Bueno; aquí voy yo. Os dejo... más que una historia, un pequeño relato que yo escribí no hace demasiado. Espero que os guste.
La paradoja de la eterna inquietud, (el incontrolado ser)
Buscaba perdido entre un bloque tras otro de lugares, sitios, información... mientras un ínfimo hilo de cordura acechaba con perderse, caer al abismo mientras solo quedo ahí, estático, plasmado en el escritorio con los 143 libros que a mi derecha se hallaban. Las lágrimas golpeteaban repetidamente mis ojos, haciendo pulsos con mis pestañas con tal de salir, correr, desvariarse en el espacio y formar parte de una realidad idiota en la que en un bucle de sentimientos me había metido. Sin embargo, aún debo seguir tranquilo, estático, con cara de póquer ante el mundo, porque simple y llanamente, hablar ya no sirve de nada. Un ágrio conglomerado de rabia, corage, amargura, tristeza y demás, repetía su eterno modelaje en mi cara. Por suerte, este trozo de tela de color desconocido sabe bien ocultar mi yo real, y representar sólo un cristal, tal como el cristal que hace de pared entre un montón de personalidades aparentemente mías, las cuales muchas de ellas desconozco, y algunas específicamente me asustan, y yo, que no soy más que un pensamiento con patas, con algún extraño tipo de forma física que lo encierra.
--¿Pablo? -reclamé a mí mismo mientras con mirada compleja e intrépida me acusaba-. ¿Qué es lo que te sucede, querido?
--No lo sé... ciertamente, no lo sé. Y es menos saber si me pusiera yo a preguntarle a cada una de esas personas que hay dentro de mi mente, que están constantemente hablando, articulando disparates sin sentido y que muchas veces es prácticamente imposible ponerles algún tipo de órden.
--¿Y eso es respuesta a mi pregunta? - inquirí-.
--¿Y qué es lo que quieres que te responda?
--¿Y qué es lo que quieres responder? -apremié de nuevo buscando algo desconocido-.
--A mí no me mires, no lo sé Pablo... no lo sé; no tengo la menor idea de qué diablos pasa con nosotros -respondí con tristeza plasmada-.
--Maldito seas, ¿sabes? Maldito seas tú, tus personalidades, tu estereotipo de persona... tu maldita concepción de la humanidad, maldito seas tú... Pablo.
Y justo en ese momento hubo un silencio escrutal, en el que yo, almenos mi forma etérea, perdí todo sentido de la noción del tiempo. Es estar en un estado eterno, en una paradoja imparable.
Él se hallaba sentado en clase, mientras letras aparecían a lo largo de su documento, en la pantalla. Movía inconscientemente su cabeza de izquierda a derecha, prestando nefasta atención a lo que el profesor parloteaba con afanada parsimonia acerca de quién sabe qué onda de David, o de un tal Miguel Ángel. Sus pensamientos volaban en un mundo distinto, aparentemente centrados en contar algún tipo de introspección que el chico escribía en dicho documento. Sus oídos no eran capaces de distinguir si eran las diez, las once, o era algún momento extraño de su vida. Toda su clase, lentamente desaparecía a su alrededor, mientras su consciencia se partía y devanaba en escribir lo que el chico de tez absurdamente morena estaba haciendo en aquel momento.
12:00 del mediodía. Estabas de pié, cerca de la tarima. Su voz airada resuena ruidosa en las paredes y su eco, cargado de un odio inconmensurado, no es más que la cuchilla ensangrentada que deliberadamente, penetra, surcando cual barco en altamar, un agónico recorrido cargado así de culpa bajo una cara de póquer esmirriada y escondida entre dos brazos algo musculosos. Y son tus sendos pensamientos refugiados sabe Dios dónde los que te ayudan a escribir la carta que hoy estoy leyendo... eres un cúmulo maldito; atrapado, lleno de rabia y de voluntad férrea quebrada; eres hoy, ayer, un amor cansado; eres lágrimas, y mientras que tus congéneres allí presentes a tu alrededor salen a presentar la causa de tu corage, eres oscuridad, crueldad entrelazada, en un páramo inconexo, inconcluso, incoherente, inconsciente. Eres el que vio narrar minutos atrás la perspectiva de alguien escribiendo cualquier clase de idiotez... maldito seas... que ves el mundo tan complejo y tú no eres capaz de entenderte. Maldito seas tú, que no tienes la menor idea de quien eres, o qué estás haciendo; y es que eres cartón, tierra, polvo, fuego, humo, cenizas, nada.
Fui a llamarlo a su habitación. Como últimamente pasa, lo veo ya con su mochila preparada, listo para salir. Veo un bloque de libros que él dice de ser necesarios llevarlos. Yo, suspiro. ¿Qué voy a hacer con mi hijo? El cansancio como siempre, me invade. Mis manos poco a poco me dejan de funcionar, y pese a que mi hijo me repite incansablemente que debo ir al hospital, no puedo... no es el momento, no sé. Me despido de él, tras haberlo llevado, como todos los días al instituto, y juntos, haber sorteado mil y un obstáculos en la calle. Lo veo tan... simple, aburrido. Lo veo tan ido del mundo, tan perdido. Lo veo y sólo veo la carcasa, ese chico que es músico, cantante, estudiante, que llora y sigue estudiando. Es tan difícil, porque no sé que decirle. Tan absurdamente difícil... soy su madre, y no soy capaz de entenderlo, en absoluto. Tan maravilloso él, y tan incomprensible al mismo tiempo. No sé si quererlo, matarlo, o simplemente pasar. No sé que será de él...
J. Pablo Giménez, (el cristal)
Soy un asco escribiendo jaj, perdón chavales