Hostia, yo tengo una de esas... Pero no en el bus. De hecho, lo conté en mi Face y fue una de mis aventuras bastante sonadas.
Resulta que un día me dio por ir a hacer la compra al Carrefour de al lado de la resi donde me alojaba.
En esto que apareció uno que se me presentó como "no-sé-quién", el panadero, y me decía que si era la cuarta vez (era mi súper habitual vale) que me veía pasar por ahí, que le había intrigado y que le gustaría conocerme, que cómo me llamaba.
La verdad que era la primera vez en la que me encontraba en una situación de este tipo y, lejos de mandarlo a la mierda, a cada palabra que me decía agachaba la cabeza súper avergonzada y con un rubor que no hacía más que crecer en las mejillas.
El tipo, como veía que no hablaba cogió y... sin ir más lejos, me dijo que esperara un momento y se fue a al vehículo de reparto. Cuando regresó, me incrustó no una sino dos barras de pan enormes en las manos.
Lejos de analizar en aquel momento el doble sentido de todo aquello, y después de inventarme que me llamaba "carmen", le pedí que, por favor, me diera una bolsa porque... seamos realistas ¿cómo mierda podría cargar aquellas dos barras de pan tan grandes, si tenía pensado ir a comprar y cargar las bolsas? ¿Qué hago? Pensé. No me servirían para usarlas de bastón. Y chicos, os prometo que esas barras de pan no cabían en ninguna parte. Eran las barras de pan más grandes que yo había visto hasta entonces (qué mal suena esto, pero joder, fue así).
Podría haber echado a correr en cuanto se fue la primera vez a coger las dos barras; pero la verdad que aquella situación me intrigaba mucho y desde luego, no estaba sola, había gente pasando, así que no tenía nada que temer.
Lo mejor fue la excusa que me dio el tipo, razonable, pero no creo que cogiera a toda persona que ve por la calle para ofrecerle una barra: Así, me comentó que el pan se tiraba y en muchas cantidades (en eso tiene razón, probablemente) y que él se lo daba a la iglesia, pero que en definitiva, parte del mismo como digo, acababa en la basura.
Yo me sorprendí. Aquello superó todas mis espectativas planteadas en cuanto a mis aventuras vividas en Madrid en aquel momento. Pero ahí no terminó la cosa. Este tipo intentó, mientras yo trataba de ingeniármelas para colocar las dos barras de pan en la bolsa pequeña que me había dado, sin éxito, conocerme un poco más... Que qué estudiaba, que si le podía dar mi número, que si tenía Whatsapp.
Entonces como por arte de magia, empecé a tomar conciencia del lío en el que estaba metida sin comerlo ni beberlo. Bueno... comerlo, probablemente, después. Esas barras de pan ansiaban probar mi estómago, pero a lo que vamos, yo me inventé un montón de excusas:
Que si no me sabía mi número de memoria", que si yo no usaba whatsapp, que no tenía el móvil a mano...
Tengo que reconocer que, más allá de mi negativa a aceptarlo como contacto o tener con él una verdadera amistad, el tipo me pareció hasta majo. Sí, había intentado darme su número, para ligar o para darme su amistad incondicional o, quién sabe, ser mi panadero particular a domicilio. Pero lejos de rendirse, era un tipo tenaz, lo cual si las circunstancias hubieran sido otras, hubiera hecho que subiese un puntito en mi lista: De pronto, sentí que se alejó otra vez y regresó con una libreta en la que... ¿adivináis? me apuntó su número de teléfono.
No sé qué hice con el papel, pero noté la posible ilusión del tipo porque le escribiera en cuanto pudiera hacerlo.
Ilusión que, cómo no, se le habrá roto hace tiempo. Puede que me recuerde como la chica ciega a la que le dio su número por ahí, que encima se llamaba Carmen, como le llamamos las mujeres a cuando nos viene el período.
Lo que más me asusta es que si yo hubiera dado mi brazo a torcer, este hubiera sido un buen argumento para una bonita historia de amor entre una ciega, el panadero y sus... ejem, pistolas!
Cabe destacar, también, que este fue el día en el que realicé la compra más tonta de toda mi vida. Al final solo tenía que comprar cuatro cosas pero me gasté un poco más en golosinas y cosas buenas pero que no necesitaba, para tardar más y no volver a encontrármelo cuando acabara.
Saludos.