ha estado coleccionando? —preguntó James, con la esperanza de mantenerlo hablando de su colección para distraerlo.

—Un largo tiempo, —dijo el hombre con melancolía. Dibujó una hermosa sonrisa. —Tomé mi primera pieza hace casi mil años. Me dijeron que era sólo un trozo inútil de roca de color negro brillante, pero yo sabía que era algo mejor. Sentí el poder en ella.
James notó que sus ojos delataban el más mínimo atisbo de movimiento a la derecha. Junto a él, oyó una pequeña toma de aliento proveniente de Remus.
—¿Cuántos de ustedes hay? —preguntó el hombre, con una mirada hambrienta en sus ojos negros. —¿Solo ustedes tres? ¿Quién más sabe que han llegado aquí? ¿Cómo llegaron a mi retrato por sí solos?
—Oh! Montones de personas saben que estamos aquí, —dijo James tan convincente como pudo. —Somos una nueva pintura, del sexto piso. Les dijimos a todos que estábamos planeando venir aquí, y... ver cómo lo está haciendo...
—Dime, ¿ese Albus Dumbledore sigue enseñando aquí? —preguntó el Coleccionista, escupiendo el nombre como si su sabor supiera horrible en la lengua.
—S… sí, —balbuceó James.
—¡Fue una pobre excusa por un profesor de Transformaciones que fui desterrado de la Galería de Hogwarts! —gruñó el Coleccionista, su hermoso rostro retorciéndose en feas formas. —¡Él pensó que yo estaba arruinándola! Si me preguntan, él solo estaba enfadado porque tomé un medallón de la chica en el retrato en la pared de su oficina. Ariana, creo que era su nombre...
—Él es el director ahora, —dijo James, sorprendido de que nunca se había preguntado antes qué materia impartía Dumbledore.
—¿Director? —preguntó el Coleccionista con incredulidad. —¿Ese tonto imbécil?
—Sí, —dijo James, reuniendo valor. —Estamos aquí porque nos pidió venir. Se reunirá con nosotros en nuestro retrato tan pronto regresemos.
—¿Ah sí? —dijo el Coleccionista divertidamente. —Y ¿qué es a lo que los ha enviado aquí para buscar? ¿Esto, tal vez?
Metió la mano en un pliegue de su túnica, y sacó una cadena de plata sobre la que colgaba un medallón ovalado.
—Dime, —dijo, haciendo balancear el medallón en amplios círculos alrededor de uno de sus dedos largos y delgados. —¿Por qué el célebre Dumbledore, el más grande maestro de Transformaciones conocido en el mundo moderno, enviaría a tres chicos en su lugar para hacer su trabajo?
James sintió las gotas de sudor formándose en su frente.
—Él… bueno, este, él…
—Tengo una teoría, —dijo el Coleccionista, sonriendo una vez más. De repente dejó de girar el medallón, y lo cogió en su mano. —Mi teoría es que estás mintiendo. Se acercó, y James trató de retroceder, pero sus pies estaban pegados a la telaraña. —Mi teoría es que nadie sabe que están aquí. Nadie va a echarlos de menos. Y nadie... sabrá ni le importará a dónde se han ido...
Sirius finalmente habló, con su voz cortante de miedo.
—¿Nos vas a comer?
El Coleccionista se rió entonces, ruidosamente, como si no hubiera oído una buena broma en muchos años (que, en su exilio, probablemente no pasaba).
—¿Comerlos? ¿Por quién me tomas? No. En mi aislamiento, como se pueden imaginar, no he tenido la oportunidad de recoger mucho de nada… excepto polvo, y por supuesto esa diadema que está en tus manos, pero que fue dada libremente, por lo que no cuenta... pero entonces los tres aparecen. Pasean por aquí, en mi telaraña, y no sólo uno, ¡sino tres! ¡Un conjunto completo!
El codicioso brillo medio loco estaba de nuevo en los ojos del Coleccionista. Ahora estaba mirándolos como si fueran un conjunto de joyas preciadas.
—No, no voy a comerlos... —dijo el Coleccionista, su sonrisa se había ido y las puntas de sus dedos se retorcían. —Voy a coleccionarlos. Y ustedes nunca… Sus brazos y piernas empezaron a alargarse. —Jamás… Se volvieron oscuras y gruesas, con pelo negro surgiendo a lo largo de su espalda y por su rostro. —Van a escapar. —dijo con voz áspera.
Ante los ojos de James, lo que quedaba del cuerpo del Coleccionista se estremecía y arrugaba hacia adentro, hasta que al final, ante él se encontraba el cuerpo de la monstruosa araña.
—¡James! —gritó Sirius. —¡Mi bolsillo!
James se alejó de la araña en desarrollo andando a tientas en la oscuridad hacia Sirius.
—¿Qué?
—¡Mi bolsillo! —repitió Sirius, tratando de sacar su cadera. James empujó la diadema en las profundidades de su capa y buscó en el bolsillo de Sirius. Sacando su mano hacia atrás nuevamente, se encontró con cuatro Bombas Apestosas descansando en su palma.
—¿¡Cuántas compraste!?
—¡Las suficientes para hacer que Severus apestara hasta la próxima Navidad! ¡Ahora úsalas para sacarnos de esto!
La araña ahora casi estaba arrastrándose por encima de James. Él se dio la vuelta, se agachó para evitar las pinzas que iban a su cuello, y puso las Bombas Apestosas en los ojos de ésta. Un horrible grito resonó en la caverna.
—¡La pieza del cetro está en esa esquina! —gritó Remus, aparentemente recuperado de su conmoción. Señaló con la cabeza hacia la derecha. —¡En algún lugar por ahí!
James trató de empezar a correr, pero casi se cayó en su rostro cuando sus pies se pegaron a la telaraña.
—¡Utiliza el Hechizo Sliggado! —Sirius le ladró. Sintiéndose estúpido, James sacó su varita. —¡Sliggado! —gritó, y ante él, un camino de seda gris apareció. Sentía la tensión de la misma por debajo de sus zapatillas, y estaba a punto de correr, pero luego recordó girarse y lanzar el hechizo de nuevo en Sirius y Remus. —¡Sliggado! ¡Sliggado!
La araña chilló estridentemente cuando dos de ellos se pusieron de pie. James se movió a la derecha, mientras que detrás de él Sirius y Remus lanzaron sobre el Coleccionista todos los hechizos que sabían. James se sentía tan mal al no quedarse, para ayudarlos, pero sabía que era él el que debía encontrar la pieza del cetro. Mientras corría, destellos de sus hechizos iluminaron las paredes de la caverna, y en ellas se podían ver sus sombras, luciendo tan pequeñas y vulnerables al lado de la forma descomunal de la araña... —Vamos… Vamos…
James siguió hacia adelante, de vez en cuando tuvo que saltar sobre un tesoro enredado en los pliegues de la seda en el camino que estaba siguiendo. Estaba lanzando el Hechizo Sliggado por quinta vez cuando la voz de Sirius le llegó desde muy lejos.
—¡James! ¡Cuidado! ¡Va por ti!
Disminuyendo la velocidad, James buscó en la tenue luz algo para defenderse. No muy lejos de allí, solo pudo distinguir la punta de una espada oxidada que sobresalía de una protuberancia en la seda. Precipitándose allí, tiró de ella hasta que quedó libre. Se sentía muy pesada en sus brazos.
—¡James!
James se puso de cuclillas, esperando. Lo que fuera que venía hacia él sin duda, veía mejor que él, y quería estar preparado para eso cuando llegara. Pronto, la suave y amable risa llegó a sus oídos otra vez.
—Oh, James, —el Coleccionista suspiró. —Oh, no tengo más remedio que darte las gracias a ti y a tus amigos. No me he divertido tanto desde que tomé ese medallón por mí mismo. No fue un gran desafío, en realidad, el acto en sí. La chica no dio batalla en absoluto. Nunca dice una palabra a nadie, pero por otra parte, su retrato estaba siempre escondido en la oficina de Dumbledore... No, el verdadero deporte de ello fue la reacción que recibí de él. No había nada que pudiera hacer para recuperarlo, ya vez. Él era el que estaba atrapado, incapaz de obligarme a devolverlo. Creo que algo le debió haber pasado a la versión real de la niña en su mundo. Algo terrible. Espero que fuera terrible...
—¿Por qué él no pudo hacer que lo devolvieras? —preguntó James, incapaz de comprender por qué Dumbledore no vino él mismo a la pintura y lo recuperó.
—¿Cómo diablos lo haría? La gente sin pintar, viviendo sus horribles y pequeñas vidas por ahí, no pueden entrar en nuestro mundo, tanto como les gustaría.
James inhaló profundamente. No había sabido que fueron los primeros magos en encontrar un camino hacia la galería de Hogwarts. Cualquier magia que usaron Thackery Petrie y Helga Hufflepuff en el mapa, fue muy poderosa.
—Así que Dumbledore se rió de último, ¿verdad? —dijo James, cambiando su peso para levantar la pesada y alta espada. —Usted consiguió el destierro, ¡por lo que nunca pudo robar todo lo que no era suyo de nuevo!
El Coleccionista se rió secamente, e incluso, a través de la oscuridad, James pudo ver el destello ansioso reflejado en los ojos mientras miraba a James desde donde estaba de cuclillas, listo para saltar.
—Sí... o eso pensó él...
James supo lo que iba a pasar una fracción de segundo antes de que ocurriera. El Coleccionista explotó de nuevo en su forma de araña, pero James fue más rápido… utilizó la espada oxidada para abrir un agujero a través de la seda bajo sus pies. Se deslizó a través de éste, aterrizando con fuerza en el suelo a unos pocos pies de distancia. La araña gritó de rabia. Trató de comprimir su enorme cuerpo a través del agujero después de él, pero era demasiado grande.
James se puso de pie y comenzó a correr de nuevo en dirección a la pieza del cetro, manteniéndose inclinado para evitar que su pelo quedara atrapado en la telaraña que aún no se había convertido en seda. Los chillidos de la araña se convirtieron entonces en gritos enfurecidos de un hombre joven, y James oyó un ruido sordo en el suelo detrás de él. El Coleccionista debió haberse vuelto humano nuevamente para pasar a través del agujero.
James encendió su varita para ver mientras atravesaba el terreno desigual, porque era evidente que la oscuridad no estaba haciendo nada para ayudarlo a ocultarse. La luz se derramó a través de la grava del suelo cubierto de tierra mientras corría, y la luz flotante arrojó sombras de vértigo en todas partes. El sonido de muchas piernas en persecución se hizo más y más fuerte, y James corría más rápido, pero luego una enorme pila de tesoros coleccionados apareció a la vista, bloqueando el camino hacia adelante.
—¡Sliggado!
James convirtió la telaraña del techo por encima de él en seda gris. La abrió de un tajo, teniendo cuidado de mantener el agujero lo más pequeño posible, y subió por el lado de la pila, pisando lo que parecía el manillar de un modelo de bicicleta vieja, mientras subía a través de ella. Mirando a su alrededor rápidamente, se dio cuenta de por qué el camino estaba bloqueado… había llegado a la esquina de la habitación. Había miles de objetos, apilados en montones desordenados casi exactamente como los que estaban afuera del retrato en la Sala de los Menesteres.
Fue entonces que la comprensión finalmente golpeó a James. Ellos nunca serían capaces de encontrar la pieza del cetro por su propia cuenta. Era el primer premio del Coleccionista, y probablemente fue enterrado en el fondo de uno de los enormes montones. Tendrían que salir con las manos vacías. Además de eso, sería mucho más difícil regresar una segunda vez, con el Coleccionista preparado para ellos. En el fondo, James sabía la verdad. Ellos no tenían una segunda oportunidad. Dos piezas del cetro serían todo lo que alguna vez encontrarían.
—RRRAAAAARGHHHHH!!! El Coleccionista desgarró la seda en su forma humana, pero él era más viejo que James, y más grande. Estaba atrapado, luchando por pasar sus anchos hombros a través del delgado agujero cortado por la oxidada espada.
Era hora de irse. James lo sabía. Puso la mano sobre el mapa escondido en sus ropas. Lo llevaría de vuelta, no importaba dónde se encontraba dentro de la pintura, pero no podía irse solo. ¿Dónde estaban los demás?...
Eso no es del todo cierto, siseó una voz de hombre.
James dejó caer la oxidada espada por la sorpresa. Al principio pensó que era el Coleccionista hablando, pero luego se dio cuenta que tenía la misma resonancia que cuando la señora Norris habló con él en la cabeza. Tocó ligeramente el amuleto alrededor de su cuello. ¿Podía haber un gato cerca?
—¿Qué quieres decir con que no es cierto? —susurró James, sin querer que el Coleccionista escuchara.
La voz volvió.
El mapa tiene el poder para ayudarte a salir de aquí, con o sin ellos. Seamos honestos aquí James, sabes que no los necesitas. ¿De qué sirven los amigos cuando ellos son una carga tan pesada?
¿Dejar atrás a Sirius y Remus? James miró en su dirección, pero estaban demasiado lejos para verlo. ¿Qué le iba decir a Peter cuando apareciera solo? La voz respondió de nuevo, y el silbido se profundizó en un tono diferente… era más rica y más seductora.
Podrías decirle la verdad. Que se quedaron atrás. Que ellos no fueron tan fuertes, tan rápidos o tan inteligentes como tú...
—No… —dijo James, retrocediendo como si pensara que la voz podría estar llegando del Coleccionista después de todo. Éste todavía estaba luchando para liberarse, con sus dientes afilados al descubierto, y sus oscuros ojos hinchándose.
Hazlo James. Sólo di la palabra mágica...
—¡No! —James repitió, pero incluso mientras lo dijo, se dio cuenta que estaba sacando el mapa de su bolsillo.
¡Hazlo! -Ordenó la voz.
La voz de Sirius lo alcanzó de nuevo a través del cuarto, sonando muy lejos...
—¡James! James ¿¡estás bien!?
Ellos nunca llegarán a tiempo, dijo la voz. Si esperas más, la araña los envolverá a los tres juntos, y los mantendrá aquí para siempre, junto a sus objetos más preciados...
James se quedó sin aliento. Junto a los objetos más preciados del Coleccionista. Eso fue todo.
—¡Tú ganas! ¡Lo haré!
La voz en su cabeza se echó a reír, alta y cruel.
Sabía que tomarías la decisión correcta. Realmente estás destinado a la grandeza, James...
James sonrió.
—No estoy hablando contigo... —dijo en voz baja a la voz. Entonces con más fuerza, gritó, —¡Nos quedaremos! Somos todos tuyos.
El Coleccionista finalmente se liberó de la seda en forma de araña, pero se echó atrás en su cuerpo humano cuando escuchó las palabras de James.
—¿Ustedes qué?
—Tú ganas, —dijo James, justo cuando Sirius y Remus lo alcanzaron. El pelo de Remus estaba enredado con telarañas, y la mejilla de Sirius se estaba tornando púrpura.
—¿¡Qué!? —Sirius exigió.
—Nos puedes tener, —dijo James.
—¡No! —exclamó Remus.
El Coleccionista sonrió, con sus dientes aún puntiagudos.
—¿Yo gano? ¡Yo gano! Oh, sí, ¡yo gano!
Se precipitó hacia adelante, con sus negros ojos redondos y brillantes rodeándolos como si admirara su premio. Sirius y Remus se apretaron contra James a uno y otro lado para mantener una distancia segura.
—¡El juego más emocionante hasta ahora! —siseó entre dientes. —Oh, tenemos que hacer esto de nuevo. Debemos, ¡debemos hacerlo! Tal vez voy a fingir que los dejo ir una vez cada pocas décadas, ¡sólo para jugar de nuevo! Ahora dónde los pongo... ¡Dónde los pongo!
Con otra risa alegre, se transformó de nuevo en su forma de araña y comenzó a unirlos alrededor de la cintura con un grueso y viscoso filamento de telaraña. Cuando estuvo satisfecho con su trabajo, los trasladó pesadamente sobre su espalda con sus piernas largas y peludas.
—¿Qué haces, James? —susurró Sirius.
—Sólo confía en mí, —murmuró James en respuesta.
—¿A dónde nos lleva? —preguntó Remus, pero James no respondió por temor a que el Coleccionista pudiera estar escuchando.
Marcharon silenciosamente en la oscuridad durante mucho tiempo. A continuación, debieron haber alcanzado algún tipo de colina empinada, porque de repente sus cabezas cayeron y ellos estuvieron casi boca abajo en la parte posterior de la araña.
—¡Miren! —susurró Remus.
Estando al revés, James siguió su mirada. Estaban descendiendo por una colina de cacharros, y había un claro en la parte inferior. Justo en el medio del claro, descansando en un terreno abierto de suciedad, estaba la pieza del cetro de obsidiana negra.
— James mira, es…
James le pellizcó el brazo por debajo de la telaraña a modo de advertencia, y éste se detuvo en seco.
—Un lugar de honor, —el Coleccionista dijo con ternura, casi cariñosamente, mientras cambiaba de nuevo a hombre y los dejaba caer pesadamente al suelo. — Un lugar de honor entre mis adquisiciones más preciadas.
James levantó la cabeza. Era difícil ver, pero el Coleccionista ahora parecía estar revoloteando alrededor del claro. Febrilmente iba de un artículo a otro, como comprobando para ver que todo estaba en su lugar y en orden.
—Debo decidir dónde ponerlos, —dijo sin aliento. —Con las joyas... no, no... Tal vez los cuelgo del techo...
—¿Y ahora qué? —preguntó Sirius por la comisura de la boca.
—Sólo tenemos que distraerlo de alguna manera, el tiempo suficiente para que consigamos la pieza del cetro, —respondió James, observando los movimientos frenéticos y metódicos del Coleccionista.
—¡Ya lo tengo! —siseó Remus. —Prepárense... yyy...
BWAAAAP. BWAAAAP. BWAAAAP. BWAAAAP. BWAAAAP.
El sonido se propagó por el claro. Era una especie de siniestro y explosivo ruido de bocina. El Coleccionista se puso rígido.
—¿Qué es eso?... ¿¡Qué ES eso!?
Al principio James quedó confundido, pero luego notó que la punta de la varita de Remus sobresalía de entre las hebras pegajosas de la telaraña que los unía. Estaba dirigida hacia arriba. James siguió su dirección, y, finalmente, vio a su objetivo. Posada en la parte más alta de una de las pilas colocadas precariamente, había una muy antigua y aporreada trompeta. Esta dio otro chillido fuerte, luego un gemido, y luego estalló en una muy jovial, pero desafinada interpretación de Jingle Bells. Remus sonrió.
—Suena mejor que la de Encantamientos, ¿no es así?
El Coleccionista debió haber visto la fuente del ruido también, porque ahora estaba a mitad de la pila en su forma de araña para inspeccionarla.
—¡Ahora!
James realizó el Hechizo Sliggado, una vez más, y se liberaron de los suaves pliegues de seda. El Coleccionista se dio la vuelta.
—¡Ve por la pieza del cetro y sácanos de aquí! —Sirius le ordenó a James.
James echó un vistazo a la pieza del cetro a pocos pies de distancia. El Coleccionista debió haber comprendido lo que estaba a punto de hacer, porque soltó un horrible y desgarrador grito acusador.
—¡Wingardium leviosa!
Sirius hizo levitar un sillón en dirección a la araña ganando tiempo. James corrió y se lanzó hacia la pieza del cetro, pero al momento en que sus dedos tocaron la superficie oscura y suave, la misteriosa e incorpórea voz estuvo de vuelta.
Es tuya ahora... ronroneó. Usa el mapa. Abandona este lugar. La gloria puede ser tuya, y sólo tuya.
James levantó la vista y vio a Remus y Sirius luchando contra la embestida de la araña. Ellos le estaban dando la espalda.
Eso es... solo puede haber un maestro y comandante del tiempo.
Un terrible pensamiento cruzó la mente de James. ¿Qué pasa si la voz no venía fuera de él... sino de adentro? ¿Y si fueran sus propios pensamientos? ¿Realmente estaba considerando la posibilidad de dejar a sus amigos atrás? Horrorizado, James miró a su derecha. Su propio reflejo le devolvía la mirada desde un espejo roto que sobresalía de la pila. El corte lo distorsionaba, dándole un aspecto como si su cara se dividiera en dos mitades igualmente pálidas que no se alineaban.
Déjalos. DÉJALOS. El mapa estaba en la mano de James. No recordaba cuándo lo había sacado.
—Ostio… —comenzó, y la luz empezó a crecer alrededor de sus pies.
Sirius y Remus se giraron.
—James, ¡¿qué estás haciendo?! —exclamó Sirius, con su voz herida por la traición.
Todo el peso de lo que James estaba a punto de hacer de repente se le vino abajo. Se sentía más enfermo consigo mismo de lo que jamás recordaba haber sentido, y tambaleándose, el mapa se le escapó de los dedos.
Al verlo, el Coleccionista volvió a su forma humana, con sus ojos muy abiertos y voraces. Se lanzó hacia adelante para arrebatarlo para sí.
—¡No! Sirius atacó al Coleccionista, haciéndole perder el pie.
El Coleccionista contraatacó convirtiéndose de nuevo en una araña, provocando un fuerte grito de dolor a Sirius cuando fue atrapado debajo del enorme cuerpo. Remus se precipitó hacia adelante para ayudar, pero fue golpeado a un lado por una de las patas peludas.
James vio que todo esto sucedía, pero por alguna razón que no podía entender, solo se quedó estúpidamente fijo en su lugar, con el mapa tendido en el suelo a sus pies. ¿Qué le estaba pasando?
Fue entonces cuando empezó el rugido. Llegó tan de repente, y sonaba tan diferente a una araña, que sacudió a James de su estupor. Volviendo en sí mismo, vio cómo algo enorme caía del techo y aterrizaba cerca, enredándose en la telaraña. Parándose completamente erguida, sus muchas cabezas rugieron de nuevo, con sus largos y afilados dientes brillando. James registró con la conmoción que se trataba de la hidra.
Esta atacó primero al Coleccionista. Sirius todavía estaba atrapado debajo de ellos cuando se enfrentaron en un lío de cuellos, cabezas y patas peludas. Remus llegó en su ayuda, tirando de él para liberarlo, y luego, cojeando, lo ayudó a regresar donde James. No había tiempo para explicaciones o disculpas. Remus recogió el mapa del piso, y tomando a James por el codo, recitó el encantamiento. —¡Ostioportum!
La luz destelló brillantemente, y James sintió que su cuerpo se sacudía en el aire. Entonces, estuvieron volando hacia arriba a través de la oscuridad, a través de la brecha en las tablas del suelo y por el pasillo mohoso. Pasando una vez más a través de la pared de polvo, cayeron al suelo en el otro lado.
—¡Salieron! —anunció la voz de una chica. —¡Quítalo de la pared!
Aturdido, James miraba desde el suelo a una borrosa forma parada sobre una caja, puesta en el enorme marco tirado hacia abajo de la pared del castillo.
—¿Peter?
Peter apareció en el centro, tambaleándose hacia atrás de una caja etiquetada “PELIGRO - HUEVOS DE ACROMÁNTULA”. En sus brazos estaba el enorme marco de la pintura del Coleccionista. Lo dejó caer pesadamente en un armario cercano lleno de reducidas cabezas.
—¿Están todos bien? ¿Consiguieron la pieza del cetro?
Remus ayudó a Sirius a ponerse de pie.
—Creo que sí, —dijo Remus.
Sirius se sacudió el polvo de sus ropas, sin decir nada. Ninguno de los dos quería ver a James a los ojos.
—La conseguimos, —James dijo débilmente, levantando la pieza para que Peter la viera.
—¿Qué pasó? —preguntó Sirius a Peter. —¿Cómo llegó la hidra allí?
—Oí que estaban en problemas, —Peter respondió. —por lo que regresé a la pared y llamé a Eloise. Fue una suerte que no había ido demasiado lejos. No sabíamos qué hacer, así que colgamos la pintura del Coleccionista nuevamente en la pared y Eloise atrajo la hidra a ella. Pensamos que si todo lo demás fallaba, una distracción podría ayudarles a escapar… y parece que funcionó.
—¿Están bien? —preguntó Eloise desde la pintura de la biblioteca.
—Sí, creo que vamos a estar bien, —dijo James, a pesar de que estaba preocupado por las costillas de Sirius.
—Gracias, a los dos, —dijo Remus a Peter y a Eloise.
—Ustedes deben poner la pintura del Coleccionista de vuelta en donde lo encontraron, —dijo Eloise, arrugando la nariz. —Voy a dormir mejor sabiendo que está muy lejos de la pared. Hablando de que… Eloise bostezó ampliamente. —Es tarde, —dijo medio dormida. —Debería regresar a mi silla.
—Nos ocuparemos de eso, —prometió James. —Gracias por toda tu ayuda. Nos veremos de nuevo muy pronto.
Eloise se despidió y desapareció por el lado del marco, dejándolos solos. Sin decir una palabra, cada uno tomó una esquina del marco del Coleccionista y lo llevaron de nuevo al Armario Evanescente. Deslizándolo hacia atrás entre el mohoso escritorio y la estructura ósea, James pensaba que todavía podía oír los sonidos agudos de los gritos y el profundo bramido emanando de su interior. Retrocediendo, finalmente fue forzado a enfrentarse a las miradas acusadoras de Sirius y Remus.
—¿Estás listo para decirnos qué pasó? —espetó Sirius. —Yo pensé que sabía quién eras, y ahora me siento como si no te conociera en absoluto.
Peter, atrapado en el medio, parecía completamente desconcertado.
—No sé lo que me pasó, —James confesó. —De repente, era como si fuera otra persona. Como si alguien pusiera los pensamientos en mi cabeza. Lo siento.
—¿Lo siento? ¿¡Lo siento!? —Sirius tronó. —¡Nos ibas a abandonar! ¡Ibas a dejar que nos pudriéramos ahí abajo! ¡Confiamos en ti!
No había nada que James pudiera decir o hacer para contradecirlo, porque era cierto. Era absolutamente cierto, y la vergüenza de eso se retorció en su interior como una serpiente enroscada. Se retorcía dolorosamente, como si estuviera abriendo un agujero en su costado...
—¡Ay!
Ya no era sólo la culpa. Era algo físico, abrasador, un objeto blanco y caliente, crepitando y ampollando su piel. James luchó con sus ropas, y humeando, la cosa cayó al suelo.
—¿Qué es eso? —preguntó Remus.
James se arrodilló para inspeccionarla.
—Es esa diadema que nos encontramos cuando llegamos por primera vez en el retrato, —respondió. —No creo que alguna vez fuera parte de alguna pintura. Creo que es de nuestro mundo. Creo que alguien debió haber encontrado la forma de entrar en la Galería de Hogwarts y dársela a él.
Sirius se agachó junto a ella y la probó con cuidado con un dedo. Debió haberse enfriado de nuevo, porque la recogió para inspeccionarla. La miró de cerca.
—Esto está más que a la medida… ¡AH! La dejó caer como si hubiera sido mordido por una serpiente venenosa. —¡Eso dijo mi nombre! —dijo con horror. —¡Dijo mi nombre en mi cabeza! ¡Sabía quién era yo!
—Esa cosa debe estar llena de magia negra, —dijo Remus. —Alguien debió habérsela dado al Coleccionista para deshacerse de ella. Debemos destruirla. La diadema siseó audiblemente al oír estas palabras, aturdiéndolos y acallándolos. Entonces, Sirius le dio una patada con fuerza. Se deslizó por el pasillo, deteniéndose finalmente al lado de una caja con el busto astillado de un feo y viejo brujo encima de ella.
—Vamos a dejarla ahí, —dijo Sirius. —No voy acercarme a esa cosa otra vez. Lanzó su brazo alrededor de los hombros de James a medida que comenzaron a hacer su camino a las grandes puertas dobles al otro lado de la habitación. —Lo siento, amigo. No fue tu culpa. Fue esa cosa de la diadema.
James asintió, pero no dijo lo que realmente estaba en su mente. Se sentía sucio, manchado, como algo malo que se hubiera metido permanentemente en una parte de él. ¿Qué fue lo que lo dominó de tal forma como para convencerlo de abandonar a sus amigos? ¿Unas pocas palabras seductoras? Ni siquiera supo dónde terminó la influencia de la diadema, y donde comenzó la suya. ¿Quién era él? No estaba tan seguro, y su falta de fortaleza y de valor, lo hacían sentirse pequeño.
Ajenos a sus pensamientos negativos, los otros charlaban con júbilo sobre el hallazgo de la pieza del cetro de Hufflepuff. James dejó que Sirius la llevara, y sus costillas no debían estar tan heridas, porque gritaba de alegría, agitando la pieza sobre su cabeza, la de Remus y vitoreando a Peter.
Cuando llegaron a las puertas dobles, James tuvo que callarlos, recordándoles que todavía era de noche en el castillo. Uno a uno, se deslizaron de nuevo hacia el pasillo oscuro. James se coló de último, pero fue detenido por el brazo extendido de Sirius a la cabeza del grupo.
—¡Alguien viene! —dijo entre dientes.
—¡Desmaius!
Un chorro de luz roja salió disparado por el pasillo y golpeó a Remus directamente en el pecho. Todo su cuerpo se relajó y se dejó caer en los brazos de James. Al igual que un hedor acre, la voz cansina de Lucius flotó hacia ellos desde el final del pasillo.
—Tenía la sensación de que los encontraría merodeando alrededor de la séptima planta. Gryffindors, Sangre Sucia y traidores tienden a ser los más inclinados a romper las reglas del toque de queda. Es una suerte que un Slytherin de primer año está familiarizado con la ubicación de su sala común. Salgan a la luz, mugrientos mocosos...
Hasta aquí llega, ese es el final de este emocionante capítulo.

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1777. goten,

a z lib se puede entrar pero a través de tor, por eso pregunté a ver si alguien me pasa los libros de potermore, porque están en español latino

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1778. travieso5,

Bueno, lellendo hasta el capítulo 15 de la novela james potter y el báculo de los tiempos, e notado dos errores. ya sea traducción o por la escritora.

  1. los personajes pronuncian el nombre del señor tenebroso, cuando, es obvio que en esa época el miedo era tanto que no existía, personas que digan Voldemort abiertamente como lo hacía Dumbledore. la misma profesora jefa de la casa grifindowr, no fue hasta el séptimo libro que no comenzó a decirle por su nombre al señor tenebroso.
  2. las cocinas están en el pasillo de los sótanos, no de la mazmorras. error evidente para el que haya leído Harry potter y el cáliz de fuego, en el capítulo 21 llamado. el frente de liberación de los elfos domésticos.
  3. Más hayá de eso, la novela está muy buena

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1779. Def-Leppard,

recuerdo a los señores del hilo que este hilo es para hablar de hp, no de páginas navegadores y esas vainas. a que jode cuando dais por el culo?¿

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1780. travieso5,

Hola hola gente, una consulta, alguno que haya descargado los 7 audiolibros de Harry potter con la voz de carlos ponce, podría pasarme, según creo que podrían haberlo descargado, la parte 4/5 por fabor, o el capítulo 19, si lo han editado para tenerlos por capítulos separados como yo? por fabor, lo ando buscando en YouTube pero no aparece. es el único libro que sale incompleto hasta ahora.

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1781. Ainidiu,

yo los tengo en mi drive, pero no están separados los caps, los tengo por partes, por ejemplo, la parte 1 tiene 10 caps, la parte 2 tiene 9 caps y así. Igual, avisa si los quieres.

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1782. Sam-Weasley ,

¡hola gente!

Bueno, tal vez algunos de ustedes ya sepan de esto, pero aún así lo comparto.

Hay una página donde hay tests de Harry Potter, tienen algunos de personalidad como: "cuál sería tu varita mágica", "cuál es tu patronus", tu casa, etc.

y hay también algunos divertidos como por qué te enviarían a azcaban, qué diría tu vociferador, etc.

a veces te salen cosas muy random, incluso si los haces varias veces.

ayer hice uno que decía: ¿qué te regalaría Draco Malfoy? este fue mi resultado.

Desiluminador.

Para que des luz a tu vida. Esa luz que él te quitó cuando prefirió irse con tu mejor amiga.

Dios, hasta me dio el sentimiento y todo.

la página es magiayhechiceria.com.

bueno... ¡saludos!

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1783. chorizard,

oea aprovarlo

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1784. Ainidiu,

anda.
Test: ¿A qué familia de magos perteneces, según tu horóscopo?
Las personas de Géminis son conocidas por su sentido del humor, inteligencia y capacidad para adaptarse a diferentes situaciones. Aprecian profundamente el tiempo que pasan con sus seres queridos, y la familia es lo más importante del mundo para ellos. A veces pueden ser impulsivos y escamosos, pero eso no los hace menos confiables.
Aunque Harry ha pasado por muchas cosas, no ha perdido su sentido del humor, un don que usa para algunas respuestas excelentes. Este rasgo lo comparte con su padre, quien era conocido por su ingenio. Los Potter también son inteligentes y perspicaces, atributos que utilizan para poder defender a su familia y seres queridos en situaciones peligrosas. A Géminis le encantaría vivir con los Potter.

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1785. el-dios-cinderace,

yo los kiero los audiolibros

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1786. Sam-Weasley ,

ooh, también hice ese de las familias, soy virgo.

dijo que Mcgonagall xd.

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1787. little_fox,

f xd, bueno, no está mal: La Familia Lovegood
Este signo es muy idealista, con un fuerte sentido de compasión y justicia. Son visionarios que quieren hacer del mundo un lugar mejor. A menudo incomprendidos, los Acuario tienen una forma única de ver el mundo. La gente tiende a pensar que están delirando, cuando en realidad son seres humanos muy inteligentes.

Los Lovegood son Acuario de principio a fin. Aunque pocas personas entienden realmente a los Lovegood, son algunos de los personajes más inteligentes de los libros. Luna y su padre son profundamente sensibles y tienen una forma particular de percibir el mundo. Además de esto, Luna es leal, empática y está dispuesta a morir por lo que cree que es correcto.

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1788. travieso5,

Audio libro de Harry Potter y la piedra filosofal.

17 Capítulos.
Voz de carlos ponce.

https://www.dropbox.com/sh/iwmkajio58td6q5/AABmIg2WR68OkgikVanPXjsga?dl=1

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1789. Ronald-Weasley,

¿Qué te regalaría Draco Malfoy en navidad?
Un abrazo y adios

Un abrazo y adios
Lo tiene claro, tu sueño es que el te abrace. Así que el día de navidad simplemente te abraza, te mira y te dice: Aquí tienes tu regalo. Después se fue a buscar a Hermione pero esta estaba con Ron. Todo un drama.
Quita, quita Malfoy, héchese pa allá. No vayas tú a envenenarme con tus artes serpentinas xd.

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1790. travieso5,

audio libro de Harry potter y la cámara de los secretos.

18 Capítulos.
Voz de Carlos Ponce:

https://www.dropbox.com/sh/te7h3mikyl7thqn/AADxvODxHQCkcew6Rqx0qYmqa?dl=1

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1791. Ronald-Weasley,

Que se venga el pricionero de Azkavan.

Pontuação: +0

1792. travieso5,

Audio libro Harry Potter y el prisionero de azcabán.

22 Capítulos.
Narración de Carlos Ponce.

https://www.dropbox.com/sh/z4q0x8qixnmoj9l/AAC2n0R9VJulHztWSjwLQAZWa?dl=1

Nota: no me queda espacio en Dropbox para subir el resto. asique dejo esto hasta el sábado, luego lo elimino.

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1793. Ainidiu,

Buenas, complementando a lo compartido, aquí les dejo link a mi carpeta de drive, están todos los 7 audiolibros, solo que, como les explicaba ayer en el hilo, están por partes, por ejemplo, la parte 1, tiene 10 caps en un mismo archivo y así, bueno, igual, para quien los quiera, dejo link: https://drive.google.com/drive/folders/1PrJzU94XhdsRnzakrcn8PAtZP8JEsh-E?usp=sharing

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1794. travieso5,

roflflflfl… rònal wasley! me tienes intrigado, me tienes loco! tengo ganas de leer el cap 16! ahaàhaaha!

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1795. Ronald-Weasley,

Regalito de navidad, especialmente para Alexis Makallister xd. Capítulo 16 de James Potter y el váculo de los tiempos.
Capítulo 16
El Tío Alphard
—¡Remus! –gritó James, sacudiendo el delgado e inmovilizado cuerpo de Remus en un vano intento de despertarlo.
Sirius se arrodilló al lado de ellos.
—Ha sido hechizado. No hay nada que podamos hacer, salvo la contra— maldición.
Peter giró en la punta de los dedos de los pies.
—Chicos, ¿Qué hacemos ahora? —se lamentaba. Lucius estaba acechando rápidamente por el pasillo, su varita iluminada mostrando una enfermiza sonrisa triunfante. —¡Tenemos que dejarlo aquí!
— ¡No lo dejaremos aquí! —dijo James con rabia.
—Entonces, ¿Qué hacemos? —preguntó Peter, alzando la voz.
Sirius jadeó repentinamente.
—¡Kreacher! —dijo sin aliento.
CRACK.
Una encorvada e inclinada forma apareció en medio de ellos. James apenas podía ver a Kreacher en la oscuridad, pero el leve olor a moho y leche añeja era inconfundible. Sirius inmediatamente comenzó a emitir órdenes apresuradas.
—Kreacher llévanos a todos a casa... ¡Ahora! ¡Todos, toquen su mano!
Lucius vio lo que sucedía. Su acercamiento constante se volvió en pasos apresurados, y luego corrió, pero fue demasiado tarde. Agarrando con fuerza a Remus alrededor del pecho, los dedos de James hicieron contacto con los nudillos arrugados de Kreacher, y se sintió arrancado del sitio, yendo hacia un vacío aún más oscuro. Fueron a toda velocidad a través del espacio, batiendo el pelo por el viento en un frenesí de pánico de piernas y gritos. Cayeron sobre una superficie fría y dura.
Durante un momento de horror, James pensó que en realidad no habían ido a ninguna parte, y que sólo estaban tendidos en el suelo de Hogwarts, pero después de unos segundos de entrecerrar los ojos, comenzaron a aparecer nuevas formas. Justo por delante de él había una larga mesa rectangular con sillas dispuestas alrededor de ella. Más allá, había una alta chimenea con relucientes ollas de plata colgando de ella.
—No sabía que los elfos domésticos podían hacer eso.
— ¿Dónde estamos? —preguntó Peter atontado. Su rostro seguía presionado hacia abajo contra el suelo.
— ¡Ssssh!—siseó Sirius. —Estamos en mi casa en Londres, pero si mis padres se enteran que estamos aquí, ¡muchachos, la vamos a tener!
James se sentó, aliviado al encontrar el cuerpo de Remus junto a él.
—Kreacher —dijo Sirius con firmeza. —No dirás a nadie que estamos aquí, ¿entendiste?
El elfo asintió de mala gana. Sirius estaba a punto de entregarle la pieza de Hufflepuff del cetro, pero luego vaciló.
—Tráeme las otras dos cosas que se parecen a esto, y ese libro que te di... ¡Y no digas a nadie sobre eso tampoco!
Kreacher se escabulló y desapareció por una puerta en la esquina.
— ¿Por qué le pediste que te trajera las piezas? —preguntó Peter cuando él se había ido.
—Estamos a punto de encontrar la cuarta. Debemos tener el resto de las piezas con nosotros cuando lo hagamos —respondió Sirius. Dirigió la luz de su varita sobre la cara aflojada y llena de cicatrices de Remus. —Llevemos a Remus a mi habitación. ¡En silencio!
Los tres izaron el cuerpo de Remus en el aire y subieron las escaleras hasta el primer piso. Por la luz que comenzaba a deslizarse a través de las ventanas, James podía ver qué tan grande era la casa de Sirius. Exquisitos candelabros de plata en espiral adornaba las paredes con dibujos plateados y verdes, y había una exuberante alfombra verde esmeralda debajo de sus pies. Estatuas y bustos de antepasados Black miraban hacia fuera de altos zócalos de las alcobas, y elaboradas baratijas de aspecto delicado brillaban detrás de armarios con vidrios plateados. Sirius los llevó más allá de una fila de retratos durmientes y hasta cuatro tramos de escaleras, teniendo que detenerse sólo una vez para callarlos cuando aullaron al chocar con una pared revestida de cabezas de elfos domésticos.
Con dolor y sin aliento, por fin llegaron a la planta superior, donde sólo había dos puertas. En la puerta de la izquierda, James vio una pequeña, descuidada y garabateada señal.
--REGULUS ARCTURUS BLACK NO Se PERMITE CHICAS —Mi hermanito —susurró Sirius, poniendo los ojos en blanco. —Es un idiota.
En ese preciso momento, se abrió la puerta, y James se encontró mirando hacia abajo a la versión pequeña y calcada de Sirius que recordaba desde el andén nueve y tres cuartos. Sirius ocultó apresuradamente la pieza del cetro en la espalda.
—¿Quiénes son ustedes? —graznó, frotándose los ojos llorosos.
Miró torpemente de James a Peter, luego a Sirius, y finalmente hasta el cuerpo del inmóvil Remus.
—Whoa, ¿Está muerto? —preguntó con impaciencia. — ¡Qué fue lo que le hicieron!
Sirius trató de meterlo por la puerta.
—Él no está muerto, pequeño grano. ¡Regresa a la cama!
— ¿Sabe Madre que estás aquí?
—No, y si le dices, te maldeciré tan mal que no distinguirás entre tu extremo delantero y tu trasero.
—Buen intento —dijo Regulus, pasándose la mano por el cabello como Sirius hacía tan a menudo. No funcionó de la misma para él como lo hacía para su hermano. —Sé que no está permitido el uso de la magia fuera de la escuela. ¡Ahora dime lo que has hecho! ¡Si me dejas entrar, no le diré a Madre!
— ¡No le dirás a Madre, y no vendrás con nosotros! —dijo Sirius con frialdad.
—Sirius —interrumpió James. —Tal vez deberíamos dejar que él...
— ¡Dije que no viene con nosotros! —repitió Sirius con enojo.
Regulus se cruzó de brazos con arrogancia, sus pequeños y brillantes ojos se estrecharon hasta convertirse en rendijas.
—Bien —dijo. Abrió la boca y comenzó a bramar —Ma...
—¡Espera! —dijo James, poniendo su mano sobre la boca de Regulus. —Deja que venga con nosotros. ¡No merece la pena ser descubiertos!
Sin decir nada más, Sirius abrió la puerta de su habitación y entró. James y los otros se arrastraron detrás. Estaba muy desordenado en el interior. Libros y revistas estaban esparcidos por el suelo, perdidos entre montones de envolturas desechadas, ropa sucia, y objetos rotos más allá de cualquier reconocimiento. James sintió lástima por Sirius mientras observaba las cortinas verdes y grises, las serpientes de plata enrolladas que formaban la lámpara, y la forma de S tallada en la cabecera de caoba de la enorme cama. Iba a hacer comentarios al respecto, pero Sirius habló en primer lugar, con el rostro lleno de rabia.
— ¡Sacó mis fotos!
Desde detrás del grupo, Regulus asintió, sonriendo con suficiencia.
—Tan pronto como te fuiste, le dijo a Kreacher que sacara todas esas estúpidas imágenes muggles de Maltocicletas.
—Motocicletas, idiota —dijo Sirius, recogiendo todos los pedazos restantes de cinta adhesiva. —Tengo que aprender a hacer un hechizo de Pegamento Permanente...
James y Peter colocaron cuidadosamente a Remus sobre la cama de colcha verde de Sirius mientras él dirigió su varita a los diversos muebles verdes alrededor de la habitación.
— ¡Colorocambium!¡Colorocambium!¡Colorocambium! Pronto las cortinas y los cubrecama eran todos de color rojo y oro.
—Eso le complacerá —sonrió Sirius, dando un paso atrás para admirar su obra.
Regulus emitió un resoplido de disgusto.
—Le diré a Madre que estás haciendo magia fuera de la escuela.
—Le diré a Kreacher que te encierre en el armario de pociones —respondió Sirius sin darle solo un vistazo.
—Como desee el Amo Sirius —graznó con voz ronca.
James no había oído al elfo doméstico entrar. Con sonrisa satisfecha, Sirius arrancó las piezas del cetro y el libro de él y los metió en la funda de la almohada sucia que encontró en el suelo.
—Que sea en el más grande del oscuro sótano —instruyó —el que tiene los barriles de estiércol de dragón.
Los ojos de Regulus crecieron grandes y redondos.
— ¡No! ¡No puedes decirle que haga eso!
—Soy mayor que tú —dijo Sirius gratamente. —Él toma mis órdenes por sobre las tuyas.
—Espera —interrumpió James, salvando a Regulus. — ¿Por qué no le pedimos a Kreacher que nos lleve a otro lado? ¿No hay otra persona que se te ocurra que pueda ayudar a Remus?
Sirius hizo una pausa para considerarlo.
—Tal vez... si... ¡sí! ¡Lo tengo! —se volvió hacia Kreacher. — ¡Llévanos a los cuatro a la casa del Tío Alphard!
— ¡Y a mí también! —dijo Regulus, señalándose a sí mismo.
—No vas —dijo Sirius rotundamente, marcándole el camino fuera de la habitación.
—Está bien, entonces le diré a Ma...
—Si nos acusas, le diré a Madre lo que tienes en el cajón de los calcetines.
Regulus parecía horrorizado.
— ¿Cómo te enteraste de los dientes del banshee?
—No lo hice. Sólo adiviné porque sonaba como algo que podías hacer —dijo Sirius, sonriendo triunfalmente. —Vete afuera ahora.
Luciendo derrotado, Regulus se retiró de la sala. Sirius sonrió ampliamente.
—Bien, ahora que eso está fuera del camino, ¿Todos listos para irse?
Asegurándose de incluir a Remus, los tres permitieron que Kreacher los llevara al vacío de nuevo, reapareciendo en una pequeña calle de adoquines, bañada por el sol de la mañana. Casi tan pronto como llegaron, Kreacher dio a Sirius una pequeña y despectiva inclinación y desapareció con un CRACK.
Había un edificio de ladrillo señorial a su derecha. Sus escalones de entrada estaban flanqueados por topiarias recortadas en forma de Grifos, cuyas bocas abiertas bostezaban generosamente como si estuvieran cortésmente aburridos. La puerta era negro pizarra, con una aldaba de plata con forma de la cabeza de un galgo. A poca distancia, James se sorprendió de ver un entorno familiar. Sólo para estar seguro, le preguntó a Sirius.
—Eh, Sirius, ¿A dónde nos trajiste?
— ¡Bienvenidos a París! —anunció Sirius, abriendo los brazos. —Esta es la casa de mi Tío Alphard. ¡Justo en la calle de la Torre Eiffel! No se preocupen... él no es para nada como mis padres.
— ¿París? —dijo James con asombro. —Cuando pregunté si conocías a alguien que pudiera ayudarlo, me refería a alguien en el mismo país.
Sirius se encogió de hombros.
—Cuando puedes aparecerte, ¿Cuál es la diferencia?
Aún sin habla y tambaleando, James se ajustó la tarea de transportar el cuerpo inconsciente de Remus hasta los escalones de entrada. En la parte superior, Sirius tomó la cabeza plateada del galgo y golpeó tres veces. Hubo un ligero movimiento al otro lado de la puerta, y se abrió con un crack antes de que hubiera un fuerte y agudo chillido. Sirius fue arrojado hacia atrás cuando algo pequeño lo golpeó. James y Peter fueron corridos hacia un lado, pero afortunadamente lograron que no se cayera Remus.
Recuperando su equilibrio, James volvió a concentrarse en el proyectil. Ahora envuelto en la cintura de Sirius como un extraño cinturón, dando gritos de alegría.
— ¡Amo Sirius! ¡Cómo te hemos extrañado!
El dueño de la voz era otro elfo doméstico, pero entre este elfo doméstico y Kreacher no podía haber más diferencia. Primero, era una chica. Y parecía tener mejor cuidado. Llevaba una cubre tetera azul intensa sobre su pequeña barriga, y no estaba manchada o grasienta, como el viejo taparrabos de Kreacher. Atado alrededor de cada una de sus enormes orejas tenía un lazo azul marino, haciendo parecer sus orejas como enormes trenzas aleteantes. Sus grandes ojos que parecían pelotas de tenis estaban llenos de lágrimas de alegría.

—¿Amo Sirius, ha traído amigos con usted? —chilló. —El Amo Alphard está a punto de sentarse a desayunar... ¡Estará encantado de verlo!
Sirius se liberó del adorador elfo doméstico con una sonrisa ladeada de vergüenza.
—Er... esta es Penny. Es la elfina doméstica del Tío Alphard.
—¡Cuanto me alegro de conocer a los amigos del Amo Sirius! —declaró Penny con una profunda y elegante reverencia. Su cara se cayó cuando vio a James luchando con Remus. — ¡Su amigo está en necesidad de ayuda! Ella chasqueó los dedos, y el cuerpo de Remus se elevó en el aire en lo que parecía una pequeña nube de humo. Flotó a través de la puerta abierta delante de ellos, y Penny les indicó a los demás que siguieran.
La casa de Alphard era prístina, y olía a rosas. La alfombra azul real y paredes blancas eran brillantes y elegantes a la pálida luz que entraba por las altas ventanas. Penny dirigió a los cuatro a la sala de estar y les ofreció asiento en un sofá de seda, quienes aceptaron gentilmente. Dejando a Remus en su pequeña nube de humo flotante, ella se fue de la habitación.
—James, el mapa —dijo Sirius — ¿Eh? James estaba ocupado mirando a una maceta de flores de color violeta en la mesa de cristal que zumbaba como abejas.
—El mapa. Remus lo tiene. ¡Ve si la habitación de Gryffindor está ahí!
James se levantó y fue donde Remus. El mapa aún estaba metido en el bolsillo. James lo sacó e hizo el hechizo revelador. Efectivamente, un nuevo punto parpadeante etiquetado "Sala de Gryffindor" apareció en el esquema en miniatura de Hogwarts, pero se movía de forma errática. Llevándolo de nuevo al sofá, lo mostró a los otros. Sirius lo siguió con los ojos cuando dobló la esquina de un aula vacía y se movió hacia abajo al pasillo del cuarto piso.
— ¿Qué diab...?
—No sé —dijo James, viendo su progreso. Ahora estaba moviéndose de arriba a abajo por los pasillos de la biblioteca.
—Parece que nunca deja de moverse.
Peter se inclinó para ver también, pero luego reapareció Penny con Alphard, y James metió el mapa a toda prisa en el bolsillo.
—¡Sirius! ¡Mi chico! —exclamó. —¡Ven a dar un abrazo a tu tío!
Sirius saltó de su asiento y lanzó los brazos alrededor de su tío. Débilmente recordando cómo lucía la madre de Sirius, James pudo ver la semejanza entre Alphard y su hermana. Ambos tenían los mismos ojos grises y nariz recta. Su cabello era hermoso y descuidado como su sobrino, pero también tenía una panza rotunda que su aterciopelada bata azul no podía ocultar.
—Entonces, ¿Cuál es el problema que te ha traído a ti y tus amigos aquí?
Sirius se encogió de hombros con nerviosismo.
—Es una larga historia... Remus fue hechizado por...
—Oh, yo sé lo que es —dijo Alphard con un guiño. —No eres un niño saludable si no te metes en unos pocos problemas, como siempre digo.
Alphard sacó su varita del bolsillo de su bata y apuntó a Remus.
—Rennervate.
Remus abrió la boca y trató de incorporarse, pero cayó directamente a través de la nube de humo que lo suspendía. Aterrizó en el piso de la sala de estar.
—¿Dónde estamos? ¿Nos pillaron?
—Estamos en París, amigo —se rió Sirius, ayudándole a ponerse de pie.
—¿París? —repitió Remus, con sus ojos muy abiertos. —¡¿París?!
—Es correcto —dijo Alphard, tirando una de las cortinas para revelar la Torre Eiffel a la distancia.
La boca de Remus colgaba floja con asombro cuando Alphard le palmeó duro en la espalda.
—Ahora Sirius, ¿me presentarías a tus amigos?
Sirius los presentó uno a uno, y luego, mientras Penny servía un delicioso desayuno con pasteles horneados, explicó cómo llegaron allí (o al menos una versión de esta, omitiendo su jugueteo a través de la Galería de Hogwarts y por supuesto el Báculo de los Tiempos). Alphard carcajeó ruidosamente, y James no pudo evitar pensar que sonaba casi exactamente como la trompeta en la pila del tesoro del Coleccionista.
—Por supuesto —dijo Alphard jovialmente, cuando Penny llevaba la bandeja vacía de nuevo a la cocina. —No es Hogwarts sin un poco de andar a escondidas, ¿verdad?
Hubo un sonido en la cocina, y unos segundos más tarde reapareció Penny, luchando para llevar a una lechuza común que era casi tan grande como ella a la sala de estar. Había una carta en su pico.
—Amo... una carta... ha llegado —jadeó.
Alphard tomó la nota y la abrió, leyendo el contenido y frunciendo el ceño de a poco. Penny salió poco a poco de la habitación y desapareció por la esquina. Hubo otro sonido, pero Alphard continuó como si no pasara nada.
—Sirius, parece que tu madre está muy disgustada contigo —dijo. —Ella ha prohibido a Kreacher que te haga caso. Sirius saltó de su asiento, boquiabierto con furia.
—¡Qué! —gritó con rabia. —¡Cómo lo descubrió!
Con una sensación de hundimiento, James se dio cuenta de lo que debió haber sucedido.
—Sirius, cuando Kreacher nos trajo donde Alphard, se te olvidó decirle que mantuviera el secreto.
Sirius se dejó caer en su asiento con la mano en la frente.
— ¡Es tan difícil mantener todas las órdenes alineadas!
Alphard rió estruendosamente de nuevo.
—Sirius, tal vez no deberías haber abusado de tus privilegios con el elfo doméstico, o haberlo usado para mentir a tus padres.
Sirius frunció el ceño.
—Ahora, ¿Qué vamos a hacer?
Alphard se levantó de su asiento y se dirigió a un estante hermoso en la esquina de la habitación.
—Trataremos eso más adelante, pero antes de que se vayan, hay algo que he tenido la intención de darte. Considéralo un regalo de cumpleaños adelantado.
Volvió con un pequeño objeto de metal más o menos del tamaño y forma de un galeón, pero hecho de un metal de color azul eléctrico.
—Esto —dijo, sosteniendo la moneda en un dramático gesto que reflejaba la luz de la mañana, —es un Gira todo. Hay muy pocos de estos en el mundo... pasó a mis manos en una subasta del Lejano Oriente.
—¿Qué hace? —preguntó Peter.
Alphard sonrió.
—Deja que te enseñe.
Lanzó la moneda al aire con el dedo pulgar y la atrapó, cerrando de golpe hacia abajo sobre la parte posterior de la otra mano. Al instante, salió disparado al aire y se volteó al revés, aterrizando firmemente en el techo con los pies. James y los otros observaban con asombro mientras se paseaba arriba y abajo, dando un paso alrededor de la araña de cristal.
—Invierte la gravedad para la persona que lo maneja —explicó.
James estaba agradecido por eso, porque significaba que la bata de Alphard todavía colgaba a sus pies. No tenía ningún deseo de ver lo que había debajo.
—Como pueden ver, esta puede ser una herramienta bastante útil —continuó Alphard. —Permanecerán así hasta que le den la vuelta otra vez. Si me permiten darles un consejo, asegúrense de coger la moneda cuando se da la vuelta, y nunca utilicen esta moneda a menos que haya un techo sobre ustedes... utilizarla al aire libre sería muy imprudente.
Tiró la moneda de nuevo, la atrapó y aterrizó ágilmente hacia atrás en el suelo antes de entregarla a Sirius, que de inmediato trató de andar por el techo. Volvió a bajar, ulular de emoción y cada chico la probó una vez.
Penny entró en un momento dado, echó un vistazo a las huellas sucias por todo el techo blanco, e inmediatamente se excusó, tirando sus orejas en señal de angustia.
—Muy bien —dijo Alphard, una vez que todos hubieran dado su giro. —Como ya he dicho, tengo una idea de cómo ustedes tres pueden volver a Hogwarts. Penny tendría que llevarlos directamente a su sala común, pero me temo que los elfos domésticos pueden hacer viajes largos desde Hogwarts, no hacia. En su lugar, que los lleve a Hogsmeade, donde puedo enviarlos a Hogwarts a través de un pasaje secreto.
James y Sirius se miraron sorprendidos.
— ¿Un pasaje entre Hogsmeade y Hogwarts? —preguntó Sirius con curiosidad.
Remus gritó de repente.
—¡No!
Todos los ojos de la sala le cayeron encima. Se ruborizó.
—Quiero decir, bueno, hay otras maneras de volver a Hogwarts desde Hogsmeade. Estoy seguro de que podemos encontrar algo mejor, por favor, sólo... no de esa manera.
—Te aseguro Remus, es completamente seguro —dijo Alphard. —De todos los lugares, este comienza en Honeydukes.
Remus miró con incredulidad.
— ¿Honeydukes?
—Sí —asintió Alphard. —Lo descubrí mientras trabajé allí como un tendero. Se extiende desde el sótano de la tienda a la escuela. Sospecho que los Duendes lo construyeron... ellos usaron Hogsmeade como cuartel general durante la rebelión de 1612. Ustedes son de primer año, Binns debería haberles dicho todo eso, ¿verdad?
Remus todavía miraba. Peter estaba empezando a quedarse dormido en su asiento. James y Sirius intercambiaron miradas en blanco entre sí.
—Distraídos por todas las plumas de azúcar, espero —dijo Alphard, tratando de alcanzar su bastón. — ¡Vámonos!
Cuando llegaron a Hogsmeade, James, Sirius y Peter tuvieron que tener cuidado de actuar como si fuera su primera vez allí. Sirius estaba a punto de liderar el camino a Honeydukes, pero James lo agarró de la capucha de su túnica para detenerlo y Alphard pudiera liderar. Remus, quien no había estado con ellos en el viaje a Flourish y Blotts, realmente estaba experimentando Hogsmeade por primera vez. James esperaba que estuviera excitado, o al menos interesado, pero en lugar de eso, estaba tranquilo, lanzando miradas nerviosas en la dirección de la Casa de los Gritos. James se preguntó si tenía miedo de ella.
A las aFueras de Honeydukes, agradecieron a Alphard y Penny y les dijeron adiós. Luego, una vez estuvieron dentro, Alphard distrajo al personal por el tiempo suficiente para que se colaran por la puerta de atrás del mostrador y bajaran un pequeño tramo de escaleras de madera hasta el sótano. Después de una breve búsqueda entre las viejas cajas y canastas de madera, Peter encontró la trampilla que se abrió para revelar una pendiente de escalones de piedra. Estaba justo donde Alphard dijo que estaría, pero muy bien disfrazada. Todos ellos se metieron al interior, y Sirius la cerró justo en el momento que se sintieron voces en la parte superior de la escalera. Una voz femenina estaba hablando.
— ¿Así que tú lo oíste?
James oyó un ruido sordo que sonaba como si alguien dejara caer una caja fuerte en la parte superior de la puerta de la trampilla. Una rara voz masculina respondió.
—Sí, ¡Lo oí! La noche era negra como la resina, con una gran luna llena. Estaba lo suficientemente cerca de esa vieja choza para oír esos espíritus gimiendo y lamentándose, lanzando los muebles de un lugar a otro, ¡como si un huracán hubiera estallado en su interior! Si pudiera haberme acercado más, podría no estar aquí contándolo.
Remus tiró del brazo de James.
—Salgamos de aquí.
Lo más silenciosamente posible, los chicos salieron en puntillas por los escalones de piedra. Parecía que seguirían así durante una eternidad, pero finalmente llegaron a un piso de tierra en un pasadizo estrecho. Después de unos minutos de caminar por él, Sirius rompió el silencio.
—Saben, apuesto que hay un montón de pasadizos secretos como este en Hogwarts. Creo que hay que tratar de encontrarlos todos.
—Tal vez los descubras si realmente escucharas en Historia de la Magia — sugirió Remus.
James creyó ver una sonrisa en su rostro.
—Tengo mejores cosas que hacer —dijo Sirius — ¡como dormir!
—O molestar a Severus —sugirió James, sonriendo. Todos se rieron.
Pronto, el camino tocó fondo a un plano nivelado. A medida que continuaron, James admiraba la forma en que el túnel fue excavado a través de la tierra... era difícil creer que los duendes lo hubieran hecho hace muchos años. Se preguntó quién más lo sabía.
—Estoy de acuerdo con Sirius —dijo finalmente. —Creo que hay que encontrar cada pasaje secreto en Hogwarts y escribirlos todos. ¡Podríamos hacer un mapa secreto de Hogwarts!
—¡Al igual que el Mapa de Petrie para Merodeadores! —Peter elevó la voz.
—Deberíamos hacerlo para hacer seguimiento de profesores también —agregó Remus. —Si estamos fuera en la noche, podría ayudarnos a mantenernos alejados de ellos.
—No sólo los profesores —dijo James. — ¡Todos en el castillo!
—Incluso Severus —dijo Sirius diabólicamente. —Solo piensen lo divertido que podríamos ser con él si supiéramos dónde fue y lo que hizo. ¡Creería que somos espías maestros!
Planeando distintas formas de atormentar a Severus con el mapa, se mantuvieron gratamente ocupados hasta que el camino comenzó a inclinarse hacia arriba otra vez, eventualmente terminando en la base de lo que parecía una rampa de piedra muy empinada. Había una estrecha grieta en la parte superior que se abría hacia atrás de una estatua de una bruja jorobada, de un solo ojo.
Mirando alrededor de ella, James vio que habían llegado al tercer piso del castillo. El pasillo de Encantamientos estaba cerca, y a juzgar por la luz que se filtraba a través de las ventanas, parecía ser medio día. Sirius se colgó la funda de la almohada con las piezas del cetro y el diario en su hombro.
—Vamos a ocultar esto aquí en el túnel, para que Turnbill no pueda encontrarlos.
James había renunciado a tratar de convencer a los demás que Turnbill no era el espía.
— ¿Pero y si alguien toma este camino? —dijo —No sabemos a ciencia cierta que somos las únicas personas que han estado en este túnel.
— ¿Por qué no lo enterramos detrás de la base de la rampa? —sugirió Remus. —Es bien oscuro aquí, nadie lo vería.
La idea fue aceptada por todos, así que se deslizaron por la rampa y a toda prisa cavaron un hoyo detrás de esta, escondiendo la funda de la almohada y su contenido en el interior. Satisfechos con su obra, volvieron a subir a la estatua de la bruja jorobada. No había estudiantes a la vista. Todo el mundo estaba terminando el desayuno en el Gran Comedor, o gastando la mañana del sábado para dormir. Era fácil deslizarse por detrás de la estatua sin que se notara.
— ¿Dónde está el mapa? —preguntó Sirius. — ¡Tal vez podamos encontrar la habitación de Gryffindor!
James sacó el mapa del bolsillo y realizó el hechizo revelador. Se aseguró de mostrárselo a Remus, que no lo había visto todavía. El punto ahora estaba deambulando por el segundo piso, cerca de la oficina de Turnbill. Se movió con sorprendente rapidez.
— ¡Vamos! —dijo James, corriendo en dirección de la escalera. En el segundo piso, se lanzaron a la oficina de Turnbill, pero no había nada allí. El punto se había ido, también. Sirius se quejó.
— ¿A qué parte del mundo mágico se fue?
James frunció el ceño, escaneando el mapa. Entonces, de repente, volvió a aparecer en el primero piso.
— ¡Ahí está!
Se precipitaron por la siguiente escalera hacia el primero piso, y se inclinaron en la fila de salones que James estuvo seguro que lo vio entrar, pero no había nada allí. Frustrado, comprobó el mapa de nuevo. De alguna manera, el punto debió haber conseguido pasarlos, ya que ahora estaba en el aula de pociones dos pisos más abajo.
— ¿Cuánto tiempo va a durar esto? —preguntó Remus.
— ¿Cómo sabremos si la habitación desaparece cada vez que alguien se acerca y reaparece en otro lugar?
— ¡No puedo correr más! —jadeó Peter, agarrándose al costado adolorido.
— ¡Bajemos a tomar el desayuno! —James —dijo Sirius, sin aliento —No creo que podamos atraparlo así. No sé si incluso podamos verlo. ¿Y si es invisible?
James no había pensado en eso.
— ¿Cómo atrapas algo que no se puede ver? —preguntó.
Nadie tenía ninguna respuesta.
Ahí está chicos, este será el último capítulo que publicaré este año. La continuación, espérenla en 2023.

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1796. travieso5,

graciaaaas broo al fín me sacaré la espina de la intriga

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1797. trabant,

Queremos que vuelva dobby! dobby! dobby!

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1798. r-althor,

hoy, en mis pensamientos random y raros mientras hacía el desayuno, pensaba que menos mal que la cicatriz de Harry es en forma de Rayo. Si hubiera sido, por ejemplo, en forma de papa o patata, quizá tendría que comerse el bulling de toy story, que salió más o menos por esa época, por el pj de cara de papa. Incluso, Potter y potato tienen, al menos en el inicio de la palabra, una pronunciación similar por lo que se prestaría al clásico juego.
Nada, eso. Sigan :)

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1799. Mr.Larios,

editado

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Última edição por Marie_Curie , Dec 30 2022 20:27:56

1800. chorizard,

posteo.

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